Por Lidia López
En un discurso televisado que ofreció al principio de esta semana, Trump revertió su posición anterior hacia Afganistán para abrazar la carrera belicista promovida por los militares que dominan su gabinete, particularmente los ex generales Jim Mattis y H. R. McMaster. Evocando el ya gastado y fraudulento pretexto de la lucha anti terrorista, Trump anunció no sólo un aumento de cuatro mil los efectivos adicionales que serán desplegados a Afganistán sino también la eliminación de las “restricciones” en las reglas de combate como parte de la escalada de la agresión imperialista por toda Asia central. Por sus muchas referencias al respecto, tal parece que Pakistán también puede ser blanco de esta escalada militar en la región.
Cabe la pregunta entonces, ¿qué hay detrás de la más reciente escalada militar del imperialismo estadounidense en Afganistán? Desde hace 16 años, cuando el imperialismo estadounidense inició lo que sería la guerra más larga en su historia, lo que le ha motivado ha sido una combinación de consideraciones económicas y geopolíticas. La retórica alrededor del terrorismo sólo sirve para movilizar el apoyo popular para el saqueo descarado que se está llevando a cabo.
Dentro de una década de la guerra estadounidense desatada en Afganistán en 2001, la participación afgana en la producción mundial del opio, un narcótico que genera más de $80 mil millones en ventas al año y que está vinculado al lavado de dinero por los bancos internacionales, alcanzó el 90%. De hecho, el papel de tropas estadounidenses en la “protección” de los campos de opio en Afganistán es un secreto a voces. Sin embargo, esos son meros chavitos comparada con la vasta riqueza mineral contenida dentro de las fronteras del país. De hecho, el US Geological Survey, después de realizar una serie de estudios del 2005 al 2014, determinó que “Afganistán tiene abundantes recursos minerales no combustibles, incluyendo tanto depósitos conocidos como potenciales de una amplia variedad de minerales que van desde cobre, hierro y azufre hasta bauxita, litio y elementos de tierras raras.” Se estima que los depósitos minerales en Afganistán valen alrededor de un $1 trillón (un billón), sin contar los miles de millones adicionales que las firmas internacionales de seguridad privada y los contratistas de infraestructura pueden obtener como parte de la explotación de estos recursos.
Sin embargo, el capital estadounidense no es el único que tiene sus garras puestas para abalanzarse. Por ejemplo, China ya ha invertido para explotar las inmensas reservas de cobre en lugares como Mess Aynak. El capital alemán también ha hecho movidas para unirse al pillaje colectivo que se está organizando. Es precisamente este frenesí con que cada una de las potencias capitalistas mundiales intentan asegurar sus intereses económicos que ha llevado al «cambio de posición» respecto a Afganistán manifestado por Trump en su discurso.
De hecho, la escalada militar de Washington en Afganistán no sólo sirve para asegurar que el capital estadounidense obtenga la parte leonina en la orgía imperialista para despojar al país de sus recursos, el refuerzo de varias bases militares permanentes estratégicamente ubicadas a lo largo de la frontera este con Pakistán, a corta distancia de la frontera occidental de China, también representa un eslabón más en el cerco que ha organizado el imperialismo estadounidense alrededor de su principal rival económico y militar. Afganistán es una ficha clave en los esfuerzos del imperialismo estadounidense para contrarrestar el reto a su hegemonía mundial representado por el ascenso del capitalismo chino.
Cientos de miles de civiles afganos han muerto a consecuencia de la campaña salvaje y criminal desatada por el imperialismo estadounidense. Las víctimas incluyen decenas de miles de niños. Además de la destrucción de la vida humana, millones más han sido desplazados o forzados a vivir bajo condiciones de precariedad extrema debido a la destrucción de la infraestructura básica ocasionada por los bombardeos aéreos por la máquina bélica imperialista. Nada de esto importa a la clase dominante en EEUU. Y la prensa oficialista occidental, fiel cómplice del imperialismo, hace su mejor esfuerzo para encubrir estos crímenes.
Sin embargo, las masas trabajadoras están ya muy cansadas de guerra, un hecho que hasta el mismo Trump tuvo que reconocer en su discurso. La clase obrera debe convertir este cansancio en una movilización masiva contra la agresión imperialista. El capitalismo mundial, cuya fase progresista se ha agotado desde hace mucho tiempo, ahora sólo ofrece a la humanidad desperdicio, destrucción y represión. La tremenda capacidad de producir riqueza social se desperdicia en instrumentos de guerra que se emplean para llevar a cabo la criminal destrucción de sociedades a través del mundo a medida que los gobiernos capitalistas imponen medidas cada vez más represivas contra todos aquellos que se oponen a la creciente desigualdad social y las interminables guerras de saqueo.
¡No más al saqueo imperialista de Afganistán! ¡A convertir la lucha en contra de la guerra imperialista en una lucha para el socialismo!