Por Carlos Borrero
El asediado presidente estadounidense, Donald Trump, amenazó la semana pasada con imponer aranceles de manera escalonada sobre todas las importaciones desde México. El anuncio representó un intento explícito de movilizar las fuerzas antiinmigrantes de derecha que componen su base electoral además de una señal al gobierno mejicano de que Washington espera una escalada de sus medidas represivas contra los migrantes que atraviesan el país. El plan revelado por la administración en Washington incluye aranceles de 5% que entrarían en efecto el 10 de junio y que subirán de manera escalonada hasta 25% en octubre si, según Trump, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no atiende lo que se ha calificado como una crisis migratoria en la frontera estadounidense.
A su nivel más básico, la amenaza arancelaria por Trump, así como la respuesta correspondiente del gobierno de AMLO, revelan la bancarrota política y moral de la clase dominante en ambos países. La campaña antiinmigrante avivada por Trump en Estados Unidos representa un giro descarado al fascismo entre la clase capitalista estadounidense. La llamada “oposición oficial» se limita a atacar a la administración actual desde la derecha; es decir, los demócratas acusan a Trump de ser débil ante Rusia y China mientras permanecen en silencio ante la abierta movilización de fuerzas nacional-chovinistas así como la destrucción de las normas e instituciones democráticas. Justo este viernes el carácter extremadamente reaccionario de la clase dominante estadounidense una vez más encontró expresión en las revelaciones de condiciones de campo de concentración dentro de la instalación de procesamiento de migrantes, Paso Del Norte, ubicada en El Paso, estado de Texas, donde un centro diseñado para 125 personas albergaba hasta 900. Ante tales crímenes, el llamado sector progresista del partido demócrata en EEUU no dice ni esta boca es mía.
Por su parte, AMLO, quien hace unos meses desató a los federales mejicanos para aplastar a los trabajadores en huelga en Matamoros, no perdió el tiempo antes de ofrecer más concesiones a la política migratoria de Trump en sus declaraciones hechas este sábado. En un esfuerzo por congraciarse con Washington, el gobierno de AMLO cada vez más ha recurrido a medidas represivas, incluyendo detenciones masivas y deportaciones forzosas, contra los migrantes centroamericanos provenientes de Honduras, Guatemala y El Salvador. Las repetidas claudicaciones de AMLO son una valiosa lección sobre el papel traicionero de los políticos liberales de izquierda para las masas trabajadoras y la juventud.
La realidad es que el imperialismo estadounidense durante mucho tiempo ha recurrido a la política comercial y otras medidas económicas para adelantar sus fines políticos. Por ejemplo, hace un mes la administración estadounidense, en medio de las negociaciones para un nuevo tratado comercial con México y Canadá, anunció la imposición de aranceles de 17,5% sobre los tomates mejicanos lo cual significaría pérdidas de aproximadamente $350 millones para una industria valorada en $2 mil millones. México es el mayor exportador de tomates del mundo y EEUU representa su más importante mercado. Aunque aquella decisión fue interpretada como un intento de apuntalar a los productores internos, particularmente en estados claves para las elecciones venideras como Florida, no debe caber duda alguna de que otra dimensión política de la movida fuera enviarle un mensaje claro a AMLO de que el imperialismo estadounidense está listo para apretar las tuercas ante cualquier amago de política independiente en un mundo en que otras potencias capitalistas están retando la dominación de EEUU.
La administración de Trump cada vez más está empleando la política comercial y otras medidas económicas como armas políticas, aun cuando sus acciones puedan traer consecuencias negativas para importantes sectores de la clase capitalista estadounidense misma los cuales dependen de las importaciones desde países como México. Precisamente por eso, el anuncio la semana pasada ha provocado consternación y denuncias entre varios representantes de industrias claves en EEUU, particularmente en la manufactura. En el mundo moderno, todas las industrias principales – tomemos como ejemplo la automovilística – están integradas a través de las fronteras nacionales. Por ejemplo, cada automóvil que “se produce» en EEUU depende de componentes que provienen de México y/o Canadá, al igual que la mano de obra correspondiente, lo mismo que un automóvil nominalmente fabricado en México cuenta con los insumos de sus vecinos al norte.
La política proteccionista que Trump ha adelantado en los últimos años, no sólo ha puesto de manifiesto las tensiones entre intereses económicos divergentes dentro de la clase dominante estadounidense, sino también la contradicción fundamental entre economía mundial y política nacional bajo el capitalismo. Le corresponde a la clase trabajadora internacional, armada con su propio programa revolucionario socialista e internacionalista, superar esta inherente contradicción del sistema capitalista.