Por Abayarde Rojo
La furia desatada por sucesivos huracanes que azotaron la costa del Golfo, el estado de Florida y las Antillas, así como el devastador terremoto que ha llevado la vida de al menos 250 personas en la ciudad de México, ha demostrado una vez más que sólo la clase obrera representa la fuerza social del progreso y solidaridad humanos dentro de la sociedad capitalista. La movilización de decenas de miles de trabajadores, muchas veces espontáneamente, para llevar a cabo misiones de rescate y atender a las víctimas de estos acontecimientos, contrasta los largos años de negligencia criminal de la clase capitalista. Los capitalistas y sus representantes políticos han impuesto políticas públicas irresponsables las cuales han resultado en el creciente empobrecimiento de las masas, mayor destrucción del medio ambiente además de patrones y prácticas de desarrollo completamente irracionales que han agravado el impacto de estos desastres naturales.
En todos los ejemplos recientes, y a pesar del enorme progreso en la ciencia y la tecnología que le brinda a la humanidad el potencial real de mitigar los daños causados por tales acontecimientos, los capitalistas y sus representantes políticos se mostraron incapaces de organizar medidas preventivas adecuadas. Como resultado, las masas de trabajadores y de pobres se han quedado abandonados a su suerte para encontrar soluciones propias a estas catástrofes.
Esto fue claramente demostrado en los casos de la costa de Texas y la Florida, dos áreas propensas a las inundaciones y caracterizadas por el desarrollo irracional en las franjas sensibles a lo largo del océano y los ríos. En ninguno de los dos casos el gobierno federal se mostró dispuesto a movilizar los vastos recursos que emplea regularmente en sus guerras depredadoras para evacuar y proteger a los ciudadanos. De hecho, al mismo tiempo en que las masas trabajadoras en Texas y Florida redoblan los esfuerzos solitarios para recomponer sus vidas, la clase capitalista estadounidense desvía miles de millones de dólares al Pentágono – $700 mil millones fueron aprobados en el senado esta misma semana! – y trama para, entre otras cosas, recortar los escasos beneficios de salud que se les conceden a las masas mientras legisla concesiones contributivas a las grandes corporaciones e instituciones financieras.
En el caso de México, el impacto de un terremoto de magnitud 7.1 en una zona conocida por un alto grado de actividad sísmica se vio agravado por los altos niveles de pobreza que hay en el país. En lugar de dar prioridad a las necesidades sociales como la construcción de viviendas modernas y adecuadas para las masas, los sucesivos gobiernos mexicanos han seguido políticas que combinan la venta de activos públicos a especuladores financieros internacionales con subsidios a selectivos monopolios nacionales para asegurar que una pequeña capa de capitalistas retenga la parte leonina de la riqueza social mientras que la mayoría trabajadora sigue sujeta al desempleo, los salarios bajos y las viviendas inadecuadas.
En Puerto Rico, más allá de la incompetencia, la administración del territorio ha mostrado una impotencia total. Toda la estrategia preparativa de la administración de Rosselló para María se basó en el cínico llamado a la población hecho por el secretario de Seguridad Pública en que básicamente le dijo a la gente, “Resuelvan como puedan«. A raíz de la destrucción desatada por María, Rosselló y sus lacayos han basado los esfuerzos oficiales de rescate y recuperación en las migajas que sus amos imperiales están dispuestos a echarles. Hasta ahora, éstas son unos $1.000 millones autorizados por Carrión y su banda de chacales – cantidad mísera dada la magnitud de los daños – y las promesas vacías de Trump, el mismo que otorgó unos $15 mil millones para daños estimados en más de $180 mil millones ocasionados por sólo uno de los dos huracanes (Harvey) que azotaron a EEUU en las últimas semanas. De lo que se puede estar segurísimo es que a pesar de los inevitables llamados a la unidad y el sacrificio para ayudar a los damnificados que se harán desde la Fortaleza, ninguno de los intereses de los capitalistas financieros que mantienen estrangulada a Puerto Rico se afectarán. De hecho, el huracán María no alterará en nada los esfuerzos en marcha para aumentar la explotación de las masas y el saqueo de los recursos públicos en Puerto Rico.
En un marcado contraste con los capitalistas, la clase obrera ha respondido a los acontecimientos recientes con iniciativa, solidaridad genuina y resolución inquebrantable. Cabe destacar a los trabajadores del área de Houston, muchos de los cuales que han sido atacados por el régimen fascista de Trump por ser indocumentados, quienes espontáneamente se organizaron en brigadas para formar cadenas humanas para rescatar a ancianos, niños y otras personas vulnerables de las inundaciones masivas. ¿Quien entre nosotros no puede sino enorgullecerse al saludar a los valientes obreros de México? El heroísmo de los trabajadores mejicanos, quienes han arriesgado sus vidas para sacar a miles de víctimas de los escombros del devastador terremoto, organizado centros médicos y refugios improvisados, y coordinado las comunicaciones entre las familias desesperadas, ejemplifica no sólo la abnegación proletaria sino todo lo que es espiritualmente saludable dentro de la sociedad actual. En el Caribe también, desde las Antillas menores hasta las mayores somos testigos de innumerables actos de solidaridad e ingeniosidad proletarias.
La clase obrera, la única fuerza social progresista en la sociedad, seguirá sacando importantes lecciones críticas de estas experiencias. Continuará ganando confianza en su propia capacidad de dirigir la sociedad. Y con el tiempo, aprenderá a usar su ilimitada fuerza colectiva para no sólo tomar en sus manos el poder político, sino también resolver los grandes desafíos que enfrenta la humanidad.