por Ismael Castro
La decisión de retirar a EEUU del Acuerdo de París no fue una sorpresa dado el carácter retrógrada de la facción de la clase dominante estadounidense la cual Trump representa. Para estar claro, el Acuerdo de París es la solución capitalista al cambio climático. Por lo tanto las muy modestas medidas que se plantean como parte del pacto están subordinadas al afán de lucro, es decir, la capacidad de las potencias capitalistas de seguir acumulando capital. El objetivo principal del pacto firmado por 195 países es lograr mantener las temperaturas globales por debajo del 2°C (3.6°F) por encima de los tiempos preindustriales. Los países firmantes se comprometieron detener el ritmo acelerado del cambio climático antropogénico – la contaminación del ambiente debido a la actividad humana – mediante una serie de límites voluntarios a las emisiones de gases de invernadero junto con contribuciones de los países más ricos a un fondo internacional para ayudar a precipitar el cambio hacia la energía renovable en otros países. En efecto, este fondo serviría como «capital semilla» para el desarrollo de nueva tecnología verde la cual serviría las demandas energéticas de la producción capitalista.
En el caso de EEUU, el intento de cumplir con el Acuerdo de París ha sido basado principalmente en Plan de Energía Limpia (Clean Power Plan) revelado en 2014 bajo Obama en el que se propuso reducir en 32% de los niveles del año 2005 las emisiones de dióxido de carbono como parte de la generación de energía eléctrica para el 2030. Vale recordar que 2005 fue el año pico de las emisiones de carbono en EEUU. La decisión de usar ese año como base le permitió a la administración de Obama proyectar la imagen de un fuerte compromiso con la reducción de emisiones cuando en realidad se planteaban avances mínimos en la lucha contra el cambio climático en comparación con los Protocolos de Kioto de los años 90. Bajo el acuerdo de Kioto, que fue abandonado por el presidente Bush, EEUU se hubiera comprometido a reducir en 7% del nivel de 1990 sus emisiones de dióxido de carbono. Tomando 1990 como punto de partida, el objetivo de una reducción de 7% en realidad hubiera constituido un mayor compromiso para limitar las emisiones de gases de invernadero que lo que se propuso bajo Obama. De todos modos, el Plan de Energía Limpia, el cual ha sido impugnado en los tribunales desde que fue revelado, ha sido seguramente derrotado. Además del hecho de que el nuevo jefe de la Agencia para la Protección Ambiental (EPA), Scott Pruitt, es enemigo declarado del Plan, el nuevo presupuesto que sometió Trump, elimina los fondos para implementarlo.
El carácter retrógrado de la administración de Trump, que está vinculada a industrias de combustibles fósiles altamente contaminantes y tecnológicamente anticuadas, como el carbón, el aceite de esquisto e incluso el gas natural, es evidente incluso por los estándares capitalistas. Esta es la razón de la reacción negativa de casi todos los líderes mundiales quienes ven en las modestas reformas incluidas como parte del Acuerdo de París oportunidades para abrir nuevos campos de inversión rentable. Sin embargo, es precisamente esta ‘lógica’, la de priorizar las ganancias dentro del mercado, la cual socava todos los intentos de llevar a cabo una política ambiental significativa.
En el caso de Puerto Rico donde, como tantas islas, el impacto del cambio climático se puede ver claramente, este tema tiene una urgencia particular. Las zonas costeras y las comunidades con infraestructura deteriorada no sólo son más susceptibles a los eventos meteorológicos inducidos por el cambio climático, sino las políticas completamente irresponsables de la administración territorial, la cual no implementa ni siquiera un mínimo de protecciones regulatorias, agrava la degradación ambiental. De hecho, sucesivas administraciones territoriales, a pesar de las recientes declaraciones fraudulentas de Rosselló en que éste finge un compromiso de luchar contra el cambio climático, han socavado la protección medioambiental al atar al país a las formas más anticuadas y contaminantes de la producción energética durante décadas.
Los comunistas entendemos que el desarrollo de la capacidad productiva humana para satisfacer a las necesidades racionales de todos y aliviar la carga del trabajo mediante avances tecnológicos no puede proceder sin tomar en cuenta la sostenibilidad y la protección ambiental. Los comunistas, al luchar por que la clase obrera tome el poder, también luchamos por que las decisiones en torno a la política ambiental se tomen no a base de las probabilidades de derivar ganancias por una minoría sino una determinación científica y democrática de las necesidades racionales de la humanidad. Les advertimos a los obreros que luchar por su auto emancipación es inconcebible sin un política consciente de proteger al ambiente.