Por: Neco
Las razones que explican el colapso de la Unión Soviética son muchas y complejas. En las luchas políticas internas al Partido Comunista (PCUS) tras la desaparición de Nikita Jruchov del escenario político, se delinearon grietas profundas entre sectores dispuestos a intentar preservar aspectos socialistas del PCUS y del aparato estatal soviético y otros sectores del PCUS y del Estado que empujaban por acelerar la marcha hacia el capitalismo. Los sectores que defendían el status quo se encontraron abrumados por fuerzas que favorecían ”reformar” el experimento socialista en dirección a una economía capitalista de mercado.
La camarilla de Gorbachov ideó la emisión de unos cupones de participación en las múltiples empresas del Estado y su distribución, entre otros sectores favorecidos, a los trabajadores de cada empresa estatal en proceso de privatización.
Subsiguientemente, la camarilla de Yeltsin, que desplazó la de Gorbachov, dispuso que los cupones podían ser vendidos al mejor postor y así se inició la orgía de enriquecimiento de elementos incrustados dentro del PCUS, la gerencia de las empresas estatales y la burocracia del Estado ex soviético, que terminaron apropiándose de los inmensos recursos del Estado que colapsaba a su alrededor.
Desde antes, ya existía la costra mafiosa de un bajo mundo que se enriquecía, al amparo corrupto de funcionarios del Partido y de burócratas del Estado, extayendo cuantiosas sumas del tráfico del mercado negro. Esas capas parasitarias crecían en riqueza y poder, como capas de hongos, sobre la descomposición de la URSS. Así, esos parásitos llegaron a formar la médula de la descomunalmente rica y poderosa oligarquía en Rusia, (y en las repúblicas ex soviéticas).
Esas capas corruptas y parasitarias tenían el dinero en sus manos (y el apoyo de sus contactos en las agencias estatales) pudieron adquirir las gigantescas empresas levantadas por los trabajadores en el Estado Soviético.
Este recuento esquemático inicial indica que esas capas oligárquicas, por su extracción, composición y desarrollo, hasta elevarse como las formaciones dominantes en estas sociedades, se diferencian de las clases burguesas que surgieron, en Europa Occidental, de la descomposición del feudalismo y se erigieron como clases dominantes por ser gestoras y dominar las relaciones de propiedad dentro del modo de producción capitalista.
Con el colapso de la URSS se aproximó al poder estatal, no una clase burguesa, propiamente definida, sino una capa oligárquica, que vino a conocerse con el título alterno de la “cleptocracia rusa”, dentro de un esquema de padrinaje corrupto con las agencias de inteligencia y las fuerzas militares.
El foco del análisis
El foco del análisis es, específicamente, la oligarquía (la cleptocracia) rusa y su eventual dominio político de la Federación Rusa.
Repasando: con el fin de ejercer su poder político, la oligarquía empleó los descompuestos organismos estatales (donde imperaba el ánimo de “sálvese quien pueda”) de la inteligencia rusa, formadas por agencias policiacas y de seguridad política interna y por agencias de espionaje externas, así como todas las ramas de las fuerzas militares rusas.
Colocó a uno de los oligarcas que adquirió su fortuna participando en el pillaje de los recursos financieros, en este caso, apoderándose, él y su pandilla, de enormes recursos del sistema bancario estatal de la colapsada Unión Soviética. El “capo” de esa pandilla gangsteril oligárquica se llama Vladimir Putin, veterano operador de la antigua KGB.
La aventura imperialista de invadir la Ucrania no fue un “acto diabólico” del “satánico” Putin, como narra el libreto de algunas corporaciones noticiosas de Estados Unidos, voceros de la facción neoliberal de su burguesía.
Tampoco debe interpretarse como una medida puramente defensiva de la “acorralada” Rusia, aunque hay algo de eso, pero no desde un enfoque exclusivamente “geopolítico” como proponen algunos analistas.
El Imperialismo de la burguesía y el imperialismo de la oligarquía
Putin obedece la determinación de la oligarquía rusa de impedir que la burguesía imperialista de Estados Unidos, a través de sus socios en la Unión Europea, integre los considerables recursos económicos de Ucrania al sistema mundial de acumulación de capital que encabeza y dirige.
A esta motivación “defensiva” hay que sumarle la rapacidad y la propensidad insaciable por el enriquecimiento de los integrantes de las pandillas oligárquicas de Rusia. Putin escuchó el clarín y como imitación barata de un pequeño bonaparte, se lanzó a la aventura, soñando que con una victoria fácil sobre Ucrania, consolidaría su poder como el caudillo de los parásitos oligarcas rusos.
El sueño se le tornó en pesadilla y ahora, lejos de marchar gloriosamente con sus ejércitos conquistadores, se hunde en la ignominia del fracaso militar y los crímenes de guerra infligidos en contra del pueblo de Ucrania.
La oligarquía rusa que le hubiera conferido los laureles dignos de una versión rusa de un César conquistador, ahora conspira para sustituirlo.
La burguesía imperialista de Estados Unidos que, por boca de su senil Presidente, alienta públicamente el “cambio de régimen” (y secretamente negocia con los elementos más “cooperadores” extraerles el puñal de las sanciones personales que los apabullan), debería considerar con detenimiento que un posible desenlace de un golpe de estado en Rusia pudiera elevar al poder a un líder ruso más peligroso para los intereses imperialistas de Estados Unidos, un dirigente político y militar de mucho mayor capacidad, carisma y audacia que el aspirante napoleónico que estarían desplazando.
El desajuste económico y la transición hegemónica mundial
El sistema mundial de acumulación capitalista experimenta desajustes serios como resultado de la disminución de la capacidad de la burguesía imperialista de Estados Unidos de continuar imponiendo claramente su voluntad sobre el derrotero del sistema. La invasión rusa de Ucrania es una señal de que la oligarquía de ese País entiende que las circunstancias le permiten lanzar un reto abierto a la hegemonía de Estados Unidos y su ordenamiento mundial neoliberal.
En cierta medida, la oligarqquía rusa intenta colocarse al frente de un potencial reto de mayor envergadura proveniente de la oligarquía china, incrustada dentro del Partido Comunista de China. Ese reto se perfila como más peligroso para los intereses hegemónicos de Estados Unidos, pero también a la independencia de la oligarquía rusa y su aspiración de imponerse como la fuerza dominante en la masa territorial de Eurasia.
Estas contradicciones pueden desembocar en escenarios que perturben la necesidad orgánica del capital de continuar sus procesos de acumulación expandida, lo que provocaría una crisis sistémica profunda.
El sistema mundial capitalista no va a colapsar mañana. Incluso, todavía le quedan recursos para reorganizarse y recuperar alguna vitalidad. Pero la realidad inescapable, para los comunistas en todo el mundo, es que estamos participando en unos actos del desenlace de la tragedia de un poderoso sistema que se desarrolló chupándole la sangre vital a miles de millones de trabajadores, privándolos de su dignidad personal y del pleno desarrollo de su potencial humano.
Para los comunistas, como dijo el poeta “no hay más que un sólo camino…”. La tarea inmediata y urgente que se nos impone es armarnos organizadamente de la ciencia del socialismo revolucionario para convertir las grandes contradicciones borrascosas que se avecinan en las “cumbres luminosas” del comunismo mundial.