Por Rosa Rojas
En medio del caos con que dio inicio el año escolar en el sistema público, ha pasado casi desapercibida la crítica situación para el estudiantado universitario y los sectores laborales del sistema UPR. Un inicio matizado por aumentos de matrícula cercanos al 100%, plantas físicas en avanzado estado de deterioro, junto con una acelerada erosión en las condiciones laborales tanto para docentes, como empleados.
El inicio del nuevo año académico coincide con la puesta en vigor del Plan Fiscal (PF) aprobado por la Junta de Wall Street (JWS) el cual entre otras medidas de austeridad impone severos aumentos en el costo de matrícula. A pesar del oportunismo de la administración universitaria con Walter Alomar a la cabeza, ya desde la incumbencia de su anterior presidente Urayoan Walker, ya se venían implementando medidas similares.
No obstante, con la puesta en vigor del PF el presupuesto consolidado de la UPR totaliza $1,364 millones, de los cuales $587 millones provienen de la fórmula que asigna el Fondo General, más $29 millones procedentes de asignaciones legislativas. A esta reducción significativa se le suman los cerca de $590 millones que la UPR ha dejado de recibir desde 2014 con la congelación de la fórmula utilizada para asignarle su presupuesto.
De más está señalar los intentos de lucha que ha planteado el estudiantado por los pasados dos años, que aún con toda su masividad y energía han resultado insuficientes para detener esta ofensiva. En aquel momento el estudiantado alertó sobre el aumento en el costo de matrícula que van de forma escalonada hasta el 2023. El PF según lo enmendó la JWS al final estableció el costo para crédito subgraduado de $58 a $115, maestría $175 y $200 para doctorado. Esta nueva tarifa coloca una matrícula de 18 créditos en aproximadamente $1,400.
Para agravar la situación, el monto de la deuda universitaria alcanza los $551 millones, para los cuales los pasados PF, y este no será la excepción, están dirigidos a utilizar el aumento escalonado de la matrícula para pagar a los bonistas. Esto se traduce en que esa significativa porción de ingresos no se utilizará para mejorar la calidad de las instalaciones ni mucho menos ampliar el ofrecimiento académico, ni mejorar las condiciones laborales.
Además, las medidas del PF incluyen recortes sustanciales en beneficios a empleados traducidos en aumentos en planes médicos, privatización parcial de los sistemas de retiro y la eliminación de la exención de matrícula para sus hijos. Esta última ha causado un enérgico rechazo de parte de la HEEND, que, amparándose en las negociaciones y en la ley universitaria, en su último boletín (2 de agosto de 2018) aseguró a la administración universitaria que “se tienen que respetar los acuerdos entre las partes o no habrá paz en la universidad”. Tal parece que la discusión ha subido de tono ya que la administración universitaria ha respondido “aclarando la aclaración” de la HEEND tildando de “violentos” a los miembros del sindicato por sus denuncias. Quienes a su vez han señalado que la verdadera violencia viene de la administración al violentar el convenio vigente.
Aun reconociendo que la HEEND ha entrado finalmente en contradicción con sus patronos de la administración, comete el error de personalizar la controversia dirigiendo sus ataques hacia Walter Alomar. Esta personalización pudiera servir de mecanismo de agitación a sus matrículas, pero se queda corta al no señalar que el enemigo se esconde tras la administración universitaria y que la controversia va mucho más allá de las exenciones de matrícula para su prole. Esta visión contribuye a la fragmentación de la lucha y los aísla frente a los reclamos de otros sectores laborales y estudiantiles.
La lucha fragmentada por sectores ha caracterizado el papel tímido y subordinado de los trabajadores de la UPR a las tácticas de las organizaciones de la pequeña burguesía que hegemonizan “la lucha universitaria”. Esta fragmentación de los sectores laborales para luchar unitariamente tiene raíces profundas y que no se podrán superar fácilmente. Esas contradicciones se extienden además al estudiantado y los sindicatos universitarios, quienes en ocasiones han visto sus intereses encontrados, ya sea por el oportunismo de sus dirigentes o por visiones “vanguardistas” que no toman en consideración los intereses de todos los sectores en su conjunto. Sin embargo, mientras la lucha universitaria esté dominada por el estudiantado y no sea organizada y dirigida por los trabajadores de la UPR, esta adolecerá de la profundidad necesaria para lograr objetivos organizativos que aglutinen los reclamos de todos los sectores a largo plazo.
Esta ofensiva en el ámbito universitario corresponde a la estrategia que vino a implementar la JWS de abaratar el valor del trabajo, en este caso, a los hijos de la clase obrera, limitando su acceso a la formación técnica. Este aumento de matrícula se vincula al achicamiento del acceso a la educación universitaria para lanzar a la gran masa obrera que viene a incorporarse al mundo del trabajo (de la explotación capitalista) al “mercado laboral” que se está configurando con estas medidas fiscales. Uno caracterizado por trabajos de baja formación técnica, pésimas condiciones de empleo y salarios bajos.
Sin embargo, el panorama no pintará muy alentador para el estudiantado que decida endeudarse para poder acceder a una educación universitaria ya que, al haberse bajado el valor del trabajo a nivel general, la remuneración para profesiones técnicas será relativamente baja independientemente del tiempo de preparación para dichas carreras. El caso de los médicos (no los capitalistas dueños de hospitales) son un ejemplo de esta situación.
Es por esto que los trabajadores universitarios deben continuar ampliando sus esfuerzos de organización independiente para poder enfrentar a la administración y sus alcahuetes. También deberán enfrentar y aislar todos los elementos enemigos de sus intereses generales dentro de sus filas. Solo con una organización sindical fuerte podrán aglutinar todos los sectores universitarios, incluyendo al estudiantado, alrededor de reivindicaciones que recojan sus necesidades y aspiraciones.
¡Organicemos consejos obreros!