Por Rosa Rojas
Esta semana la administración Trump dio un nuevo paso en el recrudecimiento de su reforma migratoria fascista con el anuncio del revocamiento del estatuto de protección temporera Temporary Protection Status (TPS), que protegería a decenas de miles de inmigrantes de ser deportados. La suspensión afectará directamente a cerca de 59 mil haitianos que viven y trabajan en EUU protegidos bajo dicho estatuto. El TPS fue promulgado bajo la administración Obama para ofrecer asilo temporero a personas cuyos países de origen sufrían de desastres naturales, conflictos armados y otras situaciones, cuyo periodo de renovación oscilaba entre 6 y 18 meses. Este incluía varios países latinoamericanos, entre ellos Haití, como consecuencia de la crisis humanitaria causada por el devastador terremoto de 2010 en el que murieron cerca de 300 mil personas.
Aunque Trump ha suavizado su retórica anti inmigrantes de su campaña por la presidencia, ha comenzado su implementación bajo la premisa de estar dirigida contra “delincuentes y pandilleros”, en la práctica esta se ha traducido en ataques a distintos sectores de la clase obrera. Ciertamente, en comparación con su antecesor, las estadísticas de deportaciones han bajado ligeramente por el tiempo que tomará implementar su reforma y por la resistencia pasiva de sectores de la burocracia del Estado al plan impulsado por el fiscal general Jeff Sessions. Aun con el leve descenso de 1% en las deportaciones, los arrestos a personas que carecen de documentación legal se dispararon en 32% con respecto al año anterior, a pesar de no tener antecedentes penales.
Sin embargo, a pesar del aspecto humanitario que estas políticas migratorias tienen en la dispersión de familias enteras como recientemente vimos con la cancelación del Programa DACA, su implicación principal es en las repercusiones que tiene sobre la economía estadounidense. Aún si los republicanos lograran la aprobación de una medida que pretende limitar la inmigración ilegal, el costo de las deportaciones, solo para las 750 mil personas cobijadas bajo DACA ascendería a $60 mil millones. Además, el cada vez más creciente componente inmigrante de la clase obrera en EEUU aporta con su trabajo cerca de $1.6 trillones anualmente, de los cuales $35 mil millones benefician el comercio y sus comunidades. A eso se le añaden cerca de $25 mil millones en remesas anuales que envían a sus países de origen.
Estas políticas migratorias reflejan la lucha que existe entre diversos sectores de la clase capitalista en EEUU, donde los sectores que Trump representa, pretenden desplazar al componente inmigrante para favorecer a los trabajadores “nacionales”. Frente a otros sectores capitalistas que favorecen la inserción de inmigrantes a la clase obrera debido a que por sus condiciones laborales precarias, pueden aumentar su nivel de explotación. En ese respecto existen diversos sindicatos, principalmente en los sectores de servicios, quienes se han dado a la tarea de luchar por mejores condiciones salariales y laborales para estos cientos de miles de trabajadores. Es dentro de este ámbito que se encuentran los trabajadores haitianos que se pretenden deportar, quienes en su 80% están empleados y cerca de 27 mil de sus hijos tienen ciudadanía de EEUU.
No obstante, esta disputa no plantea ninguna ventaja para las masas obreras en EEUU, ya que de la misma forma, sea por los trabajadores “nacionales” o de los inmigrantes, estas movidas no representarán ningún beneficio para la clase obrera en general. Bajo estas condiciones, cualquier sector de la clase obrera se verá obligada a vender su trabajo en condiciones muy precarias, con bajos salarios, sin derechos laborales, ni beneficios, lo cual representa una disputa en la forma en cómo explotar mejor a la clase obrera.
Por eso las comunistas seguimos insistiendo en que, más allá de los chillidos liberales a la “locura” de Trump, objetivamente este representa los intereses de sectores de la clase capitalista estadounidense determinados a imponer un régimen de explotación cada vez más opresivo que destine mayores cantidades de dinero público al aparato militar. Por esto, también insistimos en el internacionalismo proletario y combatir en todos los ámbitos la división de la clase obrera por nacionalidades. Solo con la unidad de la clase obrera a nivel internacional podremos derrotar la maquinaria capitalista y reorganizar la sociedad sobre bases socialistas, que potencien el trabajo y sus recursos a la satisfacción de sus necesidades.
¡Trabajadores del mundo UNÍOS!