Por Carlos Borrero
Tal y como las ilusiones liberales sembradas durante ocho años de la administración de Obama terminaron allanando el camino para Trump, así también los 14 años del gobierno del llamado Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil crearon las condiciones para el ascenso de un régimen ultra derechista en Brasil. La victoria electoral del ex militar y miembro de la dictadura, Jair Bolsonaro, no sólo puso en evidencia la bancarrota política del PT y toda la tendencia internacional del cual éste es representativo, sino también ofrece importantísimas lecciones para la clase obrera sobre la función objetiva del liberalismo como mecanismo para desorientar a las masas y afianzar la dominación del sector más reaccionario de la clase capitalista.
El anticipado ascenso a la presidencia de Bolsonaro, candidato del Partido Social Liberal (PSL), resultó del gran descontento popular con el PT, partido politico que durante más de una década sirvió como el principal instrumento de la burguesía brasileña para llevar a cabo su dominación. Al igual que otros gobiernos “de izquierda” en América latina, el PT llegó al poder montado en una ola de altos precios para bienes básicos la cual resultaba en jugosas ganancias para los monopolios estatales. En un esfuerzo por desviar la lucha de clases de los trabajadores de objetivos más radicales, el gobierno del PT llevó a cabo una serie de reformas sociales y económicas menores las cuales se basaban en una coyuntura de condiciones favorables dentro del mercado internacional para bienes primarios. Fueron estas reformas que le ganaron elogios de los grupos pequeñoburgueses radicales a través del continente que intentaron sembrar ilusiones sobre el PT y otros partidos similares entre los trabajadores. Sin embargo, una vez cambiaron las condiciones del mercado internacional, las ilusiones progresistas del PT se hicieron añicos y su corrupción rampante ya no pudo quedar oculta.
Los sucesivos escándalos de corrupción que sacudieron al PT en años recientes, así como sus repetidas alianzas políticas con elementos de extrema derecha mientras abandonaba cada vez más sus pretensiones radicales, demostraron a las masas brasileñas de hecho que era un partido burgués más, disfrazado de representante de las masas trabajadoras. Las repetidas traiciones a las masas por parte de los sucesivos gobiernos del PT crearon el vacío político en que Bolsonaro se insertó proyectándose ante las masas como el candidato “de cambio”; un hombre fuerte capaz de poner orden a la casa y eliminar la corrupción del establishment brasileño.
Sin embargo, si los resultados de los comicios del fin de semana pasado dejaron claro el repudio de las masas brasileñas del PT, algo particularmente evidente en los históricos centros de su poder en Sao Paulo y los distritos obreros dentro de las otras ciudades principales de la franja industrial del país, demostraron también la antipatía de grandes sectores de la población hacia el ultra derechista Bolsonaro. Bolsonaro ganó con 55% del voto en unas elecciones en que 30% del electorado (40 millones de personas) abstuvieron, una de las tasas de abstención más altas en la historia del Brasil moderno. (Se recuerda que en Brasil el acto de votar es obligatorio.)
De hecho, ninguna de las principales alternativas electoreras en Brasil ofreció a las masas una salida progresista a las crecientes dificultades que enfrentan. Por un lado, se encontraba el PT, completamente corrupto y políticamente en bancarrota. Por el otro, se presentaba el abiertamente fascista Bolsonaro quien ha prometido reducir pensiones, llevar a cabo privatizaciones de industrias estatales, y desatar a las fuerzas policiacas y militares para liquidar a los sectores más conscientes y revolucionarios de la clase obrera, la verdadera “izquierda”, además de cualquier otro brote de protesta popular.
La gran lección política para las masas obreras en Brasil, además de aquellas en Grecia con Syriza, Venezuela bajo las varias manifestaciones del chavismo, Bolivia con Morales, etc., es la necesidad imperiosa de organizarse independientemente bajo un programa revolucionario internacionalista y socialista, libre de las influencias de elementos pequeñoburgueses y burócratas sindicales vinculados a los capitalistas.
La experiencia de Brasil demuestra una vez más cómo el liberalismo siembra ilusiones en soluciones falsas contenidas dentro de los parámetros de la explotación capitalista que una vez se estallen dejan a las masas obreras desorientadas a merced de las fuerzas de la extrema derecha. Tal y como los capitalistas recurren a los partidos y las figuras liberales para desviar a las masas de objetivos revolucionarios durante momentos de auge en la lucha de clases así también instalan regímenes de extrema derecha en tiempos de crisis económicas y políticas cuando sientan que los políticos liberales hayan perdido su influencias sobre la población.
La reorganización revolucionaria de las masas obreras en Brasil tendrá que darse ahora bajo unas condiciones muy difíciles. Sin embargo, dicha reorganización sólo puede llevarse a cabo sobre la base de una asimilación crítica de las experiencias de la última década y media bajo el gobierno del PT.