Por Carlos Borrero
En su investigación del funcionamiento de la economía capitalista, Marx muy famosamente señaló la tendencia de la tasa de ganancia industrial de caer como resultado de la creciente incorporación de la maquinaria y tecnología a la producción. La relativa reducción de la porción productora de valor del capital total, el trabajo humano, la cual no excluye una expansión del trabajo asalariado a escala mundial, con relación a la mayor inversión en la maquinaria y la tecnología productiva por los capitalistas no sólo refleja un descomunal aumento de la productividad del trabajo en general sino una reducción en la razón de la masa de plusvalía, el nuevo valor creado por los obreros en el proceso de producción, al valor del capital total invertido. Esta relación histórica conduce a la caída tendencial de la tasa de ganancia descubierta por Marx[i].
Pero de seguro esta tendencia es sólo eso, una tendencia, y como tal está sujeta a fuerzas compensatorias que no son más que las medidas que usan los capitalistas para aumentar su tasa de ganancia cuando se encuentran en crisis. Entre las medidas más importantes que utilizan los capitalistas para contrarrestar la tendencia de la tasa de ganancia de caer es la reducción de los salarios por debajo de su valor real. Esta es una táctica extremadamente agresiva ya que significa un asalto brutal y directo a la clase obrera. Y es precisamente esta táctica que se está utilizando contra la clase obrera puertorriqueña con la imposición de la nueva legislación cínicamente llamada PROMESA por los secuaces políticos del imperialismo. En particular, la cláusula de esta nefasta ley que reduce el salario a $4.25 para los trabajadores más jóvenes trae al primer plano esta agresión a toda la clase obrera puertorriqueña.
Es de vital importancia que los trabajadores puertorriqueños entiendan que estos ataques llevados a cabo por los capitalistas y sus representantes políticos no ocurren en un vacío. De hecho, los dos principales partidos políticos y todos los principales candidatos, entre ellos el llamado progresista Bernie Sanders, acordaron en 2009 hacer un «rescate» de la industria automovilística en EEUU que estaba condicionado a una reducción del salario de $28 la hora a $14,50 para todos los obreros nuevos en ese campo. Esa nefasta movida fue una prueba importante que marcó las intenciones de la clase dominante para reducir los salarios de toda la clase obrera estadounidense. De la misma manera, PROMESA sirve como un caso de prueba en el que se establece el marco jurídico legal para llevar a cabo la super explotación de los trabajadores coloniales. Y qué no dude nadie, la división entre los trabajadores más jóvenes y los mayores que consagra la ley PROMESA es un intento deliberado para debilitar a la clase obrera puertorriqueña en su conjunto.
En esta conexión, es importante recordar que uno de los más claros indicadores de la crisis del capitalismo es la proliferación de la actividad parasitaria, es decir, la especulación financiera. El aumento de este fenómeno corresponde a la dificultad que han tenido los capitalistas para asegurarse de tasas de ganancias lo suficientemente altas en la actividad productiva. Precisamente por eso se ha dado el fenómeno muy reconocido durante las últimas cuatro décadas en que los grandes capitalistas de países como EEUU han preferido delegar importantes aspectos de la producción industrial a los capitalistas de otros países particularmente en Asia. Sin embargo, en el contexto de la intensificación de la competencia económica entre todas las potencias capitalistas mundiales la amenaza de guerra es real. Las tensiones entre EEUU y China en el mar del sur de China además de recientes conflictos en lugares como los estados bálticos son un reflejo de la mayor amenaza de guerra que existe en el mundo actual. Como tal, no es difícil ver como tal distribución de la cadena de producción a nivel mundial puede crear problemas para una potencia como EEUU durante tiempos de guerra.
La reconstrucción de una plataforma para la explotación de la mano de obra barata, tanto dentro de EEUU como por todo el hemisferio occidental, representa un importante cambio en la perspectiva de un segmento cada vez más influyente de la clase dominante estadounidense. Este sector de la clase dominante norteamericana reconoce la necesidad, sin renunciar su compromiso con el imperialismo estadounidense en general, de no sólo resolver ciertas amenazas logísticas que plantea la globalización de la producción sino también de disciplinar su fuerza laboral en anticipación de los conflictos venideros.
Para la clase obrera puertorriqueña la oposición a los ataques de los capitalistas reflejados en leyes tales como PROMESA ya no puede contar con ninguno de los partidos políticos comprometidos con la defensa del capitalismo. Sus únicos aliados son los obreros conscientes del mundo. Hoy más que nunca la clase obrera necesita una organización propia con una orientación internacionalista para la lucha contra todo el régimen de la esclavitud asalariada así como los otros aspectos destructivos del capitalismo mismo incluyendo su impulso continuo de conducir a la humanidad hacia la guerra. La respuesta intuitiva y espontanea de los puertorriqueños a la legislación PROMESA, cuyo enfoque ha sido la oposición a la Junta de Control Fiscal y que se ha manifestado en el establecimiento de un campamento de protesta, debe nutrirse de una perspectiva comunista e internacionalista. Esta perspectiva comprende tanto las raíces económicas de la actual crisis capitalista como las implicaciones políticas de la misma.
Por eso creemos que la actual resistencia a la imposición de una Junta de Control Fiscal y demás componentes a la ley PROMESA, tiene que tomar la forma de una transformación del actual campamento de protesta en un órgano de poder popular, una asamblea popular, de carácter estable y con una representación mayoritariamente obrera. Tal organización de la resistencia, que debe reproducirse en todo centro de trabajo en la forma de consejos obreros, serviría para oponerse a todo el aparato político colonial actual y allanar el camino para la toma de poder por la clase obrera. Sólo la clase obrera, organizada independientemente y persiguiendo un programa de reorganización socialista, puede sacar de la crisis actual a la sociedad. Esta crisis, que tiene sus raíces en el inherente funcionamiento de la economía capitalista y se extiende a las esferas de la política interna así como las relaciones internacionales, no puede ser resuelta por los capitalistas. Como hemos visto, la única solución a la crisis que pueden ofrecer los capitalistas es la combinación de la intensificación de la explotación de los trabajadores y la guerra. No pueden proponer más nada. Precisamente por eso ha llegado el momento histórico para la clase obrera asumir las riendas del poder político.
[i] Marx trata este tema en los capítulos 13, 14 y 15 del Tomo III de El Capital.