Por: Carlos Borrero
La nominación del jefe de la compañía ExxonMobil, Rex Tillerson, a la Secretaría de Estado apunta a un conflicto táctico que ha surgido dentro de la clase dominante estadounidense. Más allá de la muy real amenaza ambiental que representa, la selección del ejecutivo de ExxonMobil, una compañía con fuertes vínculos con el capital ruso, resalta el rechazo de ciertos sectores del capital norteamericano a la campaña durante los últimos años de proyectar a Rusia como la principal amenaza geopolítica de EEUU. Aunque esta disputa entre los capitalistas estadounidenses de ninguna manera se ha resuelto, el potencial de un viraje de tal magnitud en la política exterior de un país como EEUU es un claro indicio de la profundización de tensiones a nivel internacional.
Es muy conocido que ExxonMobil ha tenido interés durante años en la explotación de recursos petroleros en varias zonas de Rusia siendo los yacimientos dentro del Mar de Kara en el ártico, la llamada formación de Bazhenóv, la presa más codiciada. El intento de llevar a cabo un acuerdo pactado en 2012 entre Tillerson y el monopolio estatal ruso Rosneft para darle acceso a estos yacimientos a la compañía estadounidense a cambio de insumos tecnológicos y derechos a la explotación de áreas petroleras en el Golfo de Méjico y en Alberta (Canadá) controladas por ExxonMobil es un ejemplo de este interés. Tal acuerdo, además de las operaciones de ExxonMobil en los campos de Sakhalín en el lejano oriente de Russia fueron perjudicados con la imposición de sanciones económicas al gobierno ruso por EEUU a raíz de los conflictos en Ucrania y Siria. Aunque los aspectos económicos de la relación entre ExxonMobil y el capital ruso no parecen determinantes, este tipo de viraje en las relaciones exteriores tendría obvias implicaciones estratégicas (líneas logísticas) a corto y mediano plazo.
Los lazos cada vez más estrechos forjados entre Rusia y China no han pasado desapercibidos por los estrategas del imperialismo estadounidense. Además de varios acuerdos económicos y comerciales, los rusos y chinos han estrechado lazos militares que preocupan a Washington. El fortalecimiento de tal alianza contra el Pentágono presentaría un reto formidable para una potencia como EEUU.

Detrás de todas las maquinaciones e intrigas políticas presentadas en los medios noticieros de EEUU en las últimas semanas lo que se perfila es un conflicto sobre la orientación estratégica que va a tomar el capital estadounidense ante sus potencias capitalistas rivales. Está claro que un sector de la clase dominante estadounidense plantea debilitar a Rusia mediante confrontaciones, hasta ahora indirectas como en Ucrania y Siria pero con la posibilidad de convertirse en directas, a corto y mediano plazo para entonces lidiar con China. Otro sector parece favorecer colocar una cuña entre Rusia y China mediante el fortalecimiento de relaciones comerciales entre el capital ruso y estadounidense. Las últimas provocaciones de Trump, quien ha roto años de política exterior hacia China al comunicarse directamente con Taiwan, además de su apoyo incondicional al carnicero Duterte en Filipinas, siguen la lógica del último grupo. Éste plantea la necesidad estadounidense de enfocarse en el cercamiento militar de China a corto plazo. Vale advertir en este sentido que aunque Trump puede parecer un charlatán político, detrás de todo elemento así hay pensadores estratégicos comprometidos con la supervivencia del capitalismo.
Es imposible saber cómo se resolverá esta disputa entre las facciones del imperialismo estadounidense en pugna y mucho menos cómo se alinearán éstas y otras potencias capitalistas como Alemania. Las alianzas entre capitalistas sólo sirven sus intereses egoístas. Lo que sí se sabe es que ninguna de estas potencias capitalistas puede ofrecer nada ‘progresista’ para las masas obreras y que la intensificación de las tensiones entre si surge como consecuencia invariable de las crisis internas que enfrenta cada una de ellas. Tanto en EEUU como en Rusia y China, las clases dominantes están muy conscientes de la amenaza, todavía latente, de una erupción del descontento popular. Las únicas respuestas que proponen los capitalistas para resolver estos conflictos son la represión interna para intensificar la explotación de sus obreros y la guerra.
La urgente reorganización revolucionaria de la clase obrera a nivel internacional es inaplazable. Hacia ese fin los comunistas en Puerto Rico hacemos un llamado a los obreros del mundo a resistir el oportunismo con que los capitalistas intentan oponer a los obreros de un país contra los de otro. La única manera de salir de la crisis capitalista y sus guerras depredadoras es el internacionalismo proletario, condición indispensable del socialismo.