Por Luis Soto
La Cámara federal la semana pasada fue escenario de uno de los más vergonzosos ejemplos de complicidad del partido demócrata en el fortalecimiento del Estado autoritario. La Cámara de Representantes no sólo aprobó la reautorización de la controvertida Ley de Vigilancia para la Inteligencia Extranjera o Foreign Intelligence Surveillance Act (FISA Amendments Act) de 2008, que se suponía vencería a finales de este mes, también rechazó una enmienda al artículo 702 de dicha ley la cual hubiera impuesto algunos límites a la capacidad del gobierno de espiar contra ciudadanos estadounidenses sin orden judicial.
La actual ley FISA se deriva de los cambios que tuvieron lugar en 2008 bajo la administración de Bush los cuales dieron inmunidad a las grandes compañías de telecomunicaciones estadounidenses en casos relacionados a violaciones de privacidad individual y quitaron muchas restricciones a la vigilancia sin orden judicial. El artículo 702 de la ley creó el marco para los programas de vigilancia masiva llevados a cabo por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y otras agencias de inteligencia en EEUU. En particular, los programas Upstream, que recopila información de las conexiones de internet por las cuales se transmite información entre puntos domésticos e internaciones, y PRISM, que recopila información de las compañías de telecomunicaciones e internet como Google, Yahoo!, Apple, etc. se administran al amparo del artículo 702 de dicha ley. Vale recalcar que aunque la ley FISA se refiere a la inteligencia extranjera, en realidad crea un espacio amplio para vigilar a ciudadanos estadounidenses aun dentro del ámbito doméstico siempre y cuando el ‘blanco’ original es un extranjero con el cual se haya comunicado. En otras palabras, bajo el pretexto de perseguir a nacionales extranjeros, las agencias de inteligencia estadounidenses pueden vigilar y recopilar información de sus propios ciudadanos bajo esta ley.
En la votación de la semana pasada, 55 demócratas, incluyendo a la ‘liberal’ Nancy Pelosi, no sólo votaron para reautorizar FISA, sino también rechazar una enmienda menor propuesta al artículo 702 por el republicano Justin Amash de Michigan. Dicha enmienda hubiera impuesto el mísero límite de requerir a agentes federales obtener una orden judicial antes de acceder información sobre una persona de la NSA. El vil papel de Pelosi y sus colegas demócratas en este asunto no debe sorprender. Fue Pelosi, en su capacidad de Speaker de la Cámara en 2008 quien defendió la versión original de la ley que se aplicó ampliamente bajo la presidencia de Obama para expandir los programas de vigilancia doméstica.
La hipocresía de los demócratas es innegable. Mientras afirman fraudulentamente oponerse a Trump con el argumento de que él es racista, temerario y autoritario, se confabulan abiertamente no sólo para eliminar protecciones constitucionales básicas como el derecho a la privacidad, sino también fortalecer el aparato represivo del Estado.
Este ejemplo muestra además que no existen diferencias fundamentales entre los demócratas y los republicanos en Estados Unidos, de la misma manera que tampoco existen entre el PNP y el PPD en el territorio. La clase obrera debe sacar lecciones importantes de estos acontecimientos. La necesidad de formar su propio partido político, guiado por un programa socialista y tácticas revolucionarias, se hace cada vez más urgente. La tarea central asumida por los comunistas en la actualidad es acelerar este proceso.