Ya es de conocimiento general que el nuevo plan capitalista para la Universidad de Puerto Rico es convertirla en una universidad cuasi privada, estilo institución pos secundaria estadounidense. Esto debe entenderse como parte de la campaña más amplia de ataques contra la educación pública en general.
Las grandes universidades en los centros del capitalismo mundial, particularmente en EEUU, funcionan en primera instancia como empresas privadas. Además del esquema elaborado en combinación con las instituciones financieras para exprimirles a los estudiantes sumas fantásticas de dinero mediante la servidumbre por deuda, las más prestigiosas universidades mantienen sus propios portafolios de inversiones, muchas veces con fondos de cobertura, las cuales incluyen bienes raíces, bonos de toda clase, y hasta las corporaciones armamentistas y energéticas. Se entiende, pues, porqué las corrientes ideológicas predominantes dentro de las facultades de una manera u otra defienden el capitalismo.
A esto se añade la tendencia, cada vez más marcada, de aumentar la explotación de la fuerza laboral interna de estas instituciones mediante el creciente uso del trabajo bajo contratos temporeros y sin beneficios en el caso de los profesores adjuntos además de la contratación externa de labores desde el mantenimiento a la seguridad que antes realizaban empleados sindicalizados.
En el caso de la UPR, el proceso de penetración por el capital financiero no ha llegado, hasta ahora, al mismo nivel que se ha vuelto común en EEUU. Además de la histórica militancia estudiantil en contra de propuestas tales como el alza de la matrícula y los recortes multimillonarios que quiere imponer los representantes capitalistas del gobierno en contubernio con la Junta, el apoyo popular para los subsidios gubernamentales y una fuerte cultura sindical entre los trabajadores dentro de la institución se han presentado como obstáculos, aunque temporeros, a los deseos de los capitalistas.
La lucha de los sectores más avanzados dentro de la UPR, particularmente a partir de la huelga de la primavera de 2017, ha reconocido cada vez más la necesidad de una alianza entre los universitarios y los sectores laborales dentro del recinto. Indudablemente, la precaria realidad material de tantos universitarios, muchos que se sostienen con varios trabajos mientras estudian o cuyas familias hacen veinte mil sacrificios para apoyarlos, es una fuerza significativa que muchas veces refuerza la latente conciencia obrera de muchos estudiantes durante sus años universitarios.
No obstante, cualquier alianza obrero estudiantil traerá a la luz inevitablemente muchos de los mismos problemas de que padecen las otras organizaciones obreras de carácter sindical. Además de la corriente oportunista que permea la alta burocracia sindical en general, a la cual tiene que oponerse vigorosamente la matrícula de cada sindicato, los factores como la estructura misma de la Universidad, su orientación curricular y el carácter de la vida estudiantil, entre otros más, ejercen grandes presiones que mantienen a muchos universitarios atrapados en una mentalidad burguesa.
Precisamente por eso, la alianza obrero estudiantil de por sí es insuficiente si no va de la mano de una fuerte organización política orientada hacia la clase trabajadora, guiada por un programa socialista y reconocida tanto por los trabajadores como los estudiantes. La capacidad de las fuerzas capitalistas para desorientar la lucha universitaria, oponiendo un grupo a otro, etc. es infinita. Si tomamos el ejemplo del alza de la matrícula, cuestión clave para el estudiante, no es difícil ver cómo al trabajador se le puede desorientar con argumentos falsos sobre la necesidad de aumentar los costos del estudio para sufragar sus beneficios marginales. De la misma manera, dentro de los propios sectores laborales, se entiende la facilidad con que se siembran divisiones: facultad con permanencia versus profesores por contrato adjuntos, el profesorado versus trabajadores no docentes, trabajadores unionados versus no unionados, etc. Sin el trabajo paciente y consistente de una organización política capaz de trascender la perspectiva estrecha de tal o cual sector laboral, o entre el estudiantado, ni siquiera se puede soñar con una unidad de propósito dentro del propio sector laboral y mucho menos entre estudiantes y trabajadores del recinto. Durante la fase actual de la lucha es imprescindible trascender la estrechez de defender tal o cual disposición de un convenio, que siempre puede ser manipulada por los capitalistas para sembrar divisiones y debilitar la lucha de todos, por encima de los intereses comunes de los trabajadores y el estudiantado revolucionario.
El futuro de la lucha en la UPR toma como su punto de partida la alianza obrero estudiantil. Sin embargo, tal unidad sólo logrará avances en la medida en que los mejores elementos de estos dos sectores se unen a una organización política de carácter verdaderamente revolucionario. Ninguna de las legítimas demandas planteadas por los estudiantes revolucionarios y los trabajadores encontrará una solución permanente bajo el capitalismo; ni el estudio asequible o un currículo libre de prejuicios capitalistas para el estudiante; o la garantía de empleo, un plan médico y un retiro digno para el trabajador. Estas demandas sólo pueden lograrse como el desenlace final de la lucha victoriosa por el socialismo.