Por Carlos Borrero
Cada vez más, la cuestión de qué posición deben tomar los comunistas ante las elecciones venideras está en la orden del día.
Desde el punto de vista del marxismo revolucionario, la actitud de los comunistas puertorriqueños hacia las elecciones venideras no puede desvincularse de nuestros principios teóricos relacionados a todas las formas de lucha y los criterios que deben servir de base para la selección o rechazo de tal o cual forma de lucha en cada momento determinado.
En general, los comunistas reconocemos las más variadas formas de lucha, desde la lucha económica dentro de los sindicatos a las diferentes formas de lucha política (ej. electorera, huelga política), hasta la insurrección. Contrario a las tendencias radicales del nacionalismo en Puerto Rico (ej. albizuísmo), los comunistas no elevamos ningún precepto táctico a un plano superior, por encima de la realidad concreto dentro de un momento histórico determinado. Mas bien, derivamos nuestro enfoque táctico del proceso mismo de lucha de clases, es decir, de las formas de lucha que desarrollan las masas obreras en su propia lucha, y determinamos cuál de ellas debe ser la forma de lucha principal en cada momento además de qué relación tiene ésta con las formas secundarias. Como tal, los comunistas planteamos la necesidad de la plena flexibilidad táctica como producto de las fases alternantes de la lucha de clases las cuales nos obligan, por un lado, a adoptar nuestros métodos de ataque y defensa según las condiciones concretas, y anticipar la inevitabilidad de que surjan nuevas formas de lucha o que caduquen otras, por el otro. Empero, nuestra postura táctica no es de ninguna manera pasiva, mas bien existe una relación dinámica de influencia mutua e interacción entre las concepciones tácticas de los comunistas y el movimiento obrero. Para parafrasear al más brillante táctico de la clase obrera, los marxistas revolucionarios aprendemos de la práctica de las masas obreras para prestar a esta lucha mayor organización, consciencia y efectividad.
Para los comunistas, las decisiones tácticas deben partir de una apreciación de factores objetivas tales como las condiciones económicas, políticas y sociales de cada momento así como el estado de ánimo de las masas obreras en general reflejado en su grado de organización y combatividad. Lo que es decisivo en nuestro enfoque táctico es cómo lograr un mayor grado de organización y conciencia revolucionaria entre las masas obreras para que su lucha sea más efectiva. Esto es especialmente cierto en momentos, como hoy, cuando el número de comunistas es aún pequeño, pero el sufrimiento de las masas obreras ha alcanzado niveles sin precedentes.
Entonces, ¿cuáles son las condiciones objetivas en la actualidad que los comunistas debemos considerar con respecto a nuestra táctica frente a las elecciones de 2016?
Primero, la actual crisis económica continúa resultando en niveles de miseria sin precedentes entre las masas obreras puertorriqueñas. Los datos relacionados a la pobreza y la baja participación laboral en Puerto Rico atestiguan el carácter agudo de la crisis estructural del capitalismo en la colonia. Es preciso señalar que incluso si se implementara la propuesta de introducir un nuevo régimen de exenciones contributivas para atraer a nuevo capital productivo a la colonia, la base tecnológica de este nuevo capital muy probablemente existiría a un nivel más alto que en el pasado y, en la sociedad actual, haría muy poco para ‘absorber’ el gran número de desempleados en la isla. Como tal, las ‘soluciones’ que pueden ofrecer los capitalistas para atenuar los graves problemas sociales en Puerto Rico son limitados. La actual situación económica internacional y regional apunta a una intensificación de la competencia tanto entre las potencias capitalistas como los diferentes segmentos de la clase obrera internacional que se encuentran chantajeados por el libre flujo de capital productivo.
Segundo, todas las instituciones políticas en la colonia, incluyendo los principales partidos políticos, se están quedando cada vez más desacreditadas. Esto no es una cuestión de interpretación subjetiva. Más bien, podemos ver incluso en las estadísticas oficiales del gobierno colonial que durante las dos últimas décadas el porcentaje de electores elegibles que votan en las elecciones generales ha disminuido de manera constante (ej. del 85.5% en 1992 al 17.2% en 2012). Esta disminución de la participación electorera ocurre en un país en que el clientelismo político determina muchas posibilidades de empleo y los medios de comunicación imponen sobre las masas un bombardeo constante de cuanta banalidad para pintar de celebridad a los candidatos que se disputan el codiciado puesto de «Administrador Máxime” de la colonia en ruinas. Demuestra que para un creciente número de trabajadores, tanto los partidos tradicionales como el circo de las elecciones coloniales cada cuatro años sólo inspiran el más profundo sentimiento de decepción si no el abierto desprecio. La creciente crueldad de las políticas llevadas a cabo por los representantes políticos de la clase capitalista en la colonia, sin duda, aumentará la hostilidad popular hacia el establecimiento político tradicional. Esto es algo de que son muy conscientes los políticos coloniales. De hecho, el ‘consenso’ del establecimiento político colonial alrededor de la imposición de una junta fiscal, no electa, refleja el cálculo político de que en anticipación de medidas aún más brutales contra la clase obrera puertorriqueña exigidas por los capitalistas, se necesita ‘cobertura política’.
