Por Rosa Rojas
En días recientes se han publicado varios informes que plantean perspectivas contradictorias a la situación en la policía. Resaltan los torpes intentos del Departamento de Seguridad Pública por tranquilizar al país, que mientras alegan que ya la situación se ha ido normalizando, su director, el terrorista Héctor Pesquera continúa improvisando, sin darle la cara al país ni a sus propios subordinados. Esa torpeza e insensibilidad hacia las condiciones de vida de la policía, ha sido el motor para que las organizaciones policiales vengan desarrollando desde noviembre, lo que a todas luces es una acción laboral concertada.
No bastó con que Pesquera se reuniera con las organizaciones policiales a principios de enero para atender sus reclamos, principalmente porque no se comprometió a atender ninguno de ellos. Más bien se limitó a exigirles que regresaran al trabajo y a echarle la culpa del retraso en el pago de horas extras a los mismos policías y a FEMA. Pesquera en vez de reconocer lo obsoleto del sistema actual de facturar horas extras, que se llena a mano y es sometido a revisión por FEMA, se ha dedicado a decir que han tenido que devolver muchos por tener errores. Los policías señalan que han seguido las normas, a la vez que han criticado los múltiples cambios que han hecho del proceso uno sumamente difícil.
Como respuesta, las organizaciones han mantenido su posición de continuar con el ausentismo masivo, que ha alcanzado cifras nunca vistas de más de 3,000 ausencias por turno. Las organizaciones han reiterado continuamente, que ante la falta de derecho a la huelga y de poder manifestarse para exigir sus derechos, los policías, en su carácter individual, han optado por agotar sus días de vacaciones y por enfermedad. Durante el periodo navideño se vio con claridad el cierre de numerosos cuarteles, la ausencia de oficiales en las intersecciones con semáforos dañados, las prolongadas tardanzas de oficiales encargados de procesar escenas criminales.
Además de los golpes que han recibido en sus condiciones y beneficios laborales, se le suman las extenuantes jornadas de 12 horas, el estado físico de los cuarteles, antes destartalados, ahora destrozados por María, la falta de equipos, entre otras. Sin embargo, dentro del conjunto de las difíciles condiciones laborales que enfrentan, el aspecto que más les preocupa es la situación de su sistema de retiro. Este, al igual que el del resto de los empleados públicos, ha sufrido serios recortes, de hasta el 66% con 30 años o más de servicio.
Independientemente de su posición en el sistema burgués, entiéndase reprimir a las masas y de hacerle el trabajo sucio a la burguesía, cuando sumamos todos estos elementos laborales y los reclamos de libertad para poder exigirlos, nos topamos con que son prácticamente idénticos a los de otros sectores laborales, gubernamentales y privados. Y de la misma forma que ocurre con otros sectores laborales, la desmoralización imperante en la policía se fundamenta en parte en las esperanzas, ahora tronchadas, que pusieron en los candidatos de las sucesivas administraciones del territorio para atender sus reclamos. Tradicionalmente, la policía ha sido una finca del PNP, y la ausencia de una organización proletaria revolucionaria fuerte que acerque a sus elementos más adelantados con obreros conscientes, estos seguirán siendo seducidos por enemigos de sus intereses como Thomas Rivera Schatz.
Por esto, el asunto de vincular las difíciles condiciones de vida de todos los sectores de la clase obrera, incluyendo a la policía, hacia objetivos de lucha comunes en contra del capital, es una tarea de primer orden para los comunistas y cualquier organización revolucionaria que esté planteándose seriamente el derrocamiento del poder burgués. Esta debacle que se desarrolla en la policía, más allá de resaltar la descomposición acelerada del aparato colonial, señala como la degradación de las condiciones de vida de las masas trabajadoras van allanando el camino para la unidad de todos sus componentes. Es por esto, que se hace imperativo que todos los sectores de la clase trabajadora se esfuercen por organizarse en consejos obreros que les permitan formular posiciones y acciones fuera de los partidos burgueses.
De la misma forma, hacemos un llamado a otros sectores de la clase obrera, empleados públicos y privados, a que emulemos acciones similares, o de cualquier otra índole, que fomenten la solidaridad de clase, la organización obrera independiente y que vayan debilitando el podrido aparato de opresión burgués.