por Federico
Mi pueblo no está luchando por una
conquista pequeña, por un poquito de aumento de sueldo aquí, un pequeño paliativo allí.
No. Mi pueblo se está preparando
para expulsar para siempre al capitalismo y a sus sirvientes internos y externos.”
Domitila Barrios
Nadie puede negar que en la última década se han logrado avances importantes para lograr una sociedad más inclusiva para los miembros de la población LGBT. En Puerto Rico, a pesar de la odiosa estridencia del fundamentalismo religioso y los modelos patriarcales excluyentes reproducidos por los aparatos ideológicos del Estado (iglesia, escuela, familia, judicatura,etc) se han logrado avances tímidos para garantizar derechos LGBT; salvo el “matrimonio igualitario” que llegó vía el Tribunal Supremo Federal. Reconocidos ya los logros y la importancia de estas luchas no se puede obviar que sus frutos son minucias logradas de las que se han apropiado las esferas burguesas de la mariconería mainstream de anuncios asépticos de Abercrombie y un token lésbico en el Tribunal Supremo de Puerto Rico.
Los movimientos LGBT han dado una lucha, en gran manera despolitizada, desclasada e inocua al sistema opresor capitalista que solo sirve a los ricos. Desde el privilegio socioeconómico de la clase adinerada, se puede salir o no del clóset, como también se puede tener acceso a una mejor calidad de vida. Esto es reflejo de que los avances de los derechos LGBT se han logrado por luchas o campañas que muchas veces no se organizan desde grupos que contemplen las interseccionalides de género, clase, raza, nacionalidad, orientación sexual e identidad de género.
Esta reflexión es imprescindible en época de campañas electoreras que presentan promesas al sector LGBT, pero que solo lograrían poner parchos en el deteriorado sistema colonial que sirve al capital local y al imperio de Wall Street. Ahora, ya descorrido el velo/ELA que encubría el coloniaje y la explotación de nuestra clase trabajadora y y los bienes públicos vía una deuda impagable, ilegal e impuesta que viene a ser cobrada por siete mercenarios que conforman la carroñera Junta de Control Fiscal; y ante posiblemente las elecciones más fútiles de nuestra historia, el movimiento LGBT debe reflexionar y despojarse del aislamiento de sus luchas y ampliar el objetivo de estas para lograr acceso a empleos, educación, salud y equidad no solo a ciertos sectores LGBT mediante instituciones tradicionales como el matrimonio, remiendos legislativos o soluciones reformistas encarnadas en promesas de campaña.
En decir, las luchas LGBT, reconocidas su importante trayectoria, deben insertarse en los movimientos sociales que luchan contra el atropello neoliberal imperialista para construir una nueva sociedad que integre a tod@s sin que medie discrimen alguno. Solo así el movimiento LGBT cobraría la máxima trascendencia y el mayor potencial en las batallas de las clases trabajadoras y desposeídas puertorriqueñas, especialmente en esta encrucijada histórica que nos presenta el ultracentenario imperialismo yanqui.