Por Lidia López
Este martes, el fiscal general de EEUU, Jeff Sessions, anunció que la administración de Donald Trump había decidido poner fin al programa DACA (Acción Diferida para Llegados durante la Niñez). El programa, introducido mediante orden ejecutiva por Obama en 2012, les extiende a jóvenes inmigrantes sin documentos que llegaron a EEUU con menos de 16 años y cumplen con ciertos requisitos el derecho a permisos para trabajar, obtener una licencia para conducir, estudiar y un seguro social además de amnistía de la amenaza de ser deportados. Se estiman que unos 800.000 jóvenes, conocidos como soñadores, se amparan bajo el programa.
Según el anuncio, la terminación de DACA será escalonada durante los próximos dos años y medio con un período inicial de seis meses, hasta el 5 de marzo de 2018, antes de la primera gran ola de revocaciones de estatus legal. Efectivo inmediatamente, el Departamento de Homeland Security no seguirá procesando nuevas solicitudes para DACA, lo que ha dejado a más de 100.000 personas, en el proceso de solicitudes iniciales y de renovación, en un estado extremadamente vulnerable. Los soñadores ya bajo el programa cuyo estatus vence antes de marzo de 2018 pueden solicitar una extensión para dos años antes del 5 de octubre del año en curso. Esto incluye a unas 200.000 personas.
Con extremo cinismo, Trump y sus compinches han intentado pintar la terminación de DACA como un medio para corregir el «abuso» de autoridad ejecutiva bajo la administración anterior, la cual implementó el programa bajo orden ejecutiva. El período de seis meses antes de llevar a cabo revocaciones de estatus para los soñadores actuales ha sido representado en los medios como un mecanismo para obligar al Congreso dominado por republicanos a tomar medidas. En esta conexión, Trump ya ha señalado que cualquier esfuerzo del Congreso para salvar las ya debilitadas protecciones a los jóvenes inmigrantes bajo DACA tiene que ir acompañado por una asignación de fondos para otros componentes del asalto sistemático a los inmigrantes que se está llevando a cabo, como el nefasto muro fronterizo.
Como parte del proceso de aplicar al programa DACA, los jóvenes soñadores tuvieron que pagar $465 y proveer información sensitiva como sus nombres, direcciones, países de origen e historiales además de una declaración jurada en que confiesan haber entrado a EEUU ilegalmente. Dicha información, ahora en manos de un régimen cada vez más fascista, pone en peligro de deportación tanto el soñador como sus padres u otros parientes con que entraba a EEUU. Aunque sus aplicaciones fueron procesados por la agencia de Servicios de Inmigración y Ciudadanía de Estados Unidos (USCIS por sus siglas en inglés), una dependencia que forma parte del Departamento de Homeland Security, nadie con un mínimo de inteligencia cree la mentira de que no se compartirá esta información sensitiva entre agencias gubernamentales para realizar redadas contra los soñadores y sus parientes.
La total insensibilidad de la administración actual, lejos de representar una aberración, se presenta como la verdadera cara del capitalismo contemporáneo. Trump, por degenerado y grosero que sea en su capacidad individual, encarna todo lo que es enfermizo dentro de la clase dominante estadounidense. A este respecto hay que recordar que, no obstante sus críticas recientes, Obama no sólo deportó a 2,5 millones de personas, más que cualquier otro presidente anterior, sino también supervisó la misma militarización de las fuerzas policiacas locales mediante el suministro de equipo y armas grado militar a departamentos locales y la integración de agencias locales y federales. En uno de los ejemplos más viles de su desdén hacia los inmigrantes en general, y a los niños en particular, Obama le cerró las puertas a una ola de jóvenes centroamericanos que huían del impacto de años de apoyo imperialista a regímenes de extrema derecha y un golpe de estado contra la administración liberal de Manuel Zelaya en Honduras orquestado por el Departamento de estado bajo Hillary Clinton. Esos mismos demócratas que hoy despotrican contra Trump guardaron un silencio indiferente cuando el “liberal” Obama supervisaba el mismo asalto, aunque con menos invectiva que el actual ocupante de la Casa Blanca, a los inmigrantes.
Las denuncias hipócritas de la decisión de Trump por parte de los demócratas son sólo un reflejo de su oportunismo electoral. No han hecho nada para oponerse al belicismo ni de Trump o de Obama, ni tampoco han murmurado una sola palabra crítica sobre el acenso de varios ex generales hasta las altas esferas del poder “civil”. Al contrario les dieron con entusiasmo su sello de aprobación senatorial demócrata a estos belicistas. Esto ha sido el caso particular de John Kelly, el ex general al mando del Comando Sur bajo Obama quien antes de ser nombrado jefe de Gabinete por Trump dirigió al mismo Departamento de Homeland Security encargado de la caza de brujas contra los inmigrantes. Los demócratas son, en realidad, socios en la brutalidad de la clase capitalista que sólo usan las posiciones más extremas de los republicanos en áreas como la política inmigratoria, donde contrario a lo que informan los medios los inmigrantes tienen el apoyo genuino de la mayoría de la población estadounidense, para su ventaja electoral. Lo único que distingue a Trump de los demócratas es su empleo del discurso fraudulento alrededor de la supuesta preocupación por los “trabajos americanos”.
Muy contrario a la absoluta hipocresía de los demócratas, las secciones saludables de la sociedad estadounidense, compuestas principalmente por secciones ilustradas de las masas trabajadoras han expresado una y otra vez una verdadera solidaridad hacia los inmigrantes en general y los soñadores en particular. Esto se ha manifestado en numerosos actos de apoyo a familias inmigrantes, como la organización de redes para proteger a los niños afectados, así como protestas masivas contra las políticas de Trump. Inmediatamente después del anuncio de la decisión de poner fin al programa, se realizaron manifestaciones espontáneas de apoyo genuino a los soñadores y de repudiación de la administración de Trump a través de EEUU.
La tarea de los socialistas es imbuir este apoyo genuino de las masas obreras con la comprensión de que únicamente la clase obrera organizada, políticamente independiente de los partidos y la influencia capitalistas, puede defender a los inmigrantes y a todas las masas ante los ataques que se están llevando a cabo. La oposición masiva actual a la campaña anti inmigrante tiene que nutrirse de un programa socialista, del cual el internacionalismo proletario forma un componente fundamental, para encontrar el camino hacia delante.