Es cierto que la bancarrota de todos partidos políticos principales de la colonia ha llevado a muchos ‘progresistas’ a organizar nuevos partidos políticos basados en una estrategia electorera con la esperanza de aprovecharse del creciente desprecio popular hacia el establecimiento político tradicional. De hecho, este fenómeno refleja una tendencia internacional durante las últimas dos décadas, con los ejemplos más ‘exitosos’ vistos en América latina y más recientemente en países como Grecia. Una evaluación objetiva de los más exitosos de estos grupos demuestra que bajo las mejores circunstancias sólo lograron aprovecharse de condiciones de mercado favorables dentro de sectores claves de la economía mundial (ej. petróleo de Venezuela, hidrocarburos y de minerales metálicos de Bolivia) para redirigir los ingresos de las industrias estatales hacia proyectos sociales para atenuar la miseria extrema. No obstante, el carácter efímero de estas reformas se ha destacado recientemente, particularmente con los casos de gobiernos altamente dependientes de la exportación de productos básicos y, como tal, muy vulnerables a los altibajos del mercado mundial. Bajo circunstancias desfavorables como en Grecia, estos llamados gobiernos ‘progresistas’ han demostrado ser no sólo fieles ejecutores de los dictados del capital internacional, sino también eficaces en la desorientación temporal de la clase obrera. El PPT y otras organizaciones similares representan las variantes puertorriqueñas de esta tendencia internacional. Objetivamente, la formación de estos nuevos partidos políticos refleja la búsqueda por ciertas capas de la llamada ‘clase media alta’ de una solución a la intensificación de la crisis social y económica del capitalismo en la colonia que no sea la revolución proletaria.
Tercero, las condiciones sociales reflejan toda la decadencia general de la sociedad capitalista actual. Los problemas del crimen y otras actividades autodestructivas además de la crisis de educación y de la salud pública, en particular, están bien documentados. Tal vez el síntoma más revelador de la deterioro social es el masivo éxodo de puertorriqueños para quienes las condiciones en la colonia se han convertido en insoportables. Como bien demostraron las recientes vistas públicas, ninguno de los representantes políticos de la clase capitalista puede ofrecer soluciones a estos problemas ya que sus discursos no van más allá de la demagogia y la promoción del servilismo muy típico de la política colonial.
Dentro de esta realidad política y social, la clase obrera puertorriqueña ha intentado defenderse contra los ataques llevados a cabo en su contra utilizando los medios con los que tiene más experiencia. Las principales formas de su lucha durante los últimos años han sido la sindical, en defensa de conquistas históricas, y la participación electorera, en que prevalece la lógica de ‘elegir al menos mal’. En ocasiones las masas obreras han recurrido a la masiva demostración callejera en contra de alguna medida del gobierno colonial aunque ésta casi siempre ha cobrado la forma de peticiones a los políticos de turno. Dado el actual estado debilitado de las organizaciones socialistas y comunistas en Puerto Rico, no es de sorprenderse que las tácticas de la clase obrera puertorriqueña se hayan limitado a éstas.

No obstante, hemos señalado que la reciente aparición de Asambleas de Trabajadores representa una nueva fase en la lucha de clases y, como tal, ofrece la oportunidad de un avance táctico. Hasta ahora, el fenómeno de las Asambleas de Trabajadores ha llevado consigo muchas de las características de las antiguas formas de lucha utilizadas por la clase obrera, tal como la tendencia de limitar sus objetivos en peticiones al gobierno para reformas. Sin embargo, la formación de nuevos órganos de carácter permanente y compuestos por los trabajadores mismos, independientemente de sus empleos y a través de varios sindicatos, representa de por sí un avance organizativo importante. Además, la discusión entre los obreros de todas las importantes cuestiones de la política pública actual desde una perspectiva obrera e independientemente de los representantes políticos de la clase capitalista en la colonia debe entenderse como un desarrollo significativo en la madurez política de la clase obrera. Estas dos características proporcionan una base para trascender los límites de la histórica dependencia de los obreros puertorriqueños de las elecciones coloniales para expresarse políticamente. En otras palabras, con estos nuevos órganos, ahora existe un foro para la intervención directa de los obreros en el debate en torno a la política pública así como la vida política misma. Al mismo tiempo, estas Asambleas llevan consigo la posibilidad de dar un ejemplo vivo de la superioridad de la «democracia proletaria” sobre aquella democracia falsa y limitada que la clase capitalista está dispuesta a extender a las masas obreras. En un sentido muy real, las Asambleas de Trabajadores representan la mejor arma para organizar y elevar la consciencia política de amplios sectores de la clase obrera en la actualidad.
En la medida en que se fortalecen organizativa e ideológicamente, las Asambleas de Trabajadores acelerarán la caducidad de la antigua táctica electoral basada en la participación de los obreros en las contiendas cada cuatro años entre diferentes alas políticas de la clase capitalista. A corto plazo, su existencia, aún en su actual estado embrionario y dada la tendencia hacia la disminución en la participación electorera a la que aludimos anteriormente, invalida las elecciones como la forma principal de lucha política de la clase obrera en la actualidad. Para los comunistas, no puede ser una cuestión exclusiva de organizar un boicot de las elecciones venideras, sino que nuestro enfoque táctico en el momento tiene que ser el de dar a las Asambleas de Trabajadores mayor orientación organizativa e ideológica. En este sentido, hacer conscientes a los obreros del verdadero significado de estos nuevos instrumentos suyos se destaca como nuestra tarea inmediata.