Por J. del Cabral
El reciente arresto y encarcelamiento de Luiz Inácio “Lula” da Silva ex-presidente de Brasil (2003-2010) ha conmocionado al mundo. Hemos podido observar decenas de declaraciones de repudio al proceso judicial llevado a cabo por corrupción en su contra. Los defensores de “Lula” argumentan que todo es una simple persecución política, con la intención de impedir su futura postulación a la presidencia. Otros tantos, sobre todo los reformistas fuera de Brasil, le adjudican a este ex-presidente el haber sido el que redujo la pobreza y transformó al país en una sociedad pos-neoliberal. No obstante, los datos de su gestión administrativa contradicen totalmente dichas afirmaciones.
La “conmoción mundial” es en realidad un llamado de preocupación por parte de los representantes de un sector de la burguesía. Las encuestas en que Lula se destaca como ‘favorito’ para las elecciones venideras reflejan un descontento masivo con todos los partidos en Brasil. No es que Lula goce de un apoyo masivo sino que es el menos odiado de entre varios líderes de los Partidos oficiales que sólo inspiran antipatía y desconfianza.
Una de las dimensiones que poco se mencionan a la hora de evaluar el periodo de gobierno del “Partido dos Trabalhadores” es el de las alianzas de clase que el PT realizó durante su gestión gubernamental. En el análisis final, los lazos que el PT forjó con organizaciones tanto de izquierda como de derecha fueron el reflejo de su propia composición de clases interna. Lejos de representar exclusivamente a los trabajadores como sugiere su nombre, el PT siempre ha sido un intento de agrupar dentro de su seno unos intereses de clase antagónicos e irreconciliables. Tan es así que los jueces reaccionarios que hoy condenan a Lula fueron nombrados por él o su partido.
Desde el principio de su fundación en el 1980 el PT venía haciendo acuerdos con otras organizaciones. Entre esos pactos se encuentran varias corrientes “progresistas”, reformistas y “comunistas” – comunistas en nombre pero reformistas por sus acciones – que se juntaron y apoyaron la candidatura de “Lula”. Sin embargo, estas tendencias no son las que nos interesan discutir en estos momentos. Basta con señalar que el oportunismo político de estas organizaciones “de izquierda” ha quedado al descubierto ante el mundo. Lo que nos interesa resaltar es la alianza que el PT estableció con el “Partido do Movimento Democrático Brasileiro”, PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasilero). Este “movimiento” tiene en su interior varios sectores de la pequeña y gran burguesía brasileras. De aquí surge el que ocupó el puesto de presidente luego del derrocamiento de Dilma Rousseff: Michel Temer.
Lo que es trascendental tener en consideración es que este PMDB estuvo desde sus inicios al lado del PT. En las elecciones del 2010 Michel Temer apareció en la papeleta, junto a la candidata del PT Dilma Rousseff, al cargo de vice-presidente de la república. La dupla Rousseff-Temer ganó ese sufragio constituyendo su primer gobierno; compartiendo también su segundo mandato, el que no terminó gracias a la destitución de Rousseff, quien irónicamente fue sustituida por su gran “aliado”, el ex vice-presidente Temer.
La alianza PT-PMDB sirvió por un lado para apuntalar a los elementos de derecha dentro del seno del primero, y, por el otro, señalar a la burguesía brasilera que nada tenía que temerle a los “radicales” del PT a pesar de su retórica. En este sentido, es importante recordar que el PT se fundó para estabilizar el capitalismo nacional en Brasil. Si bien hubo conflictos entre los intelectuales pequeño burgueses y burócratas sindicales por un lado, y los elementos de la derecha por el otro, todos coincidieron en la aspiración de llevar hacia delante un proyecto de capitalismo nacional basado en el papel dirigente de los grandes monopolios vinculados al Estado capitalista.
¿Puede sorprender que fuesen sus aliados los que organizaran el golpe de estado y el eventual juicio y encarcelamiento de “Lula”? A ningún socialista o comunista debe tomarlo por sorpresa porque lo que ha sucedido con el PT es la culminación de un proceso histórico; consecuencia de aspectos internos y externos. Tan pronto cambiaron las condiciones económicas a nivel internacional la leve redistribución de recursos sociales que se llevó a cabo bajo el PT de Lula ya dejó de aplicarse. Bajo condiciones de crisis y creciente competencia internacional, los monopolios estatales brasileros no pueden darse el lujo de tolerar un programa de redistribución y mantenerse competitivos. El giro paulatino hacia la derecha política que comenzó bajo el PT inevitablemente iba a llegar a un punto de inflexión.
La avanzada de los capitalistas contra los derechos del proletariado a escala mundial era predecible. Los elementos genuinamente proletarios dentro del PT se encuentran ahora “recogiendo los frutos de sus propios errores”. De las ilusiones iniciales de un proyecto con el objetivo de crear un “capitalismo más humano” el PT como Partido gobernante se ha convertido en un representante más de los intereses de los capitalistas ricos. Ya las mismas críticas que les hicieron a los partidos tradicionales aplican al alto liderato del PT. Eso es consecuencia de su propia estrategia de desarrollo: el capitalismo monopolista estatal. Siempre los oficiales estatales se encuentran sujetos a los sobornos del elemento corporativo.
Definitivamente no podía terminar de otra manera, los “asociados” de Lula, como buenos oportunistas, esperaron pacientemente el momento perfecto para hacer su jugada. No podemos ser ingenuos y pensar que fue una cosa espontánea. Nada que ver. Fueron movimientos bien coordinados y bien planificados entre el imperialismo norteamericano y la burguesía brasilera. Mientras el “Partido dos Trabalhadores” le fue funcional al capital los dejaron gobernar; en cuanto se percataron que ya era hora de tomar control directamente de su Estado los sacaron del medio. Dentro de la clase capitalista hay contradicciones, facciones, donde el PT representaba un sector de los capitalistas liberales mientras otro era representado por la ultra derecha. Bajo condiciones económicas diferentes, estas facciones responden de manera diferente. Dentro de una organización política compuesta por intereses de clase antagónicas como el PT la relación de fuerzas internas invariablemente se inclina según el flujo y reflujo general de fuerzas políticas. Los elementos liberales ahora lloran porque entienden que el giro hacia la derecha puede provocar una radicalización de los obreros como respuesta al gobierno cada vez más derechista.
La debacle del Partido de los Trabajadores debe ser para toda la clase trabajadora del mundo un espejo donde mirarse. Este nunca representó los intereses de las masas obreras, sino que fue un instrumento de un sector de la burguesía para estabilizar el capitalismo y apaciguar su descontento. Tenemos que ser categóricos: no hay posibilidad alguna de cambiar la funcionalidad del Estado burgués, pues su constitución tiene como objetivo primordial la defensa de la propiedad privada, pilar de la sociedad capitalista. Para los que creemos en la revolución comunista la victoria solo se alcanzará con la organización de la clase obrera de manera independiente.