Por Carlos Borrero
La crisis política que aflige el establecimiento político en la colonia está sirviendo de pretexto para fortalecer aun más la posición de Wall Street. En varios editoriales publicados en la prensa estadounidense desde que se anunció la dimisión de Rosselló, se ha planteado como solución al caos político que impera reforzar la junta para así evitar la necesidad formal de obtener el aval de la legislatura colonial para la próxima ronda de ataques que se contempla contra las masas trabajadoras. En otras palabras, y a pesar de la reciente “victoria” que se vivió al obligarle a Rosselló su renuncia, se está allanando el camino para imponer la dictadura desnuda.
El Washington Post y el NY Times, dos portavoces del igual de reaccionario Partido Demócrata en EEUU, recientemente se han expresado abiertamente a favor de aumentar los poderes de la Junta.
De la misma manera, el representante Raúl Grijalva, presidente del comité de recursos naturales de la Cámara federal, recientemente emitió unas declaraciones vacuas respecto a su “preocupación” de que la junta se aprovechara la situación para achararse mayores poderes al mismo tiempo en que expresaba su “esperanza” de que ésta “priorizara las necesidades como la salud, la educación y el bienestar del pueblo de Puerto Rico.”
¡Qué hipócrita!
Este ‘liberal, en quien tantos en la colonia han depositado su fe, en ningún momento exigió el desmantelamiento de la dictatorial junta de Wall Street. Tampoco ha incluido en sus señalamientos sobre la necesidad de fiscalizar los fondos federales una denuncia del igual de escandaloso otorgamiento de contratos multimillonarios a contratistas hecho por la junta misma, los incestuosos vínculos entre sus miembros y los bancos en Wall Street, ni los salarios obscenos que devengan, sufragados por las masas empobrecidas de Puerto Rico. Desde que obtuvieron mayoría en la Cámara federal, Grijalva y el resto de los “liberales” dentro del Partido demócrata en EEUU, han sido tan defensores del imperialismo como los reaccionarios más descarados como Bob Bishop. Ni siquiera han hecho intentos de limitar los poderes de la junta. De hecho, lo único que los distingue de los republicanos es el tono de su discurso, pero no su esencia. La postura de Grijalva y el resto de los demócratas evidencia de que no hay sector ‘progresista’ ni ‘democrático’ dentro de la clase dominante estadounidense.
Por su parte, la junta, muy consciente del masivo odio que se le tiene y cuidadosa de no revolcar el avispero directamente en su contra,ha hecho muy pocas declaraciones públicas desde que se desató la crisis. En un intento cínico de responder a la gran manifestación del lunes, los portavoces de la junta hicieron alusiones hipócritas a los años de corrupción gubernamental, la responsabilidad de oficiales electos de restaurar la integridad y la eficiencia, y el buen gobierno que merece el pueblo de Puerto Rico.
Estos intentos demagógicos de pintar a los partidos coloniales como los únicos corruptos no engañan a nadie.
José Carrión es un impenitente defensor de la ultra derecha estadounidense; Carlos García y José González, son partícipes del endeudamiento y el saqueo de la colonia; David Skeel y Andrew Biggs son dos pistoleros a sueldo de Wall Street que funcionan como ‘arquitectos intelectuales’ de esta campaña depredadora; y el ex juez Arthur González desempeña para darle un barniz legal a la operación. ¿Con qué autoridad moral pueden hablar de integridad y transparencia cuando todos estos canallas forman parte de un cuerpo dictatorial instalado para llevar a cabo los dictados del capital financiero? ¡Ninguna!
Como los sectores más políticamente conscientes de la sociedad hemos denunciado, las pugnas entre la junta y los politiqueros del patio giran alrededor del reparto del bizcochito.
Conscientes del odio masivo que se siente por la junta, los politiqueros de ambos partidos oficiales están intensificando sus esfuerzos demagógicos para posicionarse como ‘opositores’ a Jaresko, Carrión, et al. Mientras la junta, liberada de consideraciones electorales, seguirá resaltando la rampante corrupción gubernamental en Puerto Rico – incluso mediante actos de sabotaje – para así justificar la centralización de más poderes en sus manos, los politiqueros del patio emplearán la doble estrategia de 1) echarle la culpa por los brutales ataques que ellos mismos son asignados a llevar a cabo bajo el excusa de “just following orders” (Estamos siguiendo órdenes); y 2) ofrecerse como ‘amortiguadores’ de la ira popular a cambio de un nuevo acomodo con la junta que les permita seguir guisando ante la nueva realidad de un masivo despertar político entre las masas trabajadoras y la juventud en Puerto Rico.
Cada vez más, las masas están desenmarañando por sí mismas esta complicada red de maniobras políticas entre buitres y chacales.
No obstante, con una nueva confianza en su propio poder, los sectores más políticamente conscientes entre las masas trabajadoras llaman a limpiar la casa de todos los corruptos. Este despojo dirigido primero a sacar la maleza del patio servirá de preludio para apuntar próximamente su fuego a los instrumentos directos de la dominación imperialista.