Por Coral Ríos
El plástico, ese material compuesto por polímeros de distintos tipos de resinas, nos ha acompañado a través del desarrollo del capitalismo desde que fuera creada por primera vez a mediados del siglo 19. Los capitalistas encontraron en el plástico un material económico, moldeable e indestructible para crear nueva mercancía de todo tipo y empaques para las mercancías mismas. La mitad del plástico en el mundo proviene de los empaques de otras mercancías.
El lucro que representa el plástico para los productores de mercancías ha provocado una imposición de este material a la población mundial. Esta imposición burguesa capitalista es responsable de los trece millones de toneladas de plástico que son vertidos en nuestros océanos anualmente. Las multinacionales que más contaminan los océanos con plástico son Coca Cola, Pepsi y Nestlé.
Algunos plásticos pueden tomar miles de años en descomponerse. Durante ese periodo, muchos organismos del ecosistema marino y terrestre se ven afectados causando por ende un impacto inevitable en nuestra alimentación y vida cotidiana.
El plástico no solo contamina en su estado íntegro, sino que su descomposición gradual va liberando al ambiente partículas de plástico que se enlazan químicamente con los organismos vivos provocando mutaciones y efectos a largo plazo que aún se investigan. Según la National Geographic, los microplásticos se han encontrado en el 90 por ciento de las marcas de sal de mesa muestreadas alrededor del mundo.
Aún con los esfuerzos realizados a nivel mundial, solo un nueve por ciento de los 9 mil millones de toneladas de plástico en el mundo ha sido reciclado. La industria de reciclaje, otro subproducto de la mercantilización de los desechos capitalistas, ahora se encuentra en su peor momento. Con los últimos cambios en China el panorama local e internacional podría empeorarse.
Los cambios exigen al colector inicial del material, dejarlo libre de contaminantes, labor que antes China realizaba con mano de obra barata local. Esto ha provocado que los precios del papel y el plástico colapsen por lo que no vale la pena para muchas compañías limpiar los materiales y estos están siendo desechados en los vertederos.
En Puerto Rico, se estima que cada persona genera alrededor de 2 mil libras de basura anuales. El mal manejo de los desperdicios sólidos de la administración colonial ha provocado que, a la fecha, 13 de 29 vertederos existentes hayan recibido una orden de cierre emitido por la Agencia para la Protección Ambiental Federal (EPA).
La Ley para la Reducción y el reciclaje de desperdicios sólidos en Puerto Rico de 1992 establece que para el 2002 debíamos recuperar 35% de los materiales reciclables del vertedero, pero de esta meta a penas se alcanzó un 14 por ciento en su mejor momento. Resulta evidente que, aunque la creación de leyes es muy importante, más importante es su cumplimiento. Por esta razón, no debemos ingenuamente recostarnos de la casa de las leyes ni de funcionarios ineptos para nuestra subsistencia.
El capitalismo convulsa en esta época que los medios anuncian como apocalípticos haciéndonos creer que no existen salidas a los problemas que han provocado. Pero no hay solo una, son muchas las soluciones y las acciones que debemos dirigir la clase trabajadora para organizarnos a nivel de base en nuestras comunidades, con nuestros vecinos, familiares y compañeros y compañeras de trabajo para luchar contra estos problemas.
Un hallazgo alentador a esta crisis ambiental provocada es el descubrimiento en años recientes de bacterias que “comen” plástico. Como resultado, ya se han elaborado enzimas y moléculas en laboratorio para este propósito. Así mismo se investigan otros organismos multicelulares con la misma capacidad. Actualmente, varias ONG’s se encuentran también removiendo plásticos de los océanos como otra medida remediativa al problema. En algunos países se comienzan a desarrollar platos y utensilios comestibles y la tecnología de plásticos biodegradables continúa su desarrollo. No existe una solución fácil a los problemas impuestos por el capitalismo, pero la clase trabajadora tiene la capacidad de superarlos utilizando todas las herramientas que tiene disponible a su alcance.
La incineración de basura, una de las iniciativas propuestas para aliviar el problema en Puerto Rico, fue rechazada por las comunidades locales ya que representa una amenaza al ambiente y la salud. Esta tecnología deja suspendidas partículas tóxicas en el aire, genera gases de metano y crea más problemas de disposición de cenizas toxicas. Se estima que de cuatro toneladas de residuos incinerados una tonelada de cenizas tóxicas es producida.
Algunos apuntan a disminuir el consumo, lo cual es una medida que se puede desarrollar a nivel individual o colectivo. Las acciones locales, a nivel de comunidad o centro de trabajo tienen el potencial de provocar impactos económicos cuando se convierte en una estrategia orquestada a nivel regional o nacional. Pero no se debe descansar en estrategias economicistas como una solución absoluta a un problema ocasionado por el orden mundial.
La ONU insiste en que los gobiernos necesitan establecer políticas fuertes que conduzcan a una producción circular del plástico. Estas medidas son sin duda importantes para poner orden al descontrol mercantil a corto plazo, pero tampoco son una solución absoluta a un problema de tentáculos profundos. Mientras la economía internacional dependa de la explotación de los trabajadores y trabajadoras y se base en la acumulación de estas riquezas usurpadas, continuaremos sufriendo los efectos socioeconómicos y ambientales del capitalismo.
La historia de la humanidad nos ha demostrado que nuestra capacidad de crear tecnología es infinita. Se ha construido un conocimiento encima de otro a través de los años por medio de esfuerzos científicos que en muchos casos costaron la vida y honra de trabajadores de la ciencia no reconocidos por la historia. ¡Cuántos hallazgos científicos no han sido condenados por la sociedad! ¡Cuántos hallazgos científicos no están ocultos hoy por intereses burgueses! Las soluciones existen, pero están cautivas en las manos de los poderosos.
Las comunistas entendemos que la inevitable evolución del sistema económico actual hacia un nuevo orden mundial socialista brindará un sistema basado en una producción planificada que cubra las necesidades de la humanidad y resuelva los problemas que aquejan el ambiente y a la sociedad. Solo un estado socialista puede garantizar eso para la clase trabajadora porque es ella misma – no la burguesía- la administradora de sus recursos. Por eso, el Programa Político del PCPR demanda la planificación y coordinación científica de todos los bienes y además exige la nulidad de todos los contratos que privaticen los recursos naturales y empresas públicas. Además, establece los mecanismos organizativos y participativos para llevar a cabo decisiones democráticas desde las bases comunitarias. Hasta que la ciencia y la tecnología no estén en manos de quien la producen, las trabajadoras y trabajadores del mundo, continuaremos luchando por lo único que tenemos, ¡la vida!