Por Carlos Borrero
Después de cuatro años de repetidas traiciones por Syriza, la contundente victoria del partido derechista Nueva Democracia en las elecciones griegas del domingo no fue sorpresa para nadie. Kyriakos Mitsotakis, hijo de una familia con una larga historia en la política griega y ex ministro en el último gobierno conservador, y su Nueva Democracia obtuvieron 40% del voto mientras Alexis Tsipras y Syriza se quedaron con 32%. Nueva Democracia ocupará una mayoría absoluta de más de 155 de los 300 escaños en el parlamento griego. Más del 40% del electorado abstuvo de votar, reflejo del disgusto masivo de las masas trabajadoras hacia todos los partidos.
Los resultados, además de confirmar nuestras advertencias sobre Tsipras y su coalición de la izquierda radical, deben servir como una escuela para la clase obrera internacional.
Tan temprano como abril del 2015, publicamos una nota en ARD en la que señalamos respecto a Syriza que “montada en una ola de ira popular contra las medidas de austeridad . . . esta formación política pequeño burguesa se arropó de ‘socialista’ para ganar la simpatía de un segmento importante de las masas griegas y llevarse las últimas elecciones. Sin embargo, un día después de su victoria, se forjó una alianza parlamentaria con un partido chauvinista de derecha, Griegos Independientes, a quienes se le dio control del Ministerio de Defensa, y desde entonces ha capitulado en todas sus promesas de campaña.”
Unas semanas después de ese juicio, y a raíz del referendo sobre si el gobierno griego debía aceptar las condiciones impuestas por la infame troika para un rescate en el cual el voto ‘no’ ganó por abrumadora mayoría, destacamos que “la frustración de las masas griegas, canalizada a través de Syriza, les lleva invariablemente a un callejón sin salida . . . La política de este régimen, basada en la movilización oportunista de las masas con la esperanza de presionar sus ‘socios’ europeos para asegurar unas condiciones que le permitan seguir representando a un sector del capital nacional griego, está condenada al fracaso. Tal es la suerte de la pequeña burguesía. Su inquebrantable fe en la propiedad capitalista la lleva a traicionar todo el ‘radicalismo’ que evoca en las contiendas para ocupar el estado burgués.
Durante sus cuatro años de gobierno, Syriza no pudo efectuar ninguno de los componentes de un programa social progresista. Al contrario, bajo su gobierno las masas trabajadoras griegas sufrieron más reducciones salariales, mayores niveles de desempleo con la concomitante continuación del éxodo masivo de adultos jóvenes en busca de oportunidades en el extranjero, la evisceración de los sistemas de retiro y las pensiones, el deterioro de los servicios sociales esenciales y el aumento de impuestos regresivos sobre los trabajadores y las clases medias.
Sin embargo, lo que sí pudo lograr Syriza durante sus años de gobierno fueron la defensa consistente de los principales sectores del capital internacional y, lo que es más importante, la canalización a corto plazo de una situación social potencialmente explosiva hacia los confines «seguros» de la política capitalista. Bajo el gobierno de estos ‘radicales’, el capital no sufrió ningún retroceso significativo en su campaña depredadora contra las masas trabajadoras en Grecia. De hecho, el capital europeo se ha vuelto cada vez más agresivo en su lucha contra los trabajadores. La situación de las masas griegas, sin embargo, ha seguido el camino del deterioro paulatino.
Estos retrocesos que experimentaron las masas trabajadoras en Grecia durante el gobierno de Syriza allanaron el camino para el regreso al poder de fuerzas aun más a la derecha. Y esto representa la lección más importante para la clase trabajadora en general.
En el contexto puertorriqueño vale hacer otro señalamiento en el interés de las masas trabajadoras. Cuando lanzamos nuestras advertencias críticas sobre Syriza, señalamos a la vez la valoración política de otros sectores de la llamada izquierda en Puerto Rico. En particular, destacamos la actitud de grupos como el PPT que al reconocer ciertas similitudes entre las situaciones griegas y puertorriqueñas también identificaron en organizaciones como Syriza un ejemplo a seguir. El silencio de ciertos líderes de izquierda ante la traición de sus antiguos héroes es bien revelador.
Por nuestra parte, las lecciones que sacamos de la experiencia de Syriza no pueden ser más claras. Ninguna de las aspiraciones legítimas de las masas trabajadoras puede cumplirse bajo la bandera de la pequeña burguesía cuyo “radicalismo” siempre es templado por su defensa de las relaciones de propiedad capitalistas. Tales intentos de reconciliar los intereses antagónicos de los trabajadores y los capitalistas siempre resultan en un desastre para los primeros y el fortalecimiento de los segundos.
La clase trabajadora necesita su propia organización política. Dicha organización sólo puede ser guiada por un programa revolucionario, es decir, uno que es a la vez socialista e internacionalista. El caso griego demuestra en lo negativo que el único camino adelante para la clase trabajadora es el de la revolución socialista.