Por Luis Soto
Irán es un país con la segunda economía más grande en el medio oriente. Tiene la segunda mayor reserva de gas natural y la cuarta de crudo en el mundo. Desde que las sanciones económicas impuestas por Occidente fueron levantadas en 2015, la economía ha experimentado un aumento significativo en términos de producto interno bruto, debido principalmente a los sectores gasíferos y petroleros, que en 2016 se estimaba en 12%.
A pesar de todo este aparente “éxito económico”, el desempleo, particularmente entre la población joven, sigue muy elevado. Aunque la tasa oficial de desempleo ronda el 12%, estimados para muchas áreas la colocan en 60% y entre la población joven se estima oficialmente en 26%. El presupuesto familiar promedio para los iraníes en 2016 era de $12.500 y la tasa de inflación anual ha fluctuado alrededor del 10% resultando en precios cada vez más altos para el combustible y los alimentos. De hecho, el más reciente presupuesto del gobierno de Rouhani propone un alza en el precio de combustible y recortes iguales a $5.4 mil millones en subsidios gubernamentales para productos básicos. Aproximadamente 77 millones de iraníes dependen de transferencias de efectivo, subsidios, del gobierno para productos básicos. En los últimos años se ha visto un alza en la tasa de pobreza mientras el consumo promedio de alimentos tales como la carne, la leche y el pan ha disminuido.
Estas condiciones forman la base material para la intensificación de las luchas de clases que comenzaron como masivas protestas callejeras en la ciudad de Mashhad, la segunda más grande de Irán, el 28 de diciembre las cuales se han extendido a todo el país durante la última semana. En la actualidad, se han reportado 21 muertes y más de 450 arrestos en los enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas del gobierno.
Aunque las protestas unen un conjunto diverso de fuerzas sociales que incluyen algunos elementos de la clase media alta, muy al contrario de lo que se vio en 2009 durante el llamado movimiento verde encabezado por el reformista moderado Mir-Hossein Mousavi cuya base de apoyo eran las capas sociales intermedias y los estudiantes, la principal fuerza social de la actual oposición es la clase trabajadora. Esto es evidente en las demandas para el empleo, el pago de salarios indebidamente retenidos y el fin del presupuesto de la austeridad, así como la dispersión geográfica de las protestas, la cual incluye muchas ciudades industriales vinculadas a los sectores de gas natural y el petróleo. Significativamente, las demandas de los manifestantes no se han limitado a cuestiones económicas inmediatas ya que se han ampliado los llamados para la destitución del Ayatollah Ali Khamenei, líder supremo de Irán.
Esta creciente politización de las protestas amenaza tanto a los elementos políticamente moderados como a los intransigentes teocráticos dentro de la clase capitalista iraní, razón por la cual se han unido todos los sectores de la élite detrás de la reciente movilización del ejército para reprimir a las masas. Cada vez más aislada, esta élite en su conjunto ha intensificado sus denuncias de complicidad extranjera detrás de las protestas como un medio para desviar de su propio carácter reaccionario.
Es indudable que Occidente, en particular EEUU, ha llevado a cabo una intensa campaña de agresión económica y amenazas militares contra Teherán durante años en un esfuerzo por tomar control de sus inmensos recursos energéticos y frustrar la expansión de la influencia regional iraní, además de aquella de Rusia. No obstante, debe recordarse que, a pesar de estas tensiones, importantes sectores de la clase capitalista iraní han logrado consistentemente llegar a un acomodo con los intereses imperialistas, particularmente los europeos, lo cual cual incluye concesiones a compañías petroleras para explotar yacimientos de combustibles fósiles. Esta compleja cuestión de la interferencia imperialista en Irán no desvirtúa las preocupaciones genuinas planteadas por las masas trabajadoras iraníes que sufren la combinación de la brutal exploración a manos de la clase capitalista nativa y las presiones del imperialismo.
Hasta el momento, las protestas carecen de una dirección política consolidada capaz de darles una orientación estratégica revolucionaria. Este factor representa una debilidad significativa cuyos resultados nocivos hemos visto en otros países del medio oriente como Egipto en años recientes. No obstante, aun las protestas masivas aparentemente espontáneas pueden representar un paso adelante, particularmente en un país como Irán, ya que éstas sirven como ensayos necesarios para las masas trabajadoras probar fuerzas y sacar lecciones valiosas para las batallas por venir.
Desde Puerto Rico, acogemos los acontecimientos en Irán como un nuevo capítulo de la revolución proletaria mundial. Nos solidarizamos con las masas trabajadoras iraníes en la lucha por su emancipación del yugo capitalista impuesto por un régimen retrógrada de teócratas. Les instamos a sacar lecciones valiosas de las experiencias recientes para no caer en las trampas de oportunistas. Entre éstas, entendemos que la más importante lección es la necesidad urgente de organizar una dirección marxista revolucionaria.