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Las elecciones 2020 se acercan, y un sin número de debates entre lxs candidatxs a la gobernación han ido surgiendo en las pasadas semanas. La distancia que hay entre los programas políticos y propuestas de los partidos electorales, y las resoluciones que vayan a la raíz de los problemas que aquejan a la clase trabajadora y al pueblo es abismal. El debate sobre el tema ambiental, realizado el pasado 6 de octubre, fue muestra clara de esto. Desde la no participación de los partidos burgueses (PNP, PPD), hasta las propuestas superficiales de los partidos pequeñoburgueses y socialdemócratas (PIP, MVC, MC) y el cristiano conservador (PD) en cuanto a temas como la energía y la seguridad alimentaria. A esto le sumamos las expresiones que el actual Secretario de Agricultura Carlos Flores Ortega hizo hace un mes (sin nadie habérselas pedido), en un artículo del Vocero titulado «Imposible la Autonomía Alimentaria en PR», sobre lo que entendemos es la visión de la clase dominante en cuanto a la agricultura y la alimentación en Puerto Rico.
Partiendo de eso, entendemos pertinente generar una discusión entre las bases agrícolas y todas aquellas iniciativas que trabajen de una forma u otra con el derecho a la alimentación para definir nuestra visión de lo que implica la Soberanía Alimentaria en Puerto Rico y cómo lograrla. Más que refutar directamente las propuestas de los partidos o las expresiones del Secretario la intención es cuestionar, y plantear, ciertas generalidades de lo que entendemos significa la Soberanía Alimentaria en Puerto Rico y los principales obstáculos para su realización; en contraposición a la visión de quienes pretenden gobernarnos. Que definamos las necesidades, y plantiemos las posibilidades, desde la discusión y el trabajo colectivo en las bases productivas y sociales; sin esperar a que lo hagan por nosotrxs desde las instituciones de poder existentes.
Sería bueno comenzar por establecer la diferencia y complementariedad entre la seguridad alimentaria y la Soberanía Alimentaria, y partir de ahí a las necesidades, posibilidades y perspectivas de qué hacer. La seguridad alimentaria es el derecho de toda persona al acceso físico, social y económico a los alimentos en la cantidad y calidad necesarias. Se basa en la posibilidad de adquirir la comida que se necesita para vivir. Por otro lado, la Soberanía Alimentaria es el derecho de todo pueblo a definir sus propias políticas agrarias y alimentarias para lograr satisfacer sus necesidades de alimentación (osea lograr la seguridad alimentaria) de forma sustentable y justa, social, política y económicamente. Ambas implican el reconocimiento de la alimentación como necesidad y derecho humano que debe estar garantizado por la sociedad, y no como objeto de mercado; pero la Soberanía Alimentaria va más allá, cuestiona y plantea el cómo. Esta implica el fortalecimiento y desarrollo de los procesos productivos locales, colectivos y ecológicos; la democratización de los procesos económicos, sociales y políticos relacionados a la alimentación; y el cuestionamiento y superación de las relaciones de opresión y explotación en la sociedad (el patriarcado, el capitalismo, la división de clases, racismo/xenofóbia, lgbttiq+fobias, etc.). Esa es una de las razones por las cuales nunca veremos a la clase rica apoyarla, ni a lxs pequeñxs empresarixs llevarla hasta su máxima expresión. Porque implicaría cuestionar y derrumbar parte de los cimientos de su poder en la sociedad, como la mercantilización de las necesidades básicas (alimento, techo, salud, educación, etc.), la explotación de lxs trabajadorxs y la naturaleza, la toma de decisiones antidemocráticas en la producción y la sociedad en general, la propiedad privada de los medios de producción, entre otros. Si hay un sector que la hará posible será la clase trabajadora y el pueblo, del campo y la ciudad, organizados.
Ahora, veamos un poco más a fondo la necesidad de generar la Soberanía Alimentaria partiendo de nuestra realidad particular. En Puerto Rico entre el 85-90% de nuestros alimentos provienen de la importación, de eso alrededor del 56% viene directamente de EU. Todo esto traído por navíos estadounidenses (a lo que estamos obligadxs por las leyes de cabotaje), que son de los más caros del mundo. Al llegar aquí un puñado de empresas, locales principalmente, se hacen cargo del almacenamiento, el procesamiento y la distribución, controlando la accesibilidad de alimentos al ajustar los precios del mercado a los márgenes de ganancia máxima. A su vez pagan los peores precios por las producciones locales para revender a mayor costo, ahogando así a lxs productorxs agrícolas, mientras hacen ganancias con el trabajo ajeno. Esto genera una cadena de explotación de lxs trabajadorxs y lanaturaleza que comienza desde el inicio de la producción en los países donde se cosecha la comida, pasando por el almacenamiento, el procesamiento y la distribución, y terminando con el encarecimiento de la calidad y cantidad de la comida que consumimos. Mientras, profundiza la relación de dependencia colonial con los EU y las relaciones capitalistas locales, al ser la clase rica de allá quien controla la entrada de los alimentos y la clase rica de acá quien controla la distribución, vulnerabilizando así la alimentación de la clase trabajadora y el pueblo. Justo después del huracán María, esta realidad quedó evidenciada cuando peligró la alimentación de gran parte de la población por la falta de acceso a alimentos en la cantidad y calidad necesaria, y lo que llegaba de parte del estado a través de FEMA eran cajas llenas de dulces y papitas. Por otro lado, la falta de poder de la clase trabajadora sobre la economía y política del país profundizado por la imposición de la Junta de Control Fiscal, ha generado (entre otras cosas) niveles de desempleo alarmantes. Dejando a grandes sectores de la población sin la posibilidad de sustentarse; sin mencionar el ataque a los derechos de lxs trabajadorxs mediante la reforma laboral, que ha alejado aún más a la clase trabajadora de la posibilidad de una vida digna. Lo que nos lleva a plantear la necesidad de transformar no sólo las formas en que se produce y se distribuye el alimento sino también las relaciones coloniales y capitalistas que encarecen la accesibilidad al mismo, las formas en que se organiza el trabajo y se toman las decisiones en la sociedad, así como las relaciones de propiedad de los medios de producción que permiten la explotación de la clase trabajadora, el pueblo y la naturaleza por parte de la clase capitalista.
En cuanto a la posibilidad, basta con ver algunos números por encima, sumar y restar, para ver que no solo tenemos tierra de gran calidad agrícola disponible y otras que se pueden hacer disponibles con voluntad política (como los valles del Sur tomados por corporaciones de biotecnología que nada aportan al país), sino que contamos con excelentes condiciones ambientales, una clase trabajadora capacitada y con posibilidad de capacitación dispuesta a poner su trabajo al servicio de la alimentación nacional, recursos de agua prácticamente infinitos de ser bien manejados, entre otros aspectos importantes. Para tener una idea, se estima que se necesitan alrededor de 600 mil cuerdas de terreno para proveer el 100% de una dieta vegetariana a 3.3 millones de personas aproximadamente (esto sin incluir siembras verticales y diversos modelos con ambiente controlado que permiten aumentar la producción hasta 10 veces por metro cuadrado). Y el Secretario en el artículo dice que la Junta de Planificación tiene 634 mil cuerdas reservadas para agricultura. Eso, sumado a las disponibles en otras agencias, terrenos públicos y privados, en la ciudad y en el campo, que están en desuso, podrían ponerse a producir alimentos para la población, proveyendo prácticamente todos los vegetales y frutas que consumimos (muchísimomás que el 20% que plantea el Secretario como objetivo «realista»). Ojo, eso no significa que habría que dejar de comer carne. Aunque sí debe haber una reducción en la cantidad de carne que se consume a nivel mundial por diversas razones, los modelos de producción agroecológica incluyen el componente animal para estabilizar las producciones vegetales y obtener productos de origen animal. Además de que quedaría un excedente de tierras que podría destinarse a la producción animal, y se podrían generar intercambios internacionales con países que tengan excedente de carne y necesiten algún producto que se produzca en nuestro archipiélago. Es un hecho que jamás supliremos el 100% de la carne que se consume en el país, ni tampoco el 100% de todas las frutas y vegetales que comemos (al menos mientras no sustituyamos de nuestra dieta productos de difícil producción en PR, como el arroz y el trigo); lo que sí es una posibilidad, es producir la gran mayoría de las frutas y vegetales que necesitamos así como un porciento considerable de carne y productos de origen animal. Todo esto de forma local, ecológica, y manejado democráticamente por quienes lo trabajan. Ahora sí, hay que reconocer que, a pesar de que hay mucho que se puede ir haciendo, para lograr la Soberanía Alimentaria en su totalidad en Puerto Rico tendremos que llevar a cabo una reforma agraria de la clase trabajadora y el pueblo, la liberación e independencia política del país, y acabar con las relaciones capitalistas de producción al interior del archipiélago que ven en la alimentación un producto más de mercado y no una necesidad humana que debe estar garantizada para todxs. Es un largo y duro camino por recorrer, pero si queremos tener la posibilidad de una vida digna (que valga la pena vivir) en este archipiélago tenemos que darnos a la tarea.
¿Qué podemos ir haciendo? Para contestar esta pregunta con certeza debemos generar los procesos colectivos que permitan levantar ideas, proyectos y reclamos que vayan atendiendo necesidades inmediatas de nuestro sector, y que nos acerquen a lograr la Soberanía Alimentaria. Podemos combinar la creación de proyectos colectivos con la organización y movilización para adelantar reclamos que a su vez permitan fortalecer los procesos agroecológicos y de lucha que lleven a la Soberanía que buscamos. Esto podría ser:
- Generar y fortalecer proyectos productivos, de procesamiento y de distribución de alimentos donde se comparta la tenencia del medio productivo y las decisiones fundamentales del proceso. Que vinculen la producción, con el procesamiento y la distribución para así eliminar intermediarios que solo afectan la accesibilidad a la comida.
- Exigir al Dept de Agricultura y la Autoridad de Tierras un informe de las tierras disponibles y no disponibles (cedidas muchas veces en chanchullos politiqueros), y que se genere un proceso de usufructo a proyectos agroecológicos colectivos que a su vez incluyan la posibilidad de vivienda en los mismos. Exigir un control en los alimentos importados y la derogación de las leyes de cabotaje. Que se regule la importación de alimentos que ya se producen aquí. Esto para permitir que las producciones locales no tengan que competir con importaciones que provienen de explotaciones capitalistas infrahumanas en otros países que permiten precios más bajos y no estemos obligadxs a importar con marina mercante gringa.
- Exigir un aumento en el salario mínimo de lxs trabajadorxs agrícolas. Esto para generar mejores condiciones de vida a lxs trabajadorxs, y a su vez afectar las producciones capitalistas (ya poco competitivas en el mercado local e internacional por lo «altos costos» de mano de obra, comparado con otros países) al obligarlos a dar una tajada mayor de las ganancias a lxs trabajadorxs que son quienes la producen en su empresa. Y fomentar a su vez que lxs trabajadorxs tomen las fincas de sus patronos para generar procesos de producción agroecológica colectivos.
- Exigir regulación de la biotecnología agrícola. Prohibir la investigación y producción de estas tecnologías fuera de ambientes totalmente controlados, limitar la cantidad de terreno que puede ser utilizado para este fin, entre otras cosas. Para proteger la salud, el ambiente, y la alimentación del país.
- Generar movimiento y procesos organizativos y de encuentro para construir un proyecto de Reforma Agraria de la clase trabajadora y el pueblo que impulse las transformaciones necesarias para alcanzar nuestra Soberanía Alimentaria.
Hay muchos otros reclamos y trabajos que se pueden/deben ir levantando, y hay algunos que ya están corriendo. Insistimos en que en la medida que nos organicemos desde las bases productivas y sociales para construir los procesos colectivos que permitan el encuentro, la discusión y el trabajo sobre los asuntos que competen a nuestro sector, a la clase trabajadora y al pueblo comenzaremos a movernos hacia la Soberanía (no solo alimentaria) que hace falta en el país.
¡Hasta la victoria final!
Nos vemos en la calle y en la tala,
Juana Isabel Cordero Ríos