El Consejo Militar Transicional (CMT) sudanés, que asumió el poder mediante un golpe de estado contra el autócrata Omar al-Bashir en abril, llevó a cabo este lunes una masacre que dejó al menos 35 personas muertas y a cientos heridos. Los sucesos tuvieron lugar después de varias semanas de manifestaciones masivas organizadas por las masas populares principalmente frente a la sede militar en Jartum. Después de varios meses de protestas que hicieron temblar al régimen del dictador de tres décadas al-Bashir, las masas sudaneses siguen organizadas para exigir la transición a un gobierno civil y la implementación de reformas democráticas. El golpe de estado de abril, que fue cínicamente orquestado por el CMT como medida ‘preventiva’, tuvo como propósito el no dejar escapar el poder de las manos de la élite militar como consecuencia de la creciente oposición popular a al-Bashir.
Los militares sudaneses inmediatamente usaron los sucesos del lunes para cancelar unos acuerdos previos con la agrupación Alianza para la Libertad y el Cambio, el principal grupo de oposición al régimen militar. En un anuncio por la mañana del martes el general teniente Abdel Fatah al-Burhan emitió una advertencia por televisión al efecto de que durante al menos nueve meses el país seguirá bajo dictadura militar antes de que se permitan elecciones.
Los sucesos del lunes tuvieron el carácter de un ataque coordinado ya que tropas de las Fuerzas de Apoyo Rápido, un destacamento élite bajo el comando del general Hamdan Dagalo, atacaron a los manifestantes con gas lacrimógeno, granadas de aturdimiento y fuego vivo. Los militares también desataron su brutalidad en varios otros centros urbanos del país como Omdurman y Gadarif al este de la capital. Además, el día antes de la masacre el régimen militar ordenó el cierre de las oficinas del noticiero Al Jazeera y la revocación de varios permisos de trabajo de sus corresponsales. Según el testimonio de lo ocurrido en Jartum de uno los manifestantes, Mohammed Elmunir, “Dispararon a todos al azar y la gente corría para salvar sus vidas. Habían bloqueado todas las carreteras y pegaron fuego a la mayoría de las casetas que había en la manifestación.” Además, se han circulado en las redes videos de manifestantes huyéndose de ráfagas de fuego y docenas de hombres y mujeres puestos en fila sentados y arrodillados bajo guardia de tropas.
Es significativo que estos sucesos tuvieran lugar unos días después de al-Burhan reunirse con el despreciable dúo del carnicero de Egipto, Abdel Fatah al-Sisi y el igualmente odiado príncipe heredero de Emiratos Árabes Unidos, jeque Mohammed bin Zayed al Nahyan. Ambos reaccionarios, incondicionales defensores del régimen militar en Jartum, no sólo reprimen despiadadamente a sus propios pueblos sino que también llevan a cabo el trabajo sucio al imperialismo estadounidense como parte de su campaña genocida contra Yemen.
Igual de significativas fueron las declaraciones de Trump durante una reciente entrevista en la Casa Blanca después de reunirse con al-Sisi en abril cuando el presidente estadounidense afirmó: “Nunca hemos tenido una mejor relación, Egipto y Estados Unidos, que la que tenemos ahora.» Tales afirmaciones, junto con los armamentos valorados en miles de millones de dólares que el Pentágono les vende a regímenes criminales encabezados por canallas como al-Sisi y al Nahyan destacan lo hueco de las hipócritas denuncias de violencia que emanan del Departamento de Estado de los Estados Unidos.
El caso sudanés revela una vez más la barbarie a la que recurre aquella alianza criminal entre el imperialismo y las fuerzas del nacionalismo burgués cuando las masas trabajadoras y de pobres se levantan para exigir el cambio social progresista. Desde nuestro rincón del mundo, hacemos un llamado a todas las fuerzas sociales progresistas de la región, particularmente las de carácter proletario, a que se unan bajo un programa socialista e internacionalista para derrocar los regímenes opresores y explotadores.