Por Luis Soto
Los resultados de los comicios presidenciales en Colombia este fin de semana pasado obligaron a una segunda ronda ya que ningún candidato obtuvo el 50% de los votos que se requiere para ganar directamente en la primera ronda. La segunda ronda de comicios entre los dos candidatos con más votos del domingo está pautada para el próximo 17 de junio.
A pesar del apoyo abrumador de la clase capitalista en Colombia así como el imperialismo estadounidense, el candidato derechista del Partido Centro Democrático (CD), Iván Duque, sólo ganó 39.1% de los votos, aunque éste se quedó en la delantera entre todos los otros candidatos y es considerado el favorito para la segunda ronda. En segundo lugar con 25% de los votos se encontró Gustavo Petro, ex guerrillero del M-19 (Movimiento 19 de abril), un grupo de guerrilla urbana que operaba durante los años 70 y principios de los 80 que luego se convirtió en un partido electorero. Petro sirvió varios años en la legislatura nacional como representante y senador antes de ser elegido como alcalde de Bogotá dos veces entre el 2012 y 2016. Es actualmente el candidato del Movimiento Progresistas (PP), partido que Petro fundó en 2011 para su campaña para la alcaldía. En el tercer lugar durante los comicios del domingo con 23% de los votos figuró Sergio Fajardo, candidato de Compromiso Ciudadano (CC), un partido nominalmente centrista.
Los analistas y comentaristas políticos se han enfocado en cómo se inclinarán los partidarios de Fajardo en la próxima ronda electoral – hasta ahora, Fajardo no ha endosado ni a Duque o a Petro – además del impacto de la elección sobre el destino del acuerdo de paz firmado en 2016 entre el gobierno colombiano y las FARC. Duque ha sido un crítico acérrimo del acuerdo que puso fin a cinco décadas de guerra debido a sus disposiciones que otorgan a los ex guerrilleros rurales escaños garantizados en el Congreso además de lo que según él fueron sentencias leves para los combatientes de las FARC hallados culpables de crímenes. Por su parte, Petro, quien se ha manifestado a favor de mantener el acuerdo, ha recibido el respaldo de los ex guerrilleros de las FARC y no pocos comunistas en Colombia.
Mientras la candidatura de Duque no ofrece nada nuevo en términos de la ofensiva capitalista que se atestigua a través del mundo, la trayectoria de Petro ofrece lecciones significativas desde la perspectiva de la clase obrera internacional y la lucha por el socialismo. En la persona de Petro vemos una vez más toda la inestabilidad y, al final del día, la bancarrota del radicalismo pequeñoburgués. Tal como el ex Tupamaro, José Mujica, que presidió sobre un estado capitalista en Uruguay durante cinco años, y Dilma Rousseff que esgrimía su pasado de guerrillera urbana en Brasil, una victoria potencial de Petro no significaría para nada el fin de la explotación capitalista. Más bien, estos radicales pequeñoburgueses comecandela de antaño han probado una y otra vez que están dispuestos a llegar a un acomodo con los capitalistas, hasta el nivel de administrar su aparato estatal en los casos en que haga falta una cara “fresca y popular” para apaciguar a las masas.
A pesar de toda su retórica radical, la experiencia histórica ha confirmado que las organizaciones políticas que engendran figuras como Petro, Mujica y Rousseff, entre otros ejemplos más, guardan en la práctica una fuerte desconfianza en la clase obrera. Su accionar político se basa en ataques sensacionalistas directos contra el Estado capitalista llevados a cabo por pequeños grupos de intelectuales y jóvenes al margen de las masas obreras, su lucha y las reivindicaciones que levantan. Como tal, rechazan la organización de la lucha de clases de los trabajadores, la creación de nuevos órganos de poder obrero y el objetivo de revolución socialista a favor de acciones aisladas que se llevan a cabo en sustitución de la iniciativa de las masas obreras. Al toparse con el callejón sin salida de su táctica, uno tras el otro de estos radicales de antaño revierte a una defensa del “democraticismo puro”, es decir, la ilusión fatal de que lo que hace falta es cambiar a la gente que ocupa el Estado capitalista para transformarlo en algo más democrático. No obstante su fraseología socialista del pasado, los radicales pequeñoburgueses nunca asimilaron la gran lección de Marx cuando éste advirtió que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines.” De hecho, en una carta fechada el 12 de abril de 1871, Marx se expresó de la manera aun más clara sobre esta cuestión cuando aseveró que el objetivo de los trabajadores no puede ser “transferir la máquina burocrático-militar de una mano a otra, sino aplastarla.”
La experiencia acumulada de los varios ejemplos de ex radicales en los más altos puestos del estado capitalista erigido sobre las bases de la explotación capitalista directa – sea en la forma de grandes monopolios estatales como en Brasil y Venezuela o las empresas medianas dependientes de los mercados específicos o regionales en Nicaragua – así como la inserción de estas economías dentro de los nexos del capital financiero internacional, prueban que la clase obrera tendrá que buscar sus propias alternativas.
Si bien los resultados de la primera ronda de elecciones en Colombia demuestran un giro importante hacia la izquierda entre importantes sectores de las masas, la candidatura de Petro no ofrece alternativas reales a su situación. El endoso que ha recibido de las FARC y ciertos comunistas es indicativo de la degeneración ideológica de los últimos.
Aunque una victoria potencial del candidato derechista Duque no ofrece alternativas a la carrera hacia la privatización de industrias, con la resultante profundización de la inversión capitalista extranjera e intensificación de la explotación de trabajadores como corolarios, el compromiso de Petro de defender el capitalismo colombiano tampoco promete cumplir con las aspiraciones y necesidades de las masas en que de que él salga victorioso. En el peor de los casos, una victoria de Petro bajo condiciones de crisis económica capitalista mundial, además de cegar a las masas temporalmente con ilusiones sentaría las bases para la ultra derecha colombiana organizar un golpe al empeorarse las condiciones sociales internas como consecuencia de la crisis del mercado capitalista internacional. Tal ha sido la gran lección de Venezuela.
Desde Puerto Rico, reafirmamos nuestro llamado a los sectores más avanzados entre la clase obrera en Colombia a que precipiten la organización independiente de la clase obrera. Los trabajadores tendrán que liberarse de su subordinación a los radicales pequeñoburgueses y su agenda reformista. Lo que más hace falta en Colombia y a través de todo el mundo es la reorganización de la clase obrera sobre las bases de un programa socialista propio. Tal reorganización tendrá que superar los estrechos confines del nacionalismo para incluir a todos los trabajadores avanzados dentro de regiones geográficas más amplias.