Por Ismael Castro
Las tensiones sociales en Haití han llegado a un punto álgido en días recientes. El anuncio conjunto emitido por los ministros de Comercio y Economía el viernes pasado de un alza significativa en el precio de combustibles provocó varios días de motines espontáneos en la capital de Puerto Príncipe y otros centros urbanos como Cap-Haitien en el norte y las comunas de Les Cayes (Los Cayos), Jacmel y Petite-Goâve en el suroeste. Las alzas de 38% en el costo de gas, 47% para el diésel y 51% para el queroseno no sólo repercutiría en un aumento de los precios de todos los otros bienes básicos al igual que la transportación, sino que afectaría a otros aspectos fundamentales del diario vivir como el alumbrado nocturno.
La enorme acumulación de frustración y enojo entre las masas se expresó inmediatamente en la forma de protestas callejeras, algunas violentas, la quema a gran escala de vehículos además del incendio de algunos centros gubernamentales como un cuartel de la policía en el oeste, el saqueo de negocios y hoteles así como la erección de barricadas callejeras y en barrios enteros. A pesar de la violencia, se ha visto un número relativamente bajo de muertes hasta ahora, mayormente de civiles por las fuerzas de represión estatal. En un caso notable, el escolta de un político fue muerto por un grupo de amotinados que le habían rodeado el auto en que viajaban después de que éste, en un presunto acto de intimidación, se bajara y vaciara su arma tirando al aire.
Estos estallidos de furia entre las masas no son nuevos en Haití, el país más pobre del hemisferio. En la primavera de 2008 varios días de protestas masivas contra el alto precio del arroz, entre otros productos alimenticios, provocaron la destitución del entonces primer ministro, Jacques Alexis. Tal como en aquel entonces, varios informes noticiosos han recogido el sentir de las masas amplias en declaraciones como la de un manifestante quien afirmó ante las preguntas de un periodista internacional de Reuters, «La gente quiere poder comer!»
Detrás de la más reciente manifestación de furia masiva en Haití es la oposición popular a las medidas de austeridad dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) e impuestas actualmente por el gobierno del presidente Jovenel Moïse. En febrero del año en curso, el gobierno haitiano acordó con el FMI una reducción significativa de los subsidios para el combustible y mejorar la recaudación de impuestos supuestamente para redirigir fondos hacia el mejoramiento de infraestructura y la ampliación de servicios sociales.
Se debe recordar que a ocho años desde el devastador terremoto en que se murieron cientos de miles de personas y quedaron destruidos más de 200.000 residencias y treinta mil negocios, la infraestructura del país no se ha reparado al estado ya completamente insuficiente en que se encontraba antes del desastre. A pesar de la enrome muestra de apoyo y solidaridad genuina de las masas populares a través del mundo a favor de las víctimas en Haití, el carácter capitalista de los esfuerzos humanitarios oficiales a raíz del terremoto demuestran el hipócrita afán de lucro y en algunos casos la corrupción moral de las supuestas organizaciones benéficas internacionales. Por ejemplo, los casos de la Cruz Roja Americana, que recaudó $500 millones para construir carreteras, escuelas y cientos de residencias, entre otros proyectos, en Haití después del terremoto, sólo puede verificar la construcción de seis residencias permanentes. Otro ejemplo más recientemente es el de la OXFAM, cuyos trabajadores humanitarios se involucraban en el ya infame escándalo con prostitutas en Haití, entre otros lugares. Estos ejemplos emblemáticos demuestran la manera en que la avaricia capitalista desvirtúa los esfuerzos de las masas solidarias internacional. Hasta el día, de hoy hay más de 40 mil personas que siguen viviendo en campamentos bajo carpa ‘temporeros’.
La respuesta del ya debilitado gobierno haitiano después de la erupción de protestas populares era de esperarse. Por un lado, el primer ministro Jack Guy Lafontant, quien inicialmente declaró que el alza al precio de combustible era necesario para cuadrar el presupuesto, al ver la furia desatada después del anuncio del viernes se vio obligado el día siguiente a retractar temporeramente la decisión del gobierno. No obstante, dos recientes comunicados amenazantes de la Police Nacionale D’Haïti auguran la preparación de la ola represiva contra las masas que se está preparando.
Desde la gloriosa revolución de 1804, las masas obreras en Haití siempre han sufrido de la falta de una dirección política propiamente suya, consolidada, y capaz de canalizar la extrema miseria que se vive en el país hacia un proyecto revolucionario más amplio. Este es un problema común a través de toda la región caribeña en que las masas obreras, divididas por las fronteras nacionales artificiales y en algunos casos el lenguaje, comparten historias comunes de marginación y abusos además de sus experiencias diarias bajo la explotación capitalista. Tal como las causas fundamentales de la furia de las masas en Haití son las mismas que provocan el malestar popular en Puerto Rico, la lucha en ambos países, tal como en el resto de la región, es la misma.
La solidaridad de los comunistas y los trabajadores más avanzados en Puerto Rico con la lucha de las masas haitianas contra los dictados del FMI y sus secuaces en el gobierno capitalista representa la primera fase de una coordinación más estrecha entre sectores ‘nacionales’ de la clase obrera a través de toda la región del Caribe en lucha por llevar a cabo un proyecto de transformación social progresista y amplia. Para lograr tal cambio, se requieren una perspectiva internacionalista de la revolución que hace falta.
¡Qué la inmensa riqueza natural y humana de nuestra región se oriente de manera coordinada y planificada hacia la satisfacción de las necesidades más amplias de las masas obreras del Caribe!
Richès natirèl peyi nou an ak travay la nan moun yo pou benefis nan moun ki travay!
Una revolución como la del gran comandante Fidel Castro hace falta en Haití.
¡Que viva la revolución!