Por: Mireya Cárdenas
Durante los pasados días, los periódicos del país han reportado un aumento en los casos de violencia machista en Puerto Rico. Según los medios oficiales, han aumentado a 21 los casos de asesinato de mujeres en manos de sus parejas o ex-parejas en lo que va del año. Si tomamos en cuenta las denuncias de varias organizaciones feministas en cuanto a la total desconfiabilidad de las estadísticas oficiales y la casi imposible recopilación de datos confiables tras el paso del Huracan María, no nos debe sorprender que el cuadro actual de violencia en Puerto Rico, particularmente hacia las mujeres pobres y obreras es imposible de esconder o minimizar y será como tal manipulado a la medida de los intereses de la clase que nos gobierna. Sabemos los comunistas que son muchos los desechos del capitalismo, pero pocos revelan tan elocuentemente su rostro aberrante como el sexismo y la violencia física hacia la mujer. Afortunadamente, el materialismo dialéctico e histórico nos ha dado la llave para entender el carácter de la opresión de la mujer acorde a los sucesivos medios de producción en la historia y por tanto, la guía para la liberación junto a la emancipación de la clase obrera. Es decir, la lucha por nuestra emancipación es inseparable e impostergable en cuanto a la lucha para poner fin a la explotación capitalista.
Vemos como la prioridad que se le da actualmente en los medios burgueses a reportar y denunciar casos individuales de abuso y violencia a la mujer tiene una calidad bastante episódica: esto es, cuando institucionalidad burguesa le parezca idóneo conmemorar o concientizar a través gestos vacíos el problema de la violencia machista, lo hará, utilizando el feminismo para su intereses. No es poco común que reporten los crímenes contra mujeres con tono de condenación clasista y casi siempre sin reconocer que las mujeres obreras que enfrentan toda esta violencia, desigualdad y discrimen son las víctimas de una larga y continua guerra de clases librada por la clase capitalista contra las mayorías trabajadoras del mundo. No nos dicen nunca los medios que extirpando esa raíz, que es el capitalismo, comenzaremos verdaderamente eliminar el problema.
Los medios burgueses permitirán, claro está, un feminismo de denuncias vacías y abstractas sin recordarnos que es condición necesaria para nuestra emancipación la revolución socialista y el poder obrero. Harán la denuncia sin recordarnos que fueron los fundadores del socialismo científico, Marx y Engels, quienes analizaron la situación de la mujer sobre bases claras verdaderas: probaron que la condición de la mujer era una cuestión de clase reflejada en la superestructura legal, política, ideológica y cultural de la sociedad capitalista. Ambos, Marx y Engels, fueron pioneros en enfatizar que el desarollo de una determinada sociedad se medirá por el grado de participación de la mujer y que las conquistas logradas por las mujeres tienen un nexo orgánico con la lucha por el socialismo.
El feminismo burgués, claro está, busca despojar el contenido de clase y negar o usurpar tal nexo. Por eso no nos quedamos contentas con el mero gesto de la denuncia; sabiendo las causas descritas por el gran camarada feminista Engels: la mujer conoció por primera vez la desigualdad con el establecimiento de la primera sociedad de clases, que trajo un particular ordenamiento de la familia y el estado sobre las bases de la propiedad privada. Los medios burgueses ofuscan la verdad: el capitalismo y todas las sociedades de clases anterior a éste se mantuvieron y se mantienen aún gracias a la explotación del trabajo y no a partir del género determinado de cada quién. La dominación primordial comienza y acaba con la apropiación privada de toda la riqueza socialmente producida ¡no en los cuerpos de las personas!
Es de notar particularmente que en esta semana los medios burgueses ha caracterizado este aumento en la violencia machista como una emergencia nacional, por lo cual varias organizaciones han optado por convocar protestas con el fin de apelar al gobernador en los próximos días para que “haga algo” y declare “un estado de emergencia”. Vemos como de súbito la prensa burguesa reporta como hecho saliente el asesinato de dos mujeres en un mismo día este pasado martes. Este pasado jueves, los medios publicaron la agresión de una mujer acuchillada en una gasolinera en San Juan por cinco sujetos.
Todo esto igualmente coincide con la cercanía del 25 de noviembre como el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres; jornada instaurada desde el 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas en recordación al asesinato en 1960 de las tres hermanas Mirabal por el Dictador Trujillo en la República Dominicana. Este día conmemorativo se da con el fin de convocar a los gobiernos y organizaciones no gubernamentales a sensibilizar la opinión pública sobre el problema de la violencia contra la mujer. Ya está echado a andar, desde la oficialidad burguesa, un episodio que movilizará, a nivel tanto local como internacional, a una miríada de organizaciones feministas liberales para realizar las esperadas denuncias sin confrontar que al capitalismo y la propiedad privada como raíz y causa de nuestra explotación.
En este sentido, las comunistas insistimos en que el feminismo burgués se quedará siempre corto para nuestras aspiraciones. No nos satisfacen la meras denuncias de violencia, repetidas cada mes y cada año, sin que se tome en consideración su origen, razón y raíz que es la explotación de nuestra clase. Nuestra tarea es dar los pasos que sean necesarios para desligarnos del feminismo burgués y su discurso dominante: sólo la organización clasista y la lucha organizada de los trabajadores en su conjunto pondrá fin al capitalismo y en término, a todas las manifestaciones de violencia que el sistema prohija.
