Se atrinchera extrema derecha en EEUU

I

Por Carlos Borrero

 

En lo que ha sido catalogada como una movida sin precedente moderno, la administración de Trump el viernes pasado le negó acceso a una sesión rutinaria de preguntas y respuestas con el Secretario de Prensa Sean Spicer, denominada un “gaggle”, a varios medios incluyendo el New York Times, BBC, The Guardian, CNN, Politico, y Buzzfeed.  A la misma sesión de prensa, fue invitado un grupo de medios conservadores como Breitbart News, The Washington Post, The Wall Street Journal, One America News además de las cadenas ABC, NBC, CBS y FoxNews.   Las agencias noticiosas Time y AP, que fueron invitadas, se negaron a participar en dicha sesión de prensa en protesta.

Esta prohibición del acceso a los medios ‘liberales’ ha sido categorizada como parte de una “guerra contra la prensa” llevada a cabo por Trump.  Empero, tal categorización es completamente falsa.  Primero, Trump es en realidad un producto mediático y los medios a través de todo el espectro político desde comenzó a articular sus aspiraciones políticas han participado activamente en la promoción no sólo de su figura como tal sino también la agenda de extrema derecha que él personifica.

Segundo, los medios ‘liberales’ con que la administración actual tiene diferencias, no se oponen fundamentalmente al programa político que se está llevando a cabo, el cual se basa en el fortalecimiento del aparato estatal y la promoción del nacionalismo económico.  Al igual que el ala de la clase dominante estadounidense vinculada al Partido Demócrata, y a la cual responde la prensa ‘liberal’, coincide con la administración actual en la defensa de los intereses imperialistas en general y la campaña para profundizar la subordinación de las masas obreras a las exigencias de capital a nivel interno.  Las diferencias entre la administración actual y llamada oposición liberal, tanto en el Partido Demócrata como en los medios, radican en el campo táctico de cómo secuenciar sus movidas a nivel internacional, por un lado, y cómo movilizar a las masas estadounidenses a favor de los intereses del capitalismo norteamericano, por el otro.

Mientras los llamados liberales insisten en amplificar su campaña anti rusa como movida a corto plazo para debilitar una parte de la alianza que ha surgido entre Rusia y China durante los últimos años, el ala de la clase dominante representada por Trump opta por una táctica basada en el acercamiento inmediato con los rusos para así asestar una cuña entre Moscú y Pekín.  De la misma manera, los liberales prefieren medidas que promueven la inclusividad respecto a la política interna para movilizar a la población a favor del capitalismo estadounidense, mientras la administración actual ha promovido el etnonacionalismo como táctica para dividir a las masas por líneas étnicas y raciales y así debilitar su capacidad para montar una oposición a un sistema en profundizante y prolongada crisis.

Ambas alas de la clase dominante están promoviendo políticas igualmente reaccionarias y repugnantes.  Sus diferencias son el reflejo del difícil lugar en que se encuentra el capitalismo estadounidense dentro del mundo contemporáneo, en que tiene que recurrir cada vez más a la fuerza bruta para compensar tanto la erosión de su ventaja económica entre competidores internacionales como la desintegración social interna engendrada por su sistema y para la cual no los capitalistas no encuentran una solución factible.

El frenesí mediático en torno a los vínculos entre la administración Trump y Rusia no es más que un intento de ejercer presión para asegurar la implementación de políticas favorecidas por el llamado ala liberal de la clase dominante.  Es notable que estas divisiones hayan repercutido incluso dentro del Estado, particularmente dentro y entre las agencias de inteligencia, resultando en una serie de filtraciones y escándalos.  Además de la renuncia del ex Consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, los medios capitalistas se han llenado de informes de varias filtraciones, así como de disputas internas dentro del aparato del gobierno en días recientes.  Aunque la crisis política provocada por las divisiones antes mencionadas no es insignificante, no debe obscurecer el hecho de que todos estos conflictos están contenidos enteramente dentro la defensa común del capitalismo estadounidense.

Lo que está claro es que hay un creciente sentimiento de descontento entre las masas dentro de Estados Unidos.  La ola sin precedentes de protestas contra las políticas reaccionarias que adelantan las fuerzas detrás de Trump es el reflejo genuino del deseo de las masas de no sólo oponerse a la actual administración, la cual está compuesta por una alianza entre fascistas, multimillonarios y belicistas, sino también de reorientar la política pública del país hacia una mayor equidad.  La oposición ‘liberal’ ha intentado cautelosamente captar esta ola para encauzar la oposición popular dentro de los estrechos confines de la política electoral burguesa.  Los políticos ‘liberales’ reconocen plenamente el peligro real de que la oposición popular, aun ideológica y políticamente difusa, se salga de estos estrechos confines.  De hecho, la tibia oposición de los demócratas a los nominados al gabinete de Trump, así como la reciente elección de Thomas Pérez como Presidente del Partido Demócrata, son indicios claros de que las masas obreras en EEUU nunca encontrarán nada «progresista» en el ala ‘liberal’ de la clase dominante o sus representantes políticos reunidos alrededor de los demócratas. Uno por uno se han aprobado los nominados de Trumpo mientras que Pérez, como ex Secretario de Trabajo, fue el principal mediador en la huelga llevada a cabo por 36.000 trabajadores de comunicaciones contra Verizon que terminó en un contrato lleno de concesiones obreras.

A medida que la administración de Trump avanza más a la extrema derecha, los liberales también se mueven junto con ella en la misma dirección.  Esta falta de oposición verdadera es lo que permite a la extrema derecha atrincherarse.  Sin embargo, la oposición popular a Trump y su grupo de multimillonarios y belicistas continúa sin cesar.  El desafío ante las masas en EEUU es el mismo que que enfrentan las masas en todo el mundo.  El primer paso para superar este desafío sólo puede ser la reorganización de toda esta oposición a base de un programa socialista independiente de todos los partidos políticos capitalistas.

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