Huelga carcelaria contra esclavitud moderna

Por Luis Soto

 

Este martes los presos en por lo menos diez y siete estados de EEUU se han declarado en huelga.  La acción huelgaria, cuyos organizadores anunciaron duraría unos diez y nueve días, fue organizada para comenzar en el 47 aniversario de la muerte del George Jackson, un afamado miembro de las panteras negras, y culminará el 9 de septiembre, el día en que se conmemora la rebelión carcelaria de Attica en 1971 la cual fue brutalmente aplastada por la tropa estatal de Nueva York bajo órdenes del entonces gobernador, Nelson Rockefeller.

Los organizadores de la huelga carcelaria, que incluye a los confinados en cárceles estatales, federales y los centros de detención para inmigrantes, han levantado diez demandas entre las cuales se exigen el pago de salarios justos, la mejora en las condiciones carcelarias, la restauración de las becas Pell (Pell Grants), y el derecho al voto.

De las 2.3 millones de personas encarceladas en EEUU, la población carcelaria más grande del mundo, aproximadamente 800.000 trabajan diariamente, la inmensa mayoría por centavos la hora en lo que constituye un forma moderna de esclavitud la cual genera $2 mil millones al año para los capitalistas.  Para dar un par de ejemplos, un preso en el estado de Florida recibe entre 20 y 55 centavos la hora mientras en Nueva York el salario promedio para un preso en de 62 centavos la hora.  El caso más infame de salarios bajos lo encontramos en el estado de Luisiana donde el rango inferior de la escala es 4 centavos la hora.

Con la acelerada expansión de la industria carcelaria privada, dominada por compañías como CoreCivic y GEO las cuales son financiadas por los más grandes bancos de inversión de Wall Street el uso del trabajo carcelario va en aumento, particularmente para satisfacer el afán de lucro del capital privado.  Así también va el abuso de la población carcelaria, que se ha aumentado gracias a los cabildeos a favor del endurecimiento de sentencias para crímenes no violentos y la criminalización de inmigrantes.  Además de la súper explotación, esta población cada vez está sujeta más a condiciones de hacinamiento, la falta de servicios básicos y la crasa indiferencia de autoridades al flagelo de la cultura pandillera dentro de las cárceles.

Las acciones planificadas por los presos activistas incluyen la cesación de labores, las sentadas pacíficas (Sit- ins), el boicot de compras de comisaría, llamadas, etc. y las huelgas de hambre.  Aquellos que participan arriesgan represalias de las autoridades como el confinamiento solitario y el abuso físico.  Ya se han reportado casos de organizadores entre la población carcelaria que han sido sujetos al confinamiento solitario debido a su activismo.

No es la primera vez en la historia reciente que los confinados en EEUU se organizan para una huelga.  En el 2016 más de 20.000 presos se declararon en huelga durante dos semanas en más de diez estados de EEUU.  Además de reclamar una mejora en las condiciones carcelarias tales como el hacinamiento y la falta de servicios médicos y educativos, los huelguistas entonces levantaron la demanda de poner fin al sistema del trabajo carcelario en que tanto las jurisdicciones estatales como las compañías privadas se benefician de la mano de obra baratísima del preso.

La abrumadora mayoría de aquellos que van preso provienen de las capas más pobres de la clase obrera.  La súper explotación de la población carcelaria resalta una vez más la hipocresía del sistema capitalista.  Mientras se les niegan a tantos un trabajo digno, educación de calidad y otros servicios esenciales para una vida plena, una vez encarcelados se les impone el trabajo súper explotador bajo condiciones que, lejos de servir para rehabilitar, en realidad enajena aun más a la persona.

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