La violencia machista no conoce de un género o un cuerpo en particular. La violencia machista la sufre todo el mundo y nos perjudica en conjunto, manifestándose variadamente de forma verbal, psicológica (pasivo-agresiva) y física. Sin embargo, son las mujeres trabajadoras quienes que más la padecemos. La padecen con especial fuerza aquéllas entre nosotras que tienen que vivir y criar hijas e hijos con los mínimos recursos, quienes que no pueden mudarse de casa, de trabajo, de ciudad o país, quienes sufren una total dependencia económica y viven con el miedo constante del sometimiento a otro, ya sea pareja, miembro de la familia o jefe; quienes entre nosotras y con toda razón deciden callar su denuncia sabiendo que su situación no cambiará y en todo caso, significará aún más victimización, agresiones, represalias o discrimen. En el ámbito laboral la violencia machista opera con toda impunidad a pesar de las políticas y las leyes que la sancionan, y a eso se le une el trabajo reproductivo, el trabajo doméstico y la mercantilización de nuestros cuerpos, pues todo en el sistema capitalista está mercantilizado. Todos estos obstáculos, en mayor o menor grado, impiden que más mujeres se desarrollen plenamente en la militancia revolucionaria y engrosen las filas del Partido Comunista.
Es claro que la legalidad burguesa con toda y la igualdad formal que engalana sus ya desprestigiados tribunales e instituciones no puede ni podrá combatir la violencia machista: la ley misma, con todo su avance e ïgualdad consagrada, ha llegado a los límites de su propio progresismo. La paridad jurídica entre los géneros en esta sociedad de clases ciertamente ha logrado avances sociales en el ámbito educativo, laboral y doméstico para nosotras y en mayor grado a las mujeres burguesas, pero ha puesto fin a cualquier otro adelanto real para la gran mayoría, las clases explotadas. El reconocimiento de la igualdad entre los géneros ha perfeccionado y desarrollado el derecho de familia ante los nuevos desarrollos, pero se reniega tenazmente, en términos de la realidad concreta, a instrumentar la verdadera igualdad porque ello es sencillamente incompatible con el sistema actual de explotación.
A las mujeres trabajadoras se nos sigue persiguiendo por luchar por nuestra independencia y bienestar, por lograr y mantener un trabajo, y hasta por mostrar mayor liderazgo en la casa, en las organizaciones y en los centros de trabajo. A las mujeres se nos castiga y hasta se nos tortura y asesina en todos los confines del mundo tan pronto que nos opongamos a las normas de la burguesía y a sus imposiciones de sus normas y su moral.
La violencia machista se perpetúa gracias al sistema de explotación capitalista, por lo que si bien formalmente la burguesía feminista se jacta denunciando el síntoma pero nunca la enfermedad, las comunistas sabemos que la liberación de violencia imperante contra nuestra clase y las capas populares de la sociedad es imposible dentro del capitalismo, pues es éste el verdadero opresor, discriminador y explotador de todo el género humano. Los medios de prensa al servicio del feminismo burgués seguirán con sus cantos de sirena, proclamando la concienciación de la violencia, reportando a su conveniencia los casos y las estadísticas sobre la epidemia de violencia que arrasa el país entero. Sin embargo, lo cierto es que no darán solución alguna porque solamente se pretende crear válvulas para la insatisfacción social y poder así gestionar un mejor capitalismo, no eliminarlo.
Nuestra lucha como mujeres trabajadoras no puede ser ajena a la lucha del conjunto de la clase obrera. Solamente mediante la organización con el resto de nuestra clase explotada seremos capaces de alcanzar nuestra la liberación del yugo de explotación capitalista y poner fin a la violencia que todos padecemos. No existe lucha viable para nuestra emancipación si es una separada o antagónica a la lucha de clases: es la lucha de clases y no la de los sexos nuestro más poderoso instrumento de emancipación. La única lucha posible es una lucha de carácter revolucionario de clase. Aceptamos como reto necesario trabajar por la organización obrera junto a nuestros compañeros. Reconocemos que la clase obrera organizada es única fuerza social con la capacidad de asestarle los golpes necesarios a la clase capitalista y a los monopolios que rigen nuestras vidas. Las comunistas afirmamos que sólo organizándonos como clase junto a nuestros compañeros podremos reivindicar nuestros derechos y ponerle fin a la violencia machista en todas sus formas.
También como mujeres comunistas, reconocemos que es prioridad discutir junto a nuestros compañeros de lucha la estrategia y táctica que habremos de utilizar ante el acelerado deterioro de la posición de la mujer bajo las condiciones actuales de la crisis capitalista en Puerto Rico. Reconocemos que es un asunto que merece atención especial de todos y no sólo es responsabilidad de las mujeres, porque incide no sólo en nuestra vida y trabajo sino sobre la vida de muchos otros, empezando por el núcleo de las familias obreras en general.
Las comunistas vemos la necesidad impostergable de luchar por la organización obrera hasta el fin de la explotación capitalista, pues es nuestra única apuesta hacia un futuro que nos pertenezca, y que le pertenezca a nuestras hijas e hijos, y a todas las generaciones futuras. Como obreras lucharemos por un país para la mayoría trabajadora y los sectores populares, pues el capitalismo ha llegado a su fin histórico y la violencia machista en Puerto Rico y el resto del mundo es una prueba clara de ello.
iPor la revolución socialista! iSocialismo o Barbarie!