Los desastres naturales y la anarquía capitalista

Por Ismael Castro

Contrario a las interminables «fotos ops» del wunderkind Ricky que los medios presentan con legiones de aduladores por un trabajo ‘bien hecho’, el paso del huracán Irma reveló el fracaso del capitalismo como sistema de organización económica y social.  A pesar de que el giro al norte en su trayectoria evitara mayor devastación en Puerto Rico, Irma dejó al desnudo la extrema pobreza que se vive en muchos lugares del archipiélago además de la indiferencia de aquellos que han llevado a cabo el descuido deliberado de infraestructura esencial como parte de sus esfuerzos para privatizar entidades como la AEE y la AAA.

 

El hecho de que el altísimo nivel de pobreza en Puerto Rico – casi 50% de la población en general y 60% de la niñez caen por debajo del umbral oficial – deja a las masas extremadamente vulnerables a fenómenos como Irma es agravado por un aparato político que ha abdicado la responsabilidad moral de priorizar el bienestar colectivo a favor de facilitar el saqueo llevado a cabo por los capitalistas financieros.  A nivel federal, los miserables $15 mil millones para el alivio de desastres causados por Harvey e Irma aprobados la semana pasada por el Congreso son completamente insuficientes dado el impacto de estas dos tormentas.  Los daños causados por Harvey solo se estima en $180 mil millones.  De hecho, FEMA, a la que fueron asignados sólo $7.4 mil millones del total aprobado por el Congreso, ha estado a punto de desaparecer debido a la dramática reducción de fondos por la administración de Trump.  En Puerto Rico, la imposición de medidas de austeridad ha aumentado el empobrecimiento de las masas al mismo tiempo en que limita severamente los recursos locales disponibles para ayudar a los damnificados en caso de un desastre natural.

 

Irma también dejó claro como el programa de austeridad ha acelerado el deterioro de la infraestructura en Puerto Rico.  El fallo de 8 de las 9 líneas de transmisión, el cual dejó a más de un millón de abonados sin electricidad, no se debió a la falta de capacidad técnica o de conocimiento del personal de la AEE, sino a las políticas deliberadas para maximizar la extracción inmediata de ganancias a nombre de los parásitos financieros además de sentar las bases para la eventual privatización de la distribución de energía en Puerto Rico.  El impacto real de estos apagones prolongados sobre las masas es consecuencia de la negligencia criminal por la cual el sistema capitalista y sus defensores son responsables.

 

Lo mismo se puede señalar del sistema de acueductos y alcantarillados en Puerto Rico cuyo deterioro sigue un patrón que se ha visto en muchísimos lugares, siendo Flint y Detroit los más infames, donde el pretexto de una infraestructura anticuada ha servido para imponer su privatización y el aumento de tarifas.  A raíz de Irma, la falta de agua potable limpia para decenas de miles, particularmente en áreas empobrecidas, aumenta los riesgos de enfermedades diarreicas, como el cólera y la enfermedad del gusano, las infecciones de la hepatitis A y las enfermedades transmitidas por mosquitos, como el dengue, chikunguña y zika, debido a las inundaciones en áreas con sistemas de drenaje inadecuado.

 

La planificación social racional, no sólo para abordar fenómenos provocados por el hombre como el calentamiento global sino también mitigar el impacto social desastroso de sucesos naturales como tormentas y terremotos, es incompatible con un sistema basado en la ganancia privada.  Es cada vez más allá de toda duda de que el afán de ganancias capitalista, que se encuentra a la raíz de la dependencia irracional de los combustibles fósiles, es el mayor propulsor del calentamiento global y la consecuente proliferación de súper tormentas.   Al mismo tiempo, el caos que caracteriza el desarrollo urbano además de la distribución y el mantenimiento de infraestructura se ve claramente en la existencia de miles de casas en Puerto Rico hechas de madera y techos de zinc cuando el conocimiento y la tecnología actuales permiten la construcción no sólo de estructuras resistentes a los fenómenos naturales sino también una distribución racional de la población.  Esta misma irracionalidad se manifiesta en la proliferación rápida de áreas pavimentadas cada vez más susceptibles a las inundaciones, particularmente por las zonas costaneras, sin la debida consideración del drenaje o una visión íntegra del desarrollo basada en el bien colectivo.   El hecho de que la sociedad capitalista subordina el conocimiento científico y la tecnología necesarios para la planificación social racional a las ganancias privadas es una prueba más de la obsolescencia histórica del sistema.

 

Tal como se vio en los días antes de que llegara Irma, durante la fase de ‘recuperación’ de los desastres naturales, la anarquía capitalista impone a las masas soluciones individualistas para cuestiones sociales vitales.  Después de que los políticos capitalistas se cansen de posar frente a las cámaras con sus chalecos salvavidas y cascos, las masas invariablemente se encontrarán dejadas a su suerte con un acceso limitado a los ya insuficientes servicios básicos. A dos días del paso de Irma, centenas de miles de personas en Puerto Rico siguen sin luz y más de cien mil no tienen servicio de agua.

 

La humanidad ha desarrollado la capacidad de mitigar gran parte del impacto social negativo de muchos fenómenos naturales.   Sin embargo, esta capacidad está socavada por la falta de planificación racional que caracteriza la vida social y económica bajo el capitalismo en general.  La consecuente devastación social de muchos fenómenos naturales, para la cual el sistema capitalista y sus defensores cargan la principal responsabilidad, no es dada.  Al contrario, puede abordarse mediante la planificación racional.  Tal planificación, sin embargo, sólo puede cobrar una forma socialista y resultar de la toma del poder político por la clase obrera.

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