La creciente temeridad del imperialismo estadounidense

Por Carlos Borrero

 

El bombardeo de una base aérea en Siria la semana pasada además del despliegue del grupo naval encabezado por el portaaviones USS Carl Vinson hacia la península coreana y el uso del más poderosa bomba no nuclear, la GBU/43B que es de 22 mil libras, en Afganistán apuntan a una nueva fase de agresividad que caracteriza el imperialismo estadounidense. Si bien este nivel de belicismo de parte del gobierno estadounidense no es completamente nuevo, la actual situación internacional, marcada por una intensificación de tensiones entre las principales potencias capitalistas, crea una peligrosa combinación de factores que aumenta la probabilidad de guerra.

 

El bombardeo de Siria la semana pasada, que tuvo lugar bajo el dudoso pretexto del uso de armas químicas por el régimen de Asad, ha dado lugar a la admisión por parte de representantes de Estados Unidos y Rusia de que las relaciones entre ambos países han deteriorado a niveles históricamente bajos. En declaraciones públicas después de la reciente reunión entre el secretario de Estado estadounidense, Rex Tillerson, y el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergey Lavrov, a la cual se unió el presidente Ruso, Vladimir Putin, los dos representantes destacaron la falta de confianza que existe entre ambos países.

 

El supuesto uso de armas químicas atribuido al régimen de Asad que sirvió de pretexto para el bombardeo estadounidense la semana pasada tiene todas las características de una operación de la CIA. Primero, el supuesto ataque químico se dio bajo condiciones en que el gobierno de Asad lleva una clara ventaja en la guerra civil contra los islamistas armados y apoyados por EEUU.  Segundo, el ataque químico ocurrió dentro de territorio controlado por el grupo islámico anti gobierno al-Nusra, afiliado de al-Qaeda en Siria, el cual tiene un historial documentado de poseer y usar agentes químicos como el gas sarín. Queda la pregunta, ¿qué motivos tendría Asad para usar este tipo de arma cuando sus fuerzas están ganando y el uso de dichas armas químicas amenazaría con aumentar las agresiones estadounidenses en el país?  Finalmente, la atribución a Asad de responsabilidad por los ataques químicos dentro de todos los principales órganos de prensa además de las altas esferas del gobierno estadounidense ocurrió con una rapidez y consistencia increíbles sin que se diera la más mínima evidencia objetiva, práctica que recuerda al proceso con que se justificó la guerra contra Irak en 2003 cuando se le acusó falsamente a Hussein de poseer armas de destrucción masiva.

 

Al mismo tiempo, el imperialismo estadounidense ha escalado sus provocaciones contra China en el pacífico al desplegar un grupo naval hacia la península coreana. Dicha acción, que ocurre en medio de declaraciones anti chinas cada vez más agresivas hechas por Trump, representa una elevación de la política temeraria iniciada bajo Obama en que barcos navales estadounidenses empezaron a entrar en territorio marítimo alrededor de varios islotes en el Mar del Sur de china reclamados por China como acto de desafío abierto. Se sabe que cualquier agresión contra Corea del norte arrastraría a China, su más importante socio, hacia el maelstrom de guerra que se está formando.  Debe recordarse que la decisión de llevar a cabo el bombardeo en Siria justo cuando el mandatario chino estuviera de visita en la casa vacacional de Trump la semana pasada ha sido interpretada en la prensa china como una afrenta deliberada.  De la misma manera, las gestiones para incluir a la marina japonesa en este más reciente despliegue naval en la cuenca del pacífico incrementan las probabilidades de que un futuro conflicto se extienda a varias otras potencias.

 

Finalmente, la intensificación de las actuales agresiones estadounidense en Afganistán, país al sur de Rusia y al oeste de China, sólo puede entenderse como parte de la expansión de operaciones militares llevadas a cabo por EEUU en países como Somalia, Yemen e Irak además del despliegue de unidades militares en el este de Europa. Lo que se está atestiguando es el cercamiento militar de la masa territorial de Eurasia por el imperialismo estadounidense.  De esta manera la clase dominante estadounidense pretende usar su ventaja militar para controlar toda ruta comercial principal para así ejercer presión sobre sus rivales económicos.

 

Desde la perspectiva de las masas trabajadoras del mundo lo que está claro es que nada tienen que ganar con aliarse con ninguno de los gobiernos envueltos en estos conflictos. La situación actual representa la completa bancarrota moral y política del orden mundial capitalista.  Los círculos de poder económico y militar dentro de las potencias en conflicto, al igual que sus socios menores, amenazan con llevar a millones de seres humanos al matadero de la guerra.  Asad, aunque el blanco de agresiones imperialistas, no merece ningún apoyo de los obreros sirios.  Putin y su camarilla de oligarcas rusos tampoco pueden ofrecer nada progresista a las masas trabajadoras rusas.  En la China, país en que el mal llamado “Partido Comunista” dirige una economía capitalista basada en la súper explotación y cuyos lazos comerciales se expanden cada vez más allá de sus fronteras, la traición de las masas obreras es obvia.

 

Sin embargo, le corresponde a la clase dominante en EEUU, cuya conducta política combina la reacción al nivel interno con un belicismo temerario con pocos precedentes históricos en el extranjero, la principal responsabilidad por los inminentes conflictos por delante. Con suprema hipocresía, los medios estadounidenses han castigado al bufón que desempeña como portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, por sus recientes comentarios en los que comparó a Asad con Hitler, declarando erróneamente que el último nunca utilizó armas químicas contra su pueblo.  Sin embargo, ninguna voz destacada ha resaltado el hecho de que el ejército estadounidense dejó caer diariamente aproximadamente 250 mil libras de napalm, un agente químico producido por la empresa estadounidense Dow Chemical, en Corea y 8 millones de toneladas en total del mismo en Vietnam.  Se hace caso omiso de la muerte de millones de civiles a causa de las numerosas intervenciones llevadas a cabo bajo sucesivas administraciones por la maquinaria bélica estadounidense a través del mundo. De hecho, lo que el gabinete de Trump ha sacado a la luz es que los que verdaderamente determinan la política en Estados Unidos son los oligarcas financieros y militares.  Las supuestas «diferencias» entre los principales partidos políticos estadounidenses desaparecen, como lo demuestra la facilidad con que los demócratas aplaudieron la decisión de Trump de lanzar misiles cruceros contra Siria, una vez surjan oportunidades de saqueo para el capitalismo estadounidense o su hegemonía mundial se vea mínimamente amenazada.

 

En términos muy sencillos, Trump no representa una aberración. Al contrario, es la más clara expresión de la política que persigue la clase dominante estadounidense cuando ésta se pasea al desnudo.  El parasitismo financiero y belicismo son sus rasgos fundamentales.

 

La reorganización revolucionaria de las masas obreras del mundo se hace cada vez más urgente. En el caso de Puerto Rico, como hemos señalado en ocasiones anteriores, tanto los colonialistas como los anexionistas son defensores del imperialismo estadounidense.  Las masas obreras en Puerto Rico, al igual que los obreros de todo el mundo, deben mantenerse en alerta.  Los crecientes conflictos entre potencias capitalistas se intensifican y los políticos del territorio, cuya lealtad ciega a sus amos imperialistas está más allá de toda duda, no tardarán ni un instante en inducir a la juventud humilde en Puerto Rico a verter su sangre por el imperialismo.  Las masas obreras en Puerto Rico tendrán que aprender las lecciones del pasado y orientarse al internacionalismo proletario, única fuerza capaz de detener la carrera temeraria hacia la guerra impulsada por los capitalistas estadounidenses.

 

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