Trump somete un presupuesto para la guerra y la devastación social

Por Carlos Borrero

 

Esta semana, el presidente estadounidense, Donald Trump, propuso su primer presupuesto y ofreció su primer mensaje sobre el estado de la nación. Ambos eventos reflejaron el actual estado degenerado del capitalismo estadounidense que se acelera rápidamente hacia la guerra, tanto a nivel interno como en el extranjero.

 

El presupuesto sometido por la administración de Trump contempla una asignación de $54 mil millones adicionales al Pentágono y las demás agencias bélicas para el año fiscal que viene. Este aumento sería compensado por recortes en los fondos asignados a otras áreas como la Agencia para la Protección Ambiental (EPA), el Departamento de Educación, el Departamento de Trabajo, y el Departamento de Agricultura.  Este último es el que administra programas como SNAP (PAN en Puerto Rico) y WIC.

 

Aunque los recortes a Medicaid y Medicare no formaban parte de este proyecto de presupuesto inicial, es muy probable que estos programas, dada la postura del nuevo secretario de Salud, Tom Price, sean objetos de reducciones futuras durante fases subsiguientes del proceso presupuestario durante los próximos meses.

 

Lo que está claro es que el presupuesto propuesto devastaría a las masas obreras y los demás sectores vulnerables de la población, mientras que eliminaría incluso las mínimas protecciones ambientales y sentaría las bases para el debilitamiento de la educación pública. Visto a luz del plan contributivo que ha propuesto Trump, el cual prioriza la reducción de impuestos corporativos, el nuevo presupuesto representa una escalada de la guerra que se está llevando a cabo contra las masas obreras en EEUU.

 

El término «guerra» no debe tomarse como una exageración. De hecho, el aumento en 10% de un presupuesto militar ya muy inflado servirá para reforzar el aparato represivo a nivel interno mientras que se intensifica la carnicería de civiles en lugares como Mosul donde las fuerzas armadas estadounidenses están realizando actualmente una ofensiva terrestre y aérea.

 

El propuesto aumento de fondos asignados al Departamento de Seguridad Nacional (Department of Homeland Security), agencia sombrilla que cobija la infame ICE (Inmigración y Aduanas), es también confirmación de que la administración de Trump cumplirá a corto plazo con sus amenazas contra los inmigrantes. Si bien la atención de los medios se ha centrado en el propuesto muro a lo largo de la frontera con Méjico y la orden ejecutiva para prohibir la entrada de musulmanes a EEUU, hay otros aspectos de la campaña contra los inmigrantes que son igualmente, si no más, nefastos.  Por ejemplo, la reactivación agresiva del programa 287(g), el cual integra a policías estatales y locales en la persecución federal de inmigrantes, ya ha sido identificada como una estrategia viable para rápidamente expandir los efectivos necesarios para redadas masivas. Al mismo tiempo, la expansión de la red existente de cárceles privadas, muchas de las cuales que están contratadas específicamente para alojar a inmigrantes, no sólo representa una repugnante oportunidad de lucro capitalista sino también sienta las bases para el desarrollo de un sistema masivo de campos de concentración como parte del emergente Estado carcelario.

 

Sin embargo, la expansión actual del aparato represivo del Estado capitalista es sólo el comienzo. Los capitalistas y sus defensores están conscientes de que la devastación social que resulta de sus políticas públicas provocará una reacción popular.  Aunque los inmigrantes son el blanco inicial de todo esta maquinaria represiva que se está construyendo, está claro que la clase capitalista está preparada para desatar este mismo aparato contra la población no inmigrante si la actual ola de protestas se sale de los límites de lo que es tolerable para el sistema.

 

Ante este panorama, no se ha escuchado ni ¡! de la llamada ‘oposición’ demócrata en el Congreso.  Muy al contrario, además de confirmar cada uno de sus nominados, varios demócratas prominentes siguen declarando su compromiso de trabajar con Trump en áreas comunes como el «desarrollo de infraestructura».  Los demócratas son igualmente culpables de esta expansión de los aparatos de represión que se está dando.  Su complicidad no está arraigada en un silencio cobarde.  Más bien, las pasadas administraciones demócratas participaron activamente en la construcción de los cimientos del actual sistema represivo.

 

Las masas obreras en Estados Unidos necesitan desesperadamente reorganizarse. Dicha reorganización sólo podrá ser efectiva fuera de las formaciones políticas de los capitalistas. Sólo mediante la creciente influencia del marxismo revolucionario podrán las masas obreras encontrar un camino más allá del abismo capitalista.

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