Trump vuelve a militarizar policías locales

Por Ismael Castro

En otro signo de los preparativos que se están llevando a cabo para aplastar la oposición popular a las políticas económicas y sociales reaccionarias exigidas por la clase capitalista, Trump ha levantado la prohibición parcial al suministro de armas y equipo grado militar a los departamentos de policía locales y estatales.

 

La práctica de permitir la distribución de armas y equipo militares excedentes a la policía local y estatal comenzó en la década de los 90 bajo el pretexto de la guerra contra las drogas.  En 1997, bajo el Acta de Autorización para la Defensa Nacional, se expandió esta práctica con la implementación del programa 1033 el cual permite al Departamento de Defensa donar equipo excedente a fuerzas policiacas locales incluyendo a la Policía de Puerto Rico.  Las administraciones sucesivas, tanto demócratas como republicanas, ampliaron el programa a través de los años hasta que Obama emitiera una orden ejecutiva imponiendo restricciones a ciertas armas en 2015 a la luz de la respuesta policiaca a las masivas protestas que tuvieron lugar tras el asesinato de Michael Brown por el agente de policía Darren Wilson.  Esta semana, Trump emitió una orden ejecutiva nueva en la que rescindió la prohibición parcial, la cual incluía lanzadores de granadas, bayonetas, vehículos blindados a base de orugas, naves aéreas armadas y municiones mayores de .50 calibres.

 

A través de los años aproximadamente 13 mil agencias policiacas locales en cada uno de los 50 estados y varias jurisdicciones han obtenido equipo y armas grado militar. Más recientemente, agencias policiacas locales han adquirido equipo y sistemas de vigilancia cibernética mediante fondos provistos por el Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security).  Hasta las grandes instituciones educativas han participado en esta creciente militarización como fueron los infames casos de la Universidad de Ohio y el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles a los que fueron “donados” a cada uno un vehículo de emboscado a prueba de minas (MRAV o Mine Resistant Ambush Vehicle) originalmente diseñado para patrullar zonas de combate en Irak y Afganistán.  (Bajo presión popular, el distrito escolar de Los Ángeles devolvió el vehículo pero se quedó con 3 lanzadores de granadas.)  En total, además de varios tipos de vehículos blindados, decenas de miles de armas pesadas, cientos de helicópteros y otras naves aéreas, y cantidades masivas de equipo táctico, todo de grado militar, han sido distribuidos a agencias policiacas locales en EEUU.  La asignación de estos recursos a la militarización de la sociedad – un subsidio a los fabricantes armamentistas – en momentos en que los gobiernos capitalistas imponen recortes salvajes a programas sociales en las áreas de salud, educación y vivienda y despiden trabajadores del sector público es un testimonio de su bancarrota política.

 

Pero hay más.

 

Escribiendo durante el Siglo 19 los grandes maestros de la clase obrera, Carlos Marx y Federico Engels explicaron que el Estado es un instrumento para la subyugación de una clase por otra.  Demostraron este punto no sólo en términos históricos sino también relacionado a la sociedad capitalista en contra de los fraudulentos reclamos de los defensores del capitalismo que decían que el advenimiento de la democracia liberal de alguna manera había transformado el papel del Estado en un promotor de la cohesión social y garante de la paz civil.  Las posteriores generaciones de revolucionarios marxistas, particularmente Lenin, señalaron que a pesar de las varias formas que asume el Estado dentro de la sociedad capitalista, la reversión de los llamados gobiernos liberales a regímenes cada vez más autoritarios y militaristas se produce naturalmente a medida que las tensiones sociales se intensifican a consecuencia de las crisis capitalistas.  La historia reciente, particularmente en los centros del capitalismo mundial, ha corroborado estas observaciones más allá de toda duda.  En todo el mundo hoy la clase capitalista busca fortalecer su aparato estatal consciente de que la creciente oposición de la clase obrera a sus políticas representa el precursor de inevitables trastornos sociales y políticos que pondrán en peligro su dominio.

 

Los más avanzados sectores de la clase obrera, sus elementos políticamente más conscientes y maduros, entienden la necesidad de reorganizarse no sólo independientemente de los partidos capitalistas sino también revolucionariamente.  La clase capitalista y sus secuaces políticos echarán el resto para defender su sistema.  Todas las ilusiones de las masas en que se puede resolver los grandes problemas que enfrentan mediante peticiones para reformas significativas se desvanecen.  Como bien demuestra la creciente militarización de la sociedad, la clase capitalista se ha quitado la careta y abandonado sus pretensiones democráticas.

 

Más que nunca, la clase obrera necesita urgentemente su propia organización; una organización equipada teóricamente con un programa socialista revolucionario y una orientación estratégica correcta.  Cualquiera que predique la conciliación entre clases sociales o intente promover la fe de los trabajadores en la “buena voluntad” de los políticos capitalistas se vuelve en traidor de las masas.  Sólo la conquista del poder político por la clase obrera puede revertir la creciente militarización de la sociedad impuesta por los capitalista para defender sus políticas sociales reaccionarias.

 

 

Artículo anterior
Artículo siguiente

Artículos Relacionados