¿Qué relevancia tiene la resolución aprobada por el Comité de Descolonización de la ONU?

Por Rosa Rojas

Ayer se vio nuevamente en el Comité de Descolonización de la ONU el caso de Puerto Rico, organismo que ha aprobado 37 resoluciones durante los pasados 47 años a favor de su “libre determinación e independencia”. El comité aprobó por consenso, es decir, sin tener que llevarse a votación, una resolución exigiendo un proceso de libre determinación para Puerto Rico y a la vez denunciando como “la presente subordinación política impide tomar decisiones soberanas sobre la crisis humanitaria”. Como parte de los trabajos destacó la insatisfacción del organismo por la inacción de la Asamblea General en atender este reclamo en todos estos años.

Este año la resolución fue presentada por la embajadora  de Cuba y fue apoyada por varios bloques como la Comunidad de Estados Americanos (CELAC), el Movimiento de Países No Alineados además de varios países como Venezuela, Nicaragua, Siria, Ecuador y Bolivia. Se sumó en apoyo a esa resolución un representante de China. Si adjudicamos el papel que ha tenido la delegación cubana en este asunto, más el apoyo tradicional de gobiernos liberal-progresistas pertenecientes al ALBA, resulta interesante considerar los diversos motivos por los cuales los integrantes de estos bloques apoyan esta causa. Aunque hay un consenso entre ellos de golpear la credibilidad del gobierno estadounidense en materia de derechos humanos, particularmente de los países que han condenado históricamente el colonialismo en Puerto Rico, esta es solo una causa incidental.

Sin embargo, hoy se reveló un actor que no había entrado, al menos visiblemente, en la escena diplomática sobre el caso de Puerto Rico: China. El gigante asiático ha venido implementando una política de inversión en América Latina, que le ha convertido en el segundo socio comercial de la región luego de EEUU. Desde la década pasada han ido en aumento constante sus inversiones en países como Brasil, Perú y Argentina, pero que su alcance va desde Chile hasta México, pasando por la región Antillana con Cuba y Jamaica. Los sectores donde se han concentrado las inversiones chinas son principalmente en los de materias primas como el energético, alimentos y mineros.

Esta política de inversiones del gobierno chino, dirigida por el Partido Comunista de China (PCCH), está montada sobre la enorme tasa de ahorro que le independiza de financiamiento externo, un conjunto de empresas estatales que gozan de financiamiento abundante por parte del sistema bancario estatal. Esta política fiscal le ha procurado también la obtención de enormes reservas de divisas internacionales que rondan los $3,000 millones. Entre 2001 y 2016 China invirtió en la región latinoamericana cerca de $112,600 millones mediante sus gigantes estatales en el sector energético China Petroleum and Chemical (SINOPEC), China National Petroleum Corporation (CNPC) entre otras 230 empresas de capital público. Estos factores de carácter económico, incluyendo otras inversiones en el sector de construcción de infraestructura como el propuesto canal transoceánico en Nicaragua, hacen que la opinión china tenga peso en el asunto. Todavía está por verse si China “se le está colando” por el Patio trasero a EEUU, pero las recientes tensiones comerciales entre ambos países evidencian su creciente disputa por fuentes de materias primas y mercados.

Además de las representaciones de estos países, depusieron numerosas organizaciones independentistas, cuyo discurso no varió mucho en sus planteamientos y denuncias en contra del régimen colonial en Puerto Rico y sus consecuencias a raíz del paso de los huracanes Irma y María. Organizaciones como el MIHN planteaban como “la corrupción, el expolio, la indiferencia, la arrogancia y la avaricia, lo que ha causado no solo las muertes, sino la expulsión masiva de puertorriqueños de su nación”. Además, entre los deponentes estuvo el ex prisionero político Oscar López Rivera, quien aportó con sus denuncias el papel que juega la JWS en la privatización de empresas públicas del país.

Sin embargo, como pasa siempre con la denuncia liberal pequeño burguesa, esta se queda corta principalmente porque no se condena el régimen capitalista como la causa principal de todos los males que engendra el colonialismo en Puerto Rico en particular, y a las masas obreras en el mundo en general. Precisamente el plantear el colonialismo como un crimen, pero sin vincularlo directamente, como resultado del sistema de explotación actual, resulta el flanco más débil y característico de este sector y sus representantes políticos.

Si bien los comunistas en Puerto Rico hemos señalado  en nuestro  programa la necesidad de lograr la independencia política y la inmediata evacuación de todo poder extranjero en nuestro país, la señalamos como una tarea histórica que solo la clase obrera podrá asumir y llevar a término. En ese sentido, se queda doblemente coja la denuncia del sector independentista porque niegan el papel y potencial revolucionario de la clase obrera. Si no más bien, pretenden asumir la dirección de la lucha señalando tácticas erradas y vacías de contenido revolucionario. Esto sin hablar de su fe ciega en las estructuras parlamentarias y de poder político de la burguesía como la ONU.

Lo prueba el hecho de que todos los años hagan esta peregrinación, así como de otros trabajos internacionales, sin trabajar en fortalecer la organización política de las masas dentro de Puerto Rico. Mientras no se organice y fortalezca una verdadera oposición política dirigida por la clase obrera  y apoyada por las masas que sirva de expresión internacional de la lucha, todos estos esfuerzos carecen de contenido material que los lleve adelante.

Es por esto que defendemos el derecho de la colonia a separarse de la metrópoli como principio democrático y no como objetivo final. Visualizamos la independencia atada a la lucha de la clase obrera en Puerto Rico, como parte del escenario internacional en la lucha por el socialismo. Es decir, que no aspiramos a una república burguesa que continúe, e incluso que intensifique, la explotación sobre la clase obrera. Sino más bien un sistema de unión política entre países basada en el internacionalismo obrero orientado hacia la satisfacción de las necesidades de las masas y nuevas formas de organización política.

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