Por: Carlos Borrero
El fallido intento de lanzar un misil balístico por Corea del norte desmiente toda la propaganda alrededor de la supuesta “amenaza a la seguridad” que representa el régimen de Pyongyang. Según la prensa en Occidente, la prueba de lanzamiento se llevó cabo desde la ciudad de Sinpo donde hay una base naval que alberga un grupo submarino con que se está desarrollando un programa de misiles balísticos. La prueba siguió un desfile militar norcoreano que recibió mucha atención en los medios internacionales y anticipó la llegada del vicepresidente estadounidense, Mike Pence, a Séul.
Corea del norte es un país de poco menos de 25 millones de personas y un PIB aproximado de $25 mil millones – cifra que lo coloca entre los estados de Vermont y Wyoming en desarrollo económico. Sus principales industrias son la minería, la agricultura y los textiles, aunque los armamentos constituyen una parte importante de su producción industrial. El país exporta productos metalúrgicos y es altamente dependiente de China, su principal socio comercial, para el petróleo y el carbón de coque para mantener la producción energética. El régimen de Pyongyang está encabezado por una casta militar que se opone directamente a la auto emancipación de la clase obrera coreana. Fuerzas poderosas dentro de este grupo están persiguiendo actualmente unos «acuerdos conjuntos» con empresas capitalistas chinas y surcoreanas para beneficiarse de la explotación de mano de obra dentro de Zonas Económicas Especiales. La idea de que un país con tan poca capacidad productiva relativa, altamente dependiente de China, y que ha perseguido durante años un programa modificado de autarquía – una forma autónoma de desarrollo económico denominada Juche por el régimen – representa una amenaza para EEUU es completamente absurda.
La verdadera intención de Washington es reafirmar su hegemonía completa sobre toda la región, que incluye el acercamiento de la masa territorial eurasiática. Tales planes incluyen el despliegue de tropas en Europa oriental, intervenciones directas en varios países desde el borde oriental del Mediterráneo por el cuerno de África hasta Afganistán, y el aumento de fuerzas a lo largo de la cuenca del Pacífico. La clase dominante estadounidense se ha vuelto cada vez temeraria en su esfuerzo por prevenir cualquier amenaza a su dominación económica mundial.
Respecto a Asia, el gobierno de EEUU ha aumentado sus provocaciones, las cuales incluyen la movilización de un grupo naval a la península coreana, con declaraciones amenazantes del vicepresidente Pence, vestido con una chaqueta de bombardero, durante su reciente visita a la zona desmilitarizada. Hasta ahora, la respuesta probable de Pyongyang sigue siendo una incógnita. Lo cierto es que las amenazas de guerra entre países nuclearmente armados son más próximas ahora que lo que han estado durante generaciones. Cualquier ataque directo de misiles contra Corea del Norte por parte de Estados Unidos seguramente agravará las tensiones con China al igual que las recientes acciones estadounidenses en Siria han alimentado el conflicto entre Washington y Moscú.
Las fuerzas progresistas deben movilizarse contra la actual campaña belicista de Washington. La completa alineación de los políticos liberales con la orientación de la política exterior de la actual administración en Washington es una prueba más de la necesidad de que las masas de trabajadores se organicen independientemente de los partidos políticos capitalistas. La llamada oposición «demócrata» es cómplice de la temeraria campaña de guerra. En Puerto Rico, ninguno de los lacayos coloniales dentro del establishment político advierte sobre la amenaza inminente de guerra y mucho menos identifica los objetivos imperialistas detrás de ella.
Los capitalistas sólo ofrecen a las masas austeridad y guerra. La creciente orientación de la actividad económica hacia el parasitismo, y las desigualdades sociales obscenas que éste ha causado, así como el enorme despilfarro de los recursos sociales en la guerra definen la lógica del desarrollo capitalista. La gente demanda trabajos estables y bien pagados, vivienda adecuada, atención médica garantizada y escuelas de calidad. Sobre todo, la gente exige paz. Para lograr estas legítimas demandas será necesario superar el actual régimen capitalista basado en la incesante búsqueda de ganancias privadas. Como primer paso hacia la superación del régimen actual se requiere la reorganización revolucionaria de las masas dirigidas por un programa socialista.