Por Carlos Borrero
La nominación de Andy Puzder como Secretario de Trabajo y Scott Pruitt para dirigir la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en Inglés) por Donald Trump es una innegable señal de la extrema reacción que caracteriza a la administración entrante.
Puzder, es el ejecutivo multimillonario al mando de CKE Restaurants, corporación matriz de cadenas de comida rápida como Hardee’s y Carl’s. Es un opositor recalcitrante a cualquier aumento del salario mínimo además de las propuestas recientes para expandir el derecho al pago por tiempo extra. En una entrevista que concedió a la revista Business Insider Puzder afirmó descaradamente su preferencia de sustituir al trabajo humano con máquinas ya que estos últimos “siempre son corteses, siempre venden demás, nunca toman vacaciones, nunca llegan tarde, nunca se resbalan o derraman las cosas y no presentan casos de discriminación por edad, sexo o raza.” Puzder ha sido el sujeto de varias demandas alegando robo de salarios, comentarios sexistas y despectivos tildando de ‘holgazanes recipientes de welfare’ (mantengo) a sus propios trabajadores.
Como Secretario de Trabajo, Puzder tendrá la capacidad de determinar en gran medida la política salarial además de las reglas relacionadas a otro beneficios y condiciones laborales. Su orientación anti obrera se refleja en toda una larga trayectoria en que ha impuesto salarios de miseria además de condiciones laborales brutales a los trabajadores de las empresas que él mismo ha dirigido. Nominar a un elemento como Puzder al puesto de Secretario de Trabajo es un ejemplo del proverbial ‘zorro velando el gallinero’. Es testimonio de todo el cinismo del discurso demagógico de Trump cuando proclamaba defender los intereses del obrero.
Por su parte, Scott Pruitt es un ardiente defensor de los intereses de combustibles fósiles más contaminantes e infame por su negación del cambio climático. Como Procurador General del Estado de Oklahoma, Pruitt demandó a la EPA varias veces por lo que afirmaba era la imposición injusta de regulaciones para proteger los recursos hídricos y el aire. En unas instancias asombrosas Pruitt intentó bloquear los esfuerzos de la EPA, una agencia federal, para limitar la contaminación por el mercurio además de los niveles permisibles del ozono y el smog bajo el pretexto de derechos de los estados. De hecho, los vínculos entre Pruitt y los intereses energéticos más contaminantes son tan conocidos que al hacerse pública su nominación los portavoces de varios grupos ambientales declararon un ‘desastre inminente’ en la política ambiental.
Debe quedar claro que la clase obrera estadounidense y las comunidades más susceptibles a la degradación ambiental están bajo ataque. Para el territorio, la nominación de estos elementos ultra reaccionarios presagia una erosión de las pocas protecciones que quedan en los ámbitos laboral y ambiental. La Junta de Wall Street tendrá toda una luz verde para imponer recortes y políticas aún más brutales para las masas obreras territoriales. Más que la resistencia, el momento exige la reorganización revolucionaria de la clase obrera internacional armada con un programa socialista.