Por Lidia López
Este miércoles, Trump desató una tormenta de fuego con el anuncio de que Estados Unidos reconocerá a Jerusalén como la capital israelí y comenzará el proceso de trasladar su embajada de Tel Aviv a dicha ciudad. Varios medios informaron que líderes europeos y árabes intentaron sin éxito disuadir a Trump antes de que anunciara formalmente la decisión. La movida causó consternación inmediata a través del mundo y la erupción de protestas en varios países del medio oriente, particularmente en Gaza y los campos de refugiados palestinos en Líbano.
Oficiales de la ONU, la Unión Europea, la Liga Árabe además del Vaticano y varios países del Medio Oriente expresaron oposición a la decisión citando que ésta hará virtualmente imposible llegar a una solución de dos estados en el conflicto israelí palestino. Ocho miembros del Consejo de Seguridad de la ONU han solicitado una reunión de emergencia este viernes para discutir la decisión unilateral de Washington, la cual prácticamente ha descarrilado todos los esfuerzos diplomáticos en curso para llegar a un acuerdo de paz.
Como consecuencia de la partición de Palestina a raíz del fin del dominio británico, Jerusalén debía permanecer designada como territorio bajo supervisión internacional. Después de la guerra árabe-israelí de 1948, resultó dividida en el sector occidental (israelí) y otro oriental (palestino) hasta que éste ultimo fuera anexionado por Israel como resultado de la guerra de los Seis Días. Esta anexión, que nunca ha sido reconocida por la comunidad internacional, es considerada por muchos como ilegal. Sin embargo, al anunciar su decisión, Trump se basó cínicamente en un supuesto “reconocimiento de la realidad.” Dicha «realidad» se refiere a la ocupación militar y la estrangulación económica de territorio y masas palestinos durante años llevadas a cabo por la máquina de guerra israelí con la bendición de Washington.
Para los palestinos, Jerusalén del Este figura como la capital de un futuro estado y hasta el anuncio de Trump, fue punto clave en todas las negociaciones de paz. Para los expansionistas israelíes, la consolidación de Jerusalén bajo su control sigue siendo el punto de lanza para la continua ocupación de territorios de Cisjordania. Es probable que los fascistas israelíes alineados con Netanyahu ahora intensifiquen su política de militarismo y expansión territorial como un medio para desviar las crecientes tensiones sociales dentro de Israel.
En la votación del Consejo de Seguridad de la ONU el diciembre pasado, un evento que figura en el centro del escándalo del ex asesor de seguridad nacional Michael Flynn, se decidió con 14 votos a favor y una abstención, de EEUU, no reconocer ningún cambio a las fronteras de 1967, “incluso respecto a Jerusalén, fuera de las acordadas por las partes mediante negociaciones.” Aquella abstención por EEUU representó un cambio significativo de la larga historia diplomática estadounidense de vetar cualquier resolución internacional semejante. Lejos de ser un giro progresista en la política exterior estadounidense, dicha decisión reflejaba el interés de ciertos sectores de la clase dominante en EEUU de llegar a un acomodo con Irán, un importante productor petrolero y gasífero además de potencia regional considerado un rival por los sectores más reaccionarios de la clase capitalista israelí y sus fuerzas militares. La política de Trump, ha revertido estos esfuerzos a favor de mayor agresión militar para lograr los mismos objetivos.
Aunque la mayoría de los comentaristas a través del mundo han atribuido la decisión a la “insensatez” de Trump, la realidad es que este acto obedece a una lógica completamente alineada con la trayectoria actual del imperialismo estadounidense. Al encender ese caldero de ira, Trump ha reavivado una serie de conflictos que servirán como pretexto para aumentar la presencia militar estadounidense en la región. La decisión de la administración resalta la estrategia deliberada que se está llevando a cabo para alimentar el conflicto religioso y desestabilizar aún más la región como precursor a un masivo despliegue militar por el imperialismo estadounidense en el flanco sudoeste de Rusia. Quedan desenmascaradas una vez más la temeridad y la completa indiferencia y por la vida humana exhibidas por el imperialismo estadounidense.