Por Carlos Borrero
El plan con que se pretende reformar el sistema tributario divulgado esta semana por el Secretario de Tesoro, Steve Mnuchin, y el Jefe del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn, representa una declaración descarada de guerra contra las masas obreras y demás clases oprimidas en EEUU. El plan, que prioriza la reducción drástica de impuestos sobre los capitalistas, sólo puede entenderse en el contexto del presupuesto recientemente sometido por Trump en el cual se aumenta en $54 mil millones la partida asignada al Pentágono mientras se imponen recortes en la misma cantidad a programas sociales.
La propuesta de Trump reduciría la tasa corporativa de 35% a 15%. Como bien se sabe, muy pocas corporaciones actualmente tributan a un 35% dada la gran cantidad de lagunas fiscales existentes en el Código de Rentas. Bajo el plan propuesto por Trump se simplificaría el proceso para las corporaciones evitar impuestos. Pero esto no es todo. El plan contempla el cambio a un sistema tributario “territorial”, en el cual las corporaciones estadounidenses sólo tributarían los ingresos derivados de sus operaciones dentro del territorio de EEUU, y la concesión de una exención impositiva temporera (Tax Holiday) para las ganancias repatriadas de operaciones extranjeras.
Además de estos regalitos para las corporaciones, a los individuos ultra ricos se les reduciría la carga impositiva de todos sus ingresos derivados de ganancias empresariales de 39% a 15%. Como se ha señalado en la prensa liberal, esta medida tendría un impacto directo sobre personas como Trump cuyos ingresos individuales provienen de las ganancias de su empresa. Otras beneficios para los de la calaña de Trump serían la eliminación del Impuesto Mínimo Alternativo, un impuesto suplementario para garantizar que las personas y otros entidades que se aprovechan de las lagunas fiscales paguen un mínimo de impuestos, y la abolición del impuesto de sucesión. El plan incluye también una reducción de la tasa máxima de impuestos para los individuos del 39% al 35% y la eliminación del recargo sobre ganancias de capital (capital gains) de 3.8% con que se financia Obamacare.
Por un lado, el efecto obvio de estas medidas será un aumento dramático en el déficit federal. Tal aumento en el déficit servirá como pretexto para una nueva ronda de recortes a programas sociales. Por el otro lado, el propuesto plan tributario resultará en una enorme acumulación de reservas de efectivo con que las corporaciones llevarán a cabo otro frenesí de fusiones y adquisiciones además de una nueva ola de recompras de acciones. Estas son exactamente las medidas que exige la oligarquía financiera con sede en Wall Street. De hecho, la política económica de Trump puede resumirse de la siguiente manera: maximizar las ganancias de las corporaciones y los individuos ultra ricos y privar al gobierno de ciertos fondos para justificar recortes severos a los programas sociales para las masas.
Trump y el resto de la clase capitalista estadounidense le han declarado guerra a las masas de trabajadores.
Surge la pregunta, ¿Qué tiene que ver todo esto con Puerto Rico?
Primero, es en este contexto que la administración territorial pretende sembrar ilusiones de una reasignación equitativa de fondos de Medicaid y Medicare para Puerto Rico. Como hemos denunciado un montón de veces, los capitalistas estadounidenses están mirando a Puerto Rico como un modelo para su campaña reaccionaria de imponer restricciones severas si no eliminar por completo a varios programas sociales.
Segundo, la oligarquía criolla en Puerto Rico no es más que grupo de socios menores de la clase capitalista en EEUU. La política pública y contributiva que se impone en Puerto Rico está estrechamente vinculada a las políticas que se persiguen en EEUU. La llamada ‘reforma contributiva’ de Rosselló busca, al igual que la de Trump, maximizar las ganancias de los capitalistas mientras impone a las masas obreras y los pequeños negociantes la mayor parte de la carga tributaria.
Cualquier resistencia efectiva a las medidas exigidas por la Junta de Wall Street y llevadas a cabo fielmente por la administración territorial debe contar con el apoyo de la clase trabajadora en Estados Unidos. Más allá del apoyo, la colaboración activa entre la clase obrera estadounidense y puertorriqueña es absolutamente indispensable si los obreros en el territorio han de llevar su lucha hasta su conclusión lógica, la toma del poder. En este sentido, es absolutamente esencial que los trabajadores de Puerto Rico sigan y aprendan de los eventos que están tomando forma en Estados Unidos.