Se aumentan tensiones comerciales entre EEUU y China

Por Carlos Borrero

Durante los últimos días, la prensa financiera internacional ha estado llena de informes en que se expresa preocupación por la más reciente movida estadounidense en su prolongada guerra comercial con China.  Una serie de tuits por Trump durante el fin de semana pasado anticiparon la decisión este lunes de aumentar de 10% a 25% los aranceles impuestos sobre $200 mil millones en bienes chinos la cual tomará efecto el viernes.  Dicha decisión, que ha ocurrido días antes de la planificada llegada a Washington de la delegación comercial china encabezada por el vice premier Liu He, vertió una sombra sobre las continuas negociaciones entre EEUU y China.  Aunque los últimos informes confirman que la ronda de negociaciones pautada para luego en la semana se va a dar, ésta no sólo fue reducida a dos días sino que tendrá lugar en medio de una escalada de tensiones entre los dos rivales capitalistas.

La justificación oficial que ofrecieron los oficiales estadounidenses, Robert Lighthizer y Steve Mnuchin, ha sido el supuesto incumplimiento chino ante los acuerdos previos.  Sin embargo, ningún oficial estadounidense ha ofrecido un ejemplo específico para fundamentar esta acusación.  Lo que se sabe, y que varias fuentes cercanas a las negociaciones lo han confirmado en privado, es que el punto más neurálgico de las tensiones en las negociaciones entre EEUU y China radica en la amenaza al monopolio sobre la alta tecnología que plantean las corporaciones chinas a sus rivales de Occidente.  Una pieza central de la estrategia que está llevando a cabo el régimen en Beijing es la transformación de China en una potencia tecnológica.  A través de programas como Made in China 2025, el régimen en Beijing está desafiando la dominación estadounidense en campos como la inteligencia artificial, la aeronáutica, la informática avanzada, la robótica, la farmacéutica, etc. donde los márgenes de ganancia son más altos.  Es precisamente esta lucha por dominar los sectores más rentables de la economía capitalista mundial que está detrás de las acusaciones de robo de la propiedad intelectual estadounidense contra China.

El creciente conflicto comercial conlleva riesgos para todas las partes.  Como respuesta a la previa imposición de aranceles estadounidenses sobre las exportaciones chinas, particularmente en las áreas de bienes de consumo, el acero y el aluminio, Beijing ha enfilado sus cañones a los productos agrícolas estadounidenses, como la soja, que provienen de los estados del medio oeste que constituyen la base electoral de Trump.  De hecho, el total de las exportaciones agrícolas desde Estados Unidos a China ha disminuido significativamente en los últimos años, de $25 mil millones en 2016 a $13 mil millones el año pasado, como respuesta a los aranceles de represalia por Beijing.  La inminente ola de ejecuciones entre muchas granjas comerciales en EEUU debido al aumento de sus niveles de deuda (la deuda total de agricultores comerciales en EEUU llegó a $426 mil millones el año pasado) sólo ha sido detenida por los subsidios federales.  El año pasado, la administración de Trump autorizó $12 mil millones en subsidios a los agricultores comerciales estadounidenses para apuntalarlos.  No obstante, muchos oficiales estadounidense reconocen que tal situación no es sostenible. 

Por su parte, los estrategas de EEUU cuentan con la actual dependencia china del mercado estadounidense para exportaciones claves como punto de presión para obligar la sumisión de Beijing en el conflicto.  Los mercados para las exportaciones son indispensables no sólo para las ganancias de las grandes corporaciones estatales chinas sino también la estabilidad misma del gobierno de Beijing que durante las últimas dos décadas ha intentado mantener a la clase obrera china a raya con la promesa de trabajos. 

Los grandes conflictos comerciales a nivel internacional no se limitan a EEUU y China.  Se recuerda que Alemania y Rusia también se han encontrado en la mirilla de Washington en años recientes por la competencia que presentan en áreas claves como la industria automovilística y el gas natural.  La política exterior cada vez más agresiva que articula Trump refleja la intensificación de rivalidades entre todas las potencias capitalistas.  En este sentido es importante señalar que a pesar del disgusto de los demócratas con varios aspectos de la conducta de Trump, los líderes de ese llamado “partido de oposición” coinciden 100% con la postura agresiva de la actual administración en el campo de política exterior.  Cualesquiera que sean sus diferencias tácticas, éstas se reducen a que los demócratas son aun más ‘halcones’ en su postura respecto a Rusia a corto plazo. 

Queda por verse cómo reaccionará Beijing ante la más reciente movida estadounidense.  Lo que sí podemos anticipar es que todas las potencias capitalistas seguirán su carrera desenfrenada para armarse hasta los dientes.  La lógica inherente del capitalismo lo lleva a la guerra.  No es una cuestión de la voluntad subjetiva de tal o cual líder mundial sino el producto de un sistema que ha agotado toda capacidad de aportar al bienestar humano y que ahora agoniza como manifestación de su fase prolongada de descenso histórico.  Como hemos advertido, y la historia ha probado una y otra vez, los crecientes conflictos comerciales y económicos entre rivales capitalistas no son más que el preludio a las guerras.  Dada la escala y fuerza destructiva de los armamentos modernos, las consecuencias de un conflicto entre potencias capitalistas serían devastadoras para el planeta.  Únicamente la clase obrera internacional, armada ideológica y políticamente, puede detener la inminente hecatombe que se nos viene encima.

Artículos Relacionados

Leave a reply

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí