De la calle a las plazas: El significado histórico de las Asambleas de Pueblo

Por Carlos Borrero

En su nivel más básico, las Asambleas de Pueblo expresan las aspiraciones democráticas de las masas trabajadoras.  Hartos de las mentiras, la corrupción y las políticas públicas regresivas impuestas por los representantes políticos de los capitalistas, tanto extranjeros como nacionales, sectores importantes de la clase trabajadora se han dado a la tarea de crear nuevos órganos a través de los cuales las masas puedan expresar su voluntad política.  En este sentido, las asambleas representan un nuevo despertar político significativo entre las masas más allá de lo expresado en las protestas masivas que forzaron la renuncia de Rosselló.

Al mismo tiempo, el fenómeno refleja la incapacidad del capitalismo, particularmente en la colonia, para resolver adecuadamente los problemas sociales fundamentales, como la necesidad de políticas racionales en los campos energético y el uso del suelo, una garantía de empleo pleno y digno, el acceso universal a los servicios de salud y educación de calidad, así como los problemas de la erosión de salarios, ya sea a través de reducciones directas o impuestos regresivos sobre el consumo, y la eliminación de los beneficios de retiro.  Los trabajadores que se han organizado en estas asambleas están proponiendo medidas para la política pública que desafían cada vez más las políticas aceptables para las clases capitalistas.  No son todavía propuestas plenamente ‘socialistas’, pero sí tienden a chocar con los cada vez más estrechos límites de lo que es permisible para las clases capitalistas en términos de la política pública. 

En este sentido, entendemos la necesidad de resaltar varios rasgos importantes de estos nuevos órganos.

Primero, las Asambleas de Pueblo son ejemplos de la auto organización de la clase trabajadora misma.  Dicha auto organización es un prerrequisito para cualquier movimiento amplio, políticamente progresista, basado en la clase trabajadora.  Estamos justificados en esta apreciación ya que la composición social que se ha visto dentro de las asambleas hasta ahora, pese al uso de la palabra pueblo, tienda hacia una mayoría de trabajadores asalariados, muchos de éstos jóvenes. 

De la misma manera, sería un error interpretar la relativamente poca presencia del trabajo sindicalizado dentro de las asambleas en la actualidad como una negación del carácter esencialmente proletario de las mismas.  La influencia conservadora de líderes sindicales burocráticos, cuya estrechez de visión política no los permite ver más allá del sistema electorero oficial y cuya colaboración de clase los ha llevado repetidamente a comprometerse con funcionarios políticos de los dos partidos oficiales, tiende a estorbar la actividad independiente de los trabajadores de base.  Al mismo tiempo, los organizadores de las asambleas, correctamente, han tratado de evitar que cualquier elemento comprometido con el establecimiento político secuestre estos esfuerzos para obtener beneficios políticas estrechas.  En la medida en que cobren fuerza estas asambleas, a los trabajadores atrapados en sindicatos conservadores no les quedará más alternativa que la de pasar por encima de esta capa de líderes sindicales reaccionarios.

Como espacios para la discusión de políticas públicas desde la perspectiva de las masas trabajadoras mismas, los socialistas y comunistas entendemos estas asambleas como estructuras embrionarias para nuevos y futuros órganos del poder estatal.  Si bien es cierto que en la actualidad los trabajadores dentro de estas asambleas sólo pueden someter sus propuestas para que los políticos en servicio de los capitalistas decidan si ejecutarlas o no, en la medida en que se agudicen las tensiones sociales y al grado en que estas estructuras adquieran más aceptación popular y claridad ideológica, se transformarán de meros instrumentos para pedirles a los capitalistas unas reformas a aparatos estatales de por sí.

Desde sus primeras instancias, los socialistas y comunistas no sólo han comprendido la importancia histórica de las asambleas sino también participado en muchos de los esfuerzos iniciales para organizar algunos de ellas.  En la medida en que lleven a cabo sus tareas de manera diligente y ejemplar, los socialistas y comunistas que se encuentren dentro de estas asambleas profundizarán la conciencia política de los trabajadores y acelerarán la transformación de estas estructuras en órganos revolucionarios de la clase trabajadora, verdaderamente capaces de desafiar al estado capitalista en la colonia.

Al mismo tiempo, el desmoronamiento de todas las viejas instituciones políticas en la colonia ha hecho surgir nuevas formaciones políticas con aspiraciones electoreras dentro del aparato político existente.  Con la organización de las asambleas de pueblo, ya estas nuevas formaciones políticas están buscando convertir las mismas en una base electorera para sus ambiciones.  Es imprescindible que los trabajadores y estudiantes entiendan que la función objetiva de estas nuevas formaciones políticas, las cuales provocan el interés de las masas con sus denuncias de la corrupción y el carácter anti democrático de los partidos oficiales y el sistema político actual, es  apuntalar todo ese viejo andamiaje politiquero con que los capitalistas han ejercido su control sobre las masas trabajadoras.  En otras palabras, estas nuevas formaciones políticas que parecen presentar una alternativa nueva surgen para canalizar las masas de nuevo hacia las mismas instituciones políticas desacreditadas de los capitalistas con la promesa de nuevas caras y una gobernanza más limpia. 

Los socialistas y comunistas no sólo trabajan para desenmascarar este tipo de oportunismo craso, sino también explican a los trabajadores dentro de las asambleas el significado histórico de las mismas.  Mientras los oportunistas intentan usar las asambleas para apuntalar el viejo aparato político, sembrando ilusiones en las masas de la posibilidad de reformarlo, de democratizarlo en interés de la mayoría, los socialistas y comunistas señalan que las asambleas mismas representan una forma superior de democracia, y que la tarea de los trabajadores dentro de ellas es fortalecerlas organizativa e ideológicamente para que puedan eventualmente sustituir a toda esa porquería política corroída que heredamos de los capitalistas.  Tal es el punto fundamental el cual distingue la actitud de los socialistas y comunistas respecto a las Asambleas de Pueblo de la de los elementos oportunistas.

En este sentido, sería un error no reconocer que las Asambleas de Pueblo representan un importante sitio de lucha de clases a nivel ideológico, es decir, al nivel de qué perspectiva política e histórica imperará dentro de las mismas.  Por un lado, se encuentra la tendencia oportunista que busca reforzar la influencia de los explotadores y continuar la politiquería existente.  Y por el otro, está la tendencia revolucionaria la cual se esfuerza por fortalecer y transformar las Asambleas de Pueblo mismas para que éstas realicen su significado histórico.  

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