Lo que se esconde detrás de la fanfarria papal

Por Carlos Borrero

La campaña mediática desatada con motivo de la visita papal a Cuba y EEUU para representar al papa Francisco como un gran reconciliador y defensor de los pobres y el ambiente debe ser vista con gran recelo.  Este tipo de campaña sólo puede basarse en una amnesia colectiva cuidadosamente cultivada, tanto con respecto al individuo como la institución que representa.

Como superior provincial de los jesuitas y rector del Colegio Máximo en Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como se le conocía antes de ser papa, formó parte de la jerarquía católica en Argentina.  Era precisamente esta oficialidad eclesiástica que fue cómplice de la brutal campaña desatada en contra de la clase obrera argentina por la junta militar bajo el cínicamente llamado Proceso de Reorganización Nacional o lo que se conoce comúnmente como la guerra sucia.  Esta campaña sistemática, que fue política oficial desde 1976 a 1983, tenía como propósito principal exterminar a los comunistas así como otros trabajadores y estudiantes de izquierda, y hasta elementos disidentes dentro del mismo clero católico.  Los resultados fueron la tortura, la desaparición y el asesinato de decenas de miles de personas.  La brutalidad salvaje del régimen argentino llegó al extremo de llevar a cabo prácticas tales como los infames ‘vuelos de la muerte’ además de los robos de huérfanos (los chicos apropiados) de muchas madres víctimas de la junta militar.

¿En qué consistía la complicidad de cleros argentinos como Bergoglio en toda esta campaña?  Al nivel general, el apoyo tácito al régimen militar de parte de los cleros conservadores como Bergoglio se manifestaba en su negativa a denunciar las atrocidades que tuvieron lugar aun durante varios años después del 1983.  Hasta el día de hoy existe un alto grado de reticencia para hacer público el verdadero nivel de colaboración entre la iglesia católica y el régimen militar a pesar de la existencia de una comisión de verdad y reconciliación y el anuncio hace casi seis meses de que el Vaticano por fin abrirá sus archivos sobre los acontecimientos en Argentina.  Lo que sí se sabe es que gran parte de la jerarquía de la iglesia católica argentina mantuvo estrechos vínculos con los militares en todo el período de la dictadura, al igual que sus homólogos españoles durante la pesadilla franquista, y que muchos cleros fueron tan lejos como para servir de confesionarios a los torturadores y asesinos del régimen como medio de absolverlos de sus sentimientos de culpabilidad.

En el caso específico de Bergoglio, aparte de reunirse con y elogiar en varias ocasiones al infame Comandante Massera, director de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada y uno de arquitectos principales del proceso, se sabe que sus puestos de superior provincial y rector en aquel entonces lo colocó en medio de un grupo de jóvenes cleros de perspectiva liberal con fuertes inclinaciones a trabajar entre los pobres.  En por lo menos dos casos estas ‘desviaciones liberales’ resultaron en la orden directa de Bergoglio de revocar las licencias de cleros, acción que todos entendían alertaría a los militares y pondría en peligro a los misioneros expulsados.  A pesar de todos los intentos de negar u ocultar su complicidad directa a través de declamaciones de ‘errores de inexperiencia’, las consecuencias innegables de estos actos de Bergoglio fueron el secuestro y la tortura de Franz Jalics y Orlando Yorio, dos cleros que habían estado trabajando en el arrabal bonaerense Bajo Flores en el 1976.

Todavía el "papa liberal" y los genocidas militares golpistas en Argentina tienen que reponder a las víctimas qué ocurrió con los 30 mil desaparecidos (as). Tienen que reponder por sus crímenes. Fosa común excavada por antropólogos forenses.
Todavía el «papa liberal» y los genocidas militares golpistas en Argentina tienen que reponder a las víctimas qué ocurrió con los 30 mil desaparecidos (as). Tienen que reponder por sus crímenes. Fosa común excavada por antropólogos forenses.

Es igualmente innegable que detrás de toda la pantalla repugnante de fanfarria que se está atestiguando hoy en día existe una historia larga y oscura de complicidad con la agresión anti obrera y connivencia con los elementos más opresivos de la