La crisis norcoreana y las tareas del socialismo internacional

Por Carlos Borrero

El ensayo exitoso de una bomba de hidrógeno por el régimen norcoreano, que según los informes de prensa puede montarse en un misil balístico intercontinental, indudablemente aumentará toda la frenesí guerrerista del imperialismo estadounidense.  El ensayo norcoreano tuvo lugar a cinco días después de lanzar un misil sobre la isla japonesa de Hokkaido, en respuestas a ejercicios conjuntos provocadoras en el mismo lugar por las fuerzas aéreas estadounidenses y japoneses conocidos como Northern Viper 17, y a semanas después de una amenaza hecha por Trump de desatar “furia y fuego” si el régimen de Pyongyang siguiera con sus ambiciones nucleares.  Hasta ahora, la respuesta de Washington al ensayo nuclear se ha limitado a reiterar la opción militar y reafirmar su intención de imponer más sanciones económicas, las cuales, agravarían las tensiones con China.  La situación se está volviendo con suma velocidad en una crisis seria con el muy real potencial de estallarse en una guerra.

 

La responsabilidad primordial de la crisis en la península coreana reside con el imperialismo estadounidense, el cual llevó a cabo una brutal campaña de exterminio entre 1950 y 1953 en la cual bombardeó al país con más de 635 mil toneladas de explosivos – incluyendo 32 mil toneladas de napalm – y mató a un estimado de 20 por ciento de la población norcoreana, y desde entonces ha mantenido un cerco militar sobre el régimen de Pyongyang desde el sur.  Esta experiencia ocupa un lugar céntrico en la consciencia histórica de las masas norcoreanas la cual es fortalecida por las experiencias más recientes en que la maquinaria bélica de EEUU ha sido responsable por la destrucción criminal de sociedades completas como Irak, Afganistán y Libia para nombrar sólo algunos casos.  No en balde, el régimen de Pyongyang ha insistido en continuar sus esfuerzos para convertirse en una potencia nuclear no obstante las objeciones de su principal patrón, el gobierno chino.

 

Al presente, las provocaciones estadounidenses en la región incluyen la presencia de 35 mil efectivos desplegados a través de 15 bases permanentes en Corea del sur, incluyendo una nueva que se está construyendo actualmente a un costo de $11 mil millones.  Este despliegue militar representa sólo un contingente de la presencia masiva de tropas estadounidenses en el Pacífico.  A esto se debe añadir la instalación reciente de unidades adicionales del sistema misil estadounidense THAAD (Defensa de Área de Alta Altitud fase Terminal) en Corea del sur, una movida interpretada por Pekín como una interrupción del balance estratégico existente en el Pacífico, y ejercicios militares conjuntos continuos como los Ulchi Freedom Guardian el cual tuvo lugar del 21 al 31 del agosto pasado con 17 mil efectivos estadounidenses y 50 mil surcoreanos.  Como parte de estos ejercicios el mes pasado se incluyeron simulacros de una ofensiva preventiva combinada contra Corea del Norte.

 

La escalada de la presencia militar estadounidense a lo largo de la península coreana en particular, y dentro de la región del Pacífico en general, forma parte de los esfuerzos del imperialismo estadounidense para compensar la erosión relativa de su dominio económico mundial.  Lo que el capital estadounidense ya no puede lograr por medios puramente económicos, espera lograr mediante las armas.  Invariable, este creciente militarismo estadounidense encuentra su paralelo en la escalada militar que se está viendo dentro de sus grandes rivales capitalistas como China y el Japón.  Es dentro de la lógica de este contexto geopolítico, en que Asia se vuelve cada vez más en un barril de pólvora, que se tiene que entender la insistencia de Pyongyang de desarrollar su programa de armas nucleares.

 

El régimen de Kim Jung Un es indudablemente reaccionario, al igual que los de Hussein y Gadafi en el pasado y Asad en nuestros días.  Como hemos subrayado anteriormente, Corea del norte es gobernada por una casta hereditaria militar que depende del control estatal para llevar a cabo un programa modificado de autarquía económica el cual incluye empresas conjuntas con capitalistas surcoreanos en el área de producción de bienes de consumo y los chinos en la extracción de minerales.  La idea de que un país con un producto interno bruto estimado en $25 mil millones al año representa una amenaza existencial para EEUU es absurda.  Incapaz de hacer un llamado a la clase obrera internacional a base del internacionalismo proletario, el régimen de Pyongyang se encuentra cada vez más entre la espada y la pared.  O bien sucumbe a la agresión imperialista de Occidente, o se subordina cada vez más a su vecino chino.  En cualquier caso, se encuentra como un punto focal en el creciente conflicto entre las potencias capitalistas.

 

Todos los adherentes al socialismo internacional deben llevar a cabo la campaña más consistente, completa y enérgica para denunciar y oponerse a la carrera guerrerista emprendida por todas las potencias capitalistas, y sobre todo la del imperialismo estadounidense.  La clase obrera internacional no puede dejarse arrastrar dentro del maelstrom de otra guerra mundial, particularmente cuando la amenaza nuclear es real.  Empero, la tarea del socialismo internacional no es sólo organizar la oposición a la carrera hacia la guerra en la forma de manifestaciones públicas para denunciar los verdaderos motivos de todos los países ‘beligerantes’, huelgas obreras y la agitación socialista, desde ahora, entre los soldados mismos, sino también precipitar la reorganización política independiente de los trabajadores fuera de los partidos capitalistas.  Son los esfuerzos para fomentar la reorganización política independiente a la clase obrera con el fin de lograr el objetivo estratégico de la conquista del poder político que nos distinguen de los “progresistas” y los demás activistas anti guerra de corte liberal y pacifista.  Sobre todo, tenemos que estar muy conscientes de que además de la indiferencia con que los gobiernos capitalistas mandan a los jóvenes, hasta ahora víctimas de la conscripción económica, al matadero de guerra para garantizar los intereses capitalistas, cualquier conflicto a gran escala intensificará las presiones que ya siente el resto de la población obrera.  La experiencia histórica enseña que la organización del aparato revolucionario tiene que anteceder la profundización de las crisis, particularmente cuando éstas son provocadas por una guerra a escala grande.

 

En el caso puertorriqueño, es importante reconocer el lugar importante en la conciencia histórica que sigue ocupando el desempeño de unidades como la 65 Infantería en lugares como Corea.  El movimiento socialista en nuestro país tiene que explicar paciente pero consistentemente que, a pesar del heroísmo individual exhibido en los diversos campos de batalla por veteranos y soldados activos, la mayoría de los cuales que ingresaron al ejército entonces, tal como ahora, por necesidad económica, la verdadera causa por la que lucharon no era por sus seres queridos o comunidades como se les dijeron, sino por los intereses de los grandes capitalistas.  Tenemos que señalarles a las masas obreras que, los gobiernos de los capitalistas mandan a los hijos – y cada vez más a las hijas también – de la clase obrera a luchar en guerras con el objetivo de controlar las principales rutas comerciales y los mercados internacionales, de saquear los recursos naturales ajenos, etc. para así garantizar sus propias ganancias frente a sus rivales.  Sobre todo tenemos que educar políticamente y fomentar la organización de estos mismos hijos e hijas de la clase obrera para que el heroísmo que han demostrado a través de la historia en interés de los capitalistas pueda ser redirigido hacia sus verdaderos intereses: la lucha por la derrota de la clase capitalista y su sistema de explotación y guerra, y la construcción del socialismo.

 

La profundización de la crisis coreana impone al socialismo internacional una enorme tarea histórica.  ¡Vivamos a la altura de ella!

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