Por Carlos Borrero
Como era de esperar, el gobierno chino hizo pública este lunes su intención de imponer aranceles sobre importaciones desde EEUU valoradas en $60 mil millones a partir del primero de junio como represalia a la decisión por Washington tomada la semana pasada de intensificar la guerra comercial con su competidor asiático. Beijing decidió responder a la administración de Trump con aranceles de 25% sobre una variedad de productos estadounidenses.
Muy contrario al discurso oficial, el impacto negativo de estos nuevos aranceles sobre los consumidores sigue siendo significativo con las presiones inflacionaria en innegable aumento. En un estudio reciente realizado por investigadores de la Reserva Federal de Nueva York y las universidades de Princeton y de Columbia, se resalta que el consumidor estadounidense ha sufrido la carga de la guerra comercial con aumentos en los precios de varios bienes básicos. Según su análisis, la guerra tarifaria le cuesta a los consumidores $1.4 mil millones cada mes. En otras palabras, una familia obrera típica que ha visto durante tres décadas una congelación de salarios reales junto con la reducción de beneficios y la precarización del empleo ahora enfrenta un aumento dramático en los precios de bienes básicos como consecuencia del creciente conflicto entre potencias capitalistas rivales. Los gobiernos capitalistas no ofrecen ninguna solución viable para estos retos del diario vivir que enfrenta la gente humilde.
Es cierto que la política arancelaria también ha tenido un impacto negativo sobre algunos sectores de la clase capitalista misma. Varias corporaciones estadounidenses se han visto particularmente susceptibles a la más reciente escalada del conflicto comercial tales como el fabricante internacional de electrónicos, Apple, y Caterpillar, una compañía que produce equipo y maquinaria agrícolas. Ambas corporaciones experimentaron bajas significativas en los mercados bursátiles esta semana. Además, grandes cadenas minoristas como Macy’s han advertido que si la administración estadounidense cumple con su plan para imponer aranceles de 25% sobre unos $300 mil millones de importaciones chinas adicionales en junio, sufrirán pérdidas significativas.
Como respuesta a estas preocupaciones, la administración en Washington ha insistido en que la Reserva Federal baje su tasa de interés principal al mínimo para así canalizar aun más dinero barato hacia los grandes bancos y corporaciones. Tal parece que la única solución que proponen los capitalistas es seguir promoviendo la burbuja especulativa en la bolsa mediante la política monetaria. Dicha movida, que también reduciría el valor del dólar en los mercados internacionales, y por tanto ayudaría al sector exportador estadunidense, corre el riesgo muy real de ampliar la guerra comercial a una de divisas en que cada potencia buscaría manipular el valor de su moneda para obtener ventajas comerciales.
Fue particularmente significativa en este más reciente episodio del conflicto la decisión china de incluir el gas natural licuado (GNL) como parte del grupo de productos estadounidenses sobre el que impondrán las nuevas tarifas de 25%. Tal aumento efectivamente detendrá nuevas exportaciones de GNL desde EEUU a China.
En los últimos años Estados Unidos se ha convertido en un importante exportador mundial del gas natural licuado. La China es el importador número dos mundial del GNL. La exportación del GNL por EEUU se despegó en 2016 y para principios del año en curso llegó a tener capacidad para producir 34M toneladas con 50M adicionales aun bajo construcción. La combinación de nuevos métodos de extracción de gas natural como el fracking y la masiva inversión en plantas de conversión para licuarlo, así como la construcción de terminales para el envío, han transformado la costa del golfo en un centro importante para la exportación de GNL. Lugares como Sabine Pass, en Luisiana, y Corpus Christi, en Tejas, se han vuelto sinónimos de la nueva presencia estadounidense como centro de exportación del GNL.
Sin embargo, la masiva inversión de capital que requiere la industria gasífera también impone la necesidad de contratos de compra garantizados a largo plazo como condición obligatoria para asegurar a los inversionistas, particularmente en el sector de exportaciones. La capacidad adicional para la producción de GNL bajo construcción actualmente no será realizada sin nuevos mercados. Al momento, sólo una compañía china, una división de la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC) ha firmado un contrato a largo plazo, hasta el 2043, con un suplidor estadounidense, la Cheniere.
Con la intensificación de la guerra comercial con EEUU, el régimen en Beijing cada vez más busca suplir su mercado con el gas natural de competidores, como fue el caso cuando la CNPC anunció el año pasado que entró en un joint venture con la compañía rusa Novatek para explotar los yacimientos de gas en el Ártico. Nada de esto debe parecerle ajeno al público puertorriqueño ya que cualquier pérdida de mercado que sufre el gas natural estadounidense en el mundo sólo aumentará el celo con que estos mismos intereses impulsen la conversión de su colonia caribeña en un paraíso para los monopolios gasíferos. De hecho, con este ejemplo podemos ver con mayor claridad que el único camino hacia delante para la revolución de energía verde que los ambientalistas proponen es a través del socialismo.
Como hemos resaltado en varias ocasiones, la intensificación de las guerras comerciales es la expresión de profundas contradicciones en el seno del sistema capitalista mundial mismo. Aunque sean los que más dominan los titulares, los choques comerciales no se limitan a aquellos entre EEUU y China. La semana pasada EEUU impuso aranceles de 17% sobre tomates mejicanos para apuntalar a agricultores en el estado de Florida. Y a pesar de aplazar su decisión final unos seis meses, la administración de Trump sigue contemplando la imposición de aranceles sobre los automóviles importados desde el Japón y Alemania. En cada uno de estos casos los gobiernos capitalistas impondrán sobre las masas la carga de su política. Y con cada escalada de estos conflictos el mundo se acerca más a un escenario en que la confrontación económica se vuelve en militar.