Por Ismael Castro
El Nuevo Día informó la semana pasada que jóvenes del territorio participaron en la más reciente administración de las pruebas estandarizadas PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes). Las pruebas PISA son llevadas a cabo por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un organismo internacional compuesto por 35 países, cada tres años. Estas pruebas evalúan los conocimientos y las competencias académicas de jóvenes de 15 años en áreas como la lectura, las matemáticas y las ciencias naturales. Son independientes de un currículo en particular y, por lo general, los resultados del proceso no determinan la política educativa a niveles nacionales. Sin embargo, son un importante índice para hacer comparaciones entre países.
La participación puertorriqueña en la administración del 2015 se dio bajo la égida de la de EEUU. El territorio se incluyó como parte de tres jurisdicciones estadounidenses en total, Massachusetts, Carolina del Norte y Puerto Rico. Las estadísticas citadas en el artículo de El Nuevo Día representan resultados desagregados para Puerto Rico sólo, la jurisdicción estadounidense con el rendimiento más bajo de las tres que participaron.
Los resultados en el caso puertorriqueño han sido sumamente ilustrativos. Según el resumen de datos destacado por El Nuevo Día, el 50.4% de los alumnos boricuas no mostraron dominio de las destrezas en Lectura, el 72.6% no obtuvo niveles adecuados en las Matemáticas y el 55.4% no logró un dominio mínimo de las destrezas en Ciencias. En total, el 44.1% de los jóvenes puertorriqueños que tomaron las pruebas PISA obtuvo resultados que los colocarían dentro de los niveles de destrezas académicas más bajos en comparación con otros alumnos a nivel internacional.
Estos resultados son un veredicto del crimen llevado a cabo a diario contra el estudiantado de extracción obrera en Puerto Rico. El fenómeno tiene sus raíces en la combinación de la negligencia estatal y los niveles obscenos de desigualdad y miseria inherentes al capitalismo, particularmente en el mundo colonial. A diario la juventud de las familias obreras en Puerto Rico está sujeta al hacinamiento y el deterioro de la planta física escolar además de las condiciones de miseria que caracterizan su vida de barrio. Y si no fuera poco, a los maestros encargados de educar a esta juventud, a pesar de los mejores y más genuinos esfuerzos de la mayoría de ellos, se les imponen salarios de esclavitud, la falta de preparación profesional sistemática y apoyo además de una campaña incesante de desviar la responsabilidad desde el capitalismo, la verdadera fuente de este crimen, al usarlos como chivos expiatorios del gran fracaso educativo.
Las únicas soluciones propuestas para el problema de la educación por los defensores del capitalismo en EEUU y el territorio han sido una serie de esquemas privatizadores. Si bien la reciente nominación a la Secretaría de Educación de Betsy DeVos, una muy conocida fanática religiosa y campeona de las escuelas chárter y los vales escolares, apunta a la orientación de la política educativa estadounidense en el futuro inmediato, los lacayos en el territorio no se están quedando atrás. A pesar de la creciente evidencia de que estas variantes de la privatización escolar han sido un fracaso total para los alumnos de extracción obrera y los maestros sindicalizados – mientras dejan enormes ganancias a los capitalistas cuyos hijos asisten a escuelas privadas élites – ya se oyen los murmullos entre aquellos que quieren usar los resultados de las pruebas PISA como pretexto para avanzar sus argumentos a favor de los vales escolares y la charterización del reducido número de las escuelas públicas que quedan en el territorio.
Aun cuando nos limitamos a los objetivos de la educación aceptables para el sistema capitalista, es innegable que los países cuyos alumnos demuestran mayores niveles de destrezas académicas en estos tipos de exámenes son aquellos que tienden a exhibir menos desigualdad económico y priorizan el fortalecimiento de sus sistemas de educación pública (ej. Finlandia). Son estos factores que determinan en gran medida las muy evidentes diferencias entre países capitalistas en el desempeño académico de la juventud. Desde ese punto de vista tal parece que el sistema educativo de Puerto Rico se remonta a la edad media. Lo que el capitalismo no ha podido resolver aun en los mejores casos son los enormes contrastes que persisten entre una minoría de élite y las masas respecto al acceso a una experiencia educativa íntegra y de calidad.
Todo el compromiso para fomentar una ciudadanía relativamente ilustrada que caracterizó al capitalismo de antaño rápidamente se está erosionando, particularmente en lugares como Puerto Rico. Lo que queda del futuro del capitalismo representa un freno al desarrollo humano, tanto en la educación como en otros aspectos sociales y económicos. Las políticas dictadas por la Junta de Wall Street y llevadas a cabo por los administradores territoriales pondrán aún más presiones sobre un sistema de educación pública ya debilitada en el territorio.
Ante esta situación, los obreros comunistas exigimos un programa masivo de inversión pública para expandir el número y modernizar las escuelas públicas a todos los niveles además de desarrollar programas de capacitación y apoyo a los maestros. Este programa sólo puede llevarse a cabo como parte de una transformación socialista de la sociedad la cual pone a las escuelas, como todas las demás instituciones sociales y empresas económicas, bajo el control democrático de la clase obrera.