Se caldea conflicto entre potencias rivales

Por Carlos Borrero

Después de que Trump firmara la semana pasada una orden ejecutiva que les prohíbe a las compañías estadounidenses comprar equipo de telecomunicaciones de la empresa china, Huawei, las tensiones entre los principales rivales económicos mundiales se han intensificado aun más. La orden ejecutiva fue seguida por la decisión del departamento de Comercio de colocar a Huawei en la “lista negra” de compañías prohibidas de comprar piezas y componentes de empresas estadounidenses – como es el caso de microchips de compañías como Qualcomm de los que la empresa china depende – por razones de ‘seguridad nacional’. Desde hace varios años Washington ha acusado a Huawei de fabricar su equipo con “puertas traseras” las cuales permiten a Beijing intervenir en las redes construidas con sus componentes.

Huawei es un líder mundial en la fabricación de componentes de telecomunicaciones 5G. La revolución 5G representa no solo un ancho de banda móvil más rápido y mejorado a los consumidores, sino que también permitirá la hiperconectividad entre máquinas, personas y cosas – el internet de cosas, IoT – y potenciará una gama de nuevas tecnologías y capacidades, tanto industriales como militares. El establecimiento de redes 5G permitirán las conexiones de alto rendimiento necesarias para nuevas aplicaciones inalámbricas desde los autos inteligentes a las fábricas automatizadas, de la telemedicina a las ciudades inteligentes. Demás está decir que las aplicaciones militares de las nuevas tecnologías relacionadas son una prioridad para todas las potencias capitalistas. El hecho de que una empresa china, dirigida por un ex militar, sea el líder mundial en esta tecnología representa una amenaza directa a todas las esferas de la dominación del imperialismo estadounidense. Es el inevitable choque entre estas potencias capitalistas que resalta los peligros por los que el mundo atraviesa en la actualidad.

Este lunes, la empresa matriz de Google, Alphabet, confirmó que restringirá el acceso de Huawei a su sistema Android, del que dependen sus dispositivos móviles, y que suspenderá todo negocio que requiera la transferencia de hardware, software y servicios técnicos, excepto los que estaban disponibles públicamente, a la empresa china. Si bien la movida de Google pone de manifiesto su verdadera función de apéndice del aparato estatal estadounidense – que en su caso particular ha sido implicado en la vigilancia masiva – también resalta la contradicción entre economía mundial, la integración cada vez más internacional de la producción y distribución de bienes, y la división política del planeta dominada por poderosos grupos de capitalistas rivales a nivel nacional. Es significativo que inmediatamente después de anunciar la decisión de incluir a Huawei en la lista de compañías prohibidas, el valor en la bolsa de varias empresas estadounidenses que venden a y compran de la empresa china bajó lo cual provocó una reconsideración por Washington en la forma de una dispensa de tres meses para ciertas restricciones. La escala de Huawei a nivel internacional, su lugar dentro del mercado clave de equipo de telecomunicaciones, etc., han hecho imposible el intento de aislarla sin consecuencias no deseadas para algunos intereses capitalistas de EEUU.

Los ataques contra Huawei en la carrera para dominar la tecnología 5G son sólo un aspecto de la guerra económica entre EEUU y China. Este mismo lunes el presidente chino Xi Jinping hizo una visita sorpresa a la empresa fabricante de imanes JL Mag Rare Earths ubicada en la provincia de Jiangxi al sureste del país. La visita tenía la obvia intención de subrayar la dominación china en el procesamiento y la fabricación de componentes hechos con minerales de tierras raras. Se recuerda que las tierras raras son un grupo de 17 metales estratégicos para una gama de productos y piezas componentes, que son indispensables para las industrias de alta tecnología. Por ejemplo, las tierras raras son necesarias para la fabricación de imanes, sensores y paneles de instrumentos que son esenciales para la producción de bienes desde los celulares hasta los armamentos más sofisticados. La visita de Xi se entendió claramente como un mensaje de que el capital chino usará su monopolio sobre los minerales para estos metales estratégicos, su ventaja actual en la capacidad de procesamiento así como su dominación de la cadena de suministro «corriente abajo» dentro de las industrias dependientes de las tierras raras como un arma contra los competidores.

Cada vez más, la prensa capitalista está utilizando abiertamente la expresión guerra económica para describir lo que está ocurriendo entre las potencias rivales y advierte que la situación fácilmente puede convertirse en un conflicto militar. En Europa, la cuestión del avance chino en relación con la posición hegemónica que ha ocupado el imperialismo estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial ha provocado divisiones profundas dentro del mercado común. En un reproche a los intentos de Estados Unidos de presionar a los capitalistas europeos, varios gobiernos han decidido mantener lazos comerciales con Huawei. Europa representa buena parte del mercado para el equipo de telecomunicaciones que fabrica Huawei. De todas maneras, las tensiones comerciales y económicas no se limitan a EEUU y China como bien demuestran los conflictos sobre la compra de gas natural ruso por los europeos, el comercio agrícola y la amenaza por Washington de imponer aranceles sobre las exportaciones de autos alemanes a Estados Unidos.

Todos estos eventos confirman nuestras advertencias. El sistema capitalista, lejos de garantizar la paz y la prosperidad, sigue generando conflicto y desigualdad social. Ninguna de las partes en el conflicto representa una alternativa progresista. Las recriminaciones mutuas entre Estados Unidos y China sólo revelan la abierta hipocresía de ambos grupos de capitalistas. La tarea de dirigir a la humanidad hacia una forma superior de organización social y económica recae sobre la clase obrera internacional.

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