Trump sobre Al Sisi: “Ha hecho un trabajo fantástico”

Con elogios efusivos Donald Trump acogió al dictador egipcio, Abdelfatá Al Sisi, en la Casa Blanca este lunes.   Al Sisi, quien llegó al poder después de orquestar un golpe de estado en 2013 para derrocar al presidente democráticamente electo, Mohamed Morsi, dirige uno de los regímenes más brutales del mundo. Desde que tomó el poder Al Sisi ha supervisado un régimen que ha llevado a cabo miles de desapariciones, la supresión de sindicatos, decenas de miles de detenciones de opositores políticos, activistas laborales y de derechos humanos, la tortura de detenidos, cientos de juicios fraudulentos además de ejecuciones extrajudiciales documentados, la represión de periodistas independientes, los ataques contra grupos religiosos incluidos los cristianos coptos y los musulmanes chiítas, y la criminalización de personas LBGT.

 

La realidad es que Trump está dando continuidad a casi cuatro décadas de política exterior estadounidense hacia Egipto en la que sucesivas administraciones han suministrado armas para apoyar a dictadores como el ex presidente Hosni Mubarak. Mucho se ha hecho de las tibias críticas a Al Sisi y la suspensión temporal de los envíos de armas a Egipto iniciada en octubre de 2013 bajo la administración de Obama.  Sin embargo, todo eso fue teatro político.  La restauración del suministro de $1.3 mil millones anuales de ayuda militar en marzo de 2015 bajo Obama en forma de aviones de combate F16, tanques M1 Abrams y misiles Harpoon fue otro ejemplo más del verdadero carácter militarista de la supuesta administración liberal de Obama.  Esa restauración de ayuda militar al sangriento régimen de Al Sisi coincidió con la escalada de la campaña de bombardeos sobre Yemen, uno de los países más pobres e indefensos del mundo, promovida desde Washington y llevada a cabo por fuerzas sauditas.  Como tal, el monstruo grotesco que es Donald Trump sólo se distingue de sus predecesores por la manera en que expresa abiertamente su glorificación del militarismo estadounidense y la reacción política.

 

La reunión de Trump con Al Sisi concluyó con la promesa del primero de fortalecer aún más los lazos militares con el dictador egipcio. Puesto que no hubo siquiera una referencia pro forma a la «preocupación por los derechos humanos», algo habitual que ejemplifica la hipocresía de las administraciones estadounidenses, es probable que el actual régimen egipcio aumente su brutalidad contra las masas.  De hecho, la administración de Trump ha señalado a los regímenes reaccionarios de toda la región, como Arabia Saudita y Bahrein, que no necesitan preocuparse por la retórica hueca alrededor de los derechos humanos que normalmente emana de Washington.

 

Dentro de nuestro contexto puertorriqueño, el abierto apoyo de Trump para dictadores brutales como Al Sisi ocurre sin comentarios en la prensa oficial y mucho menos denuncias de los representantes políticos del territorio. Esto se debe a que tal apoyo contradice la imagen del «faro de valores democráticos» con que estos políticos territoriales intentan justificar su continua colaboración con el imperialismo estadounidense.  La actual campaña plebiscitaria dirigida por la administración reaccionaria de Rosselló para promover la estadidad para Puerto Rico tendría un carácter completamente distinto si las masas del territorio estuvieran más al tanto de estos sucesos.  Pero tal nivel de conciencia entre las masas sería una amenaza al orden social que dirigen los políticos del territorio.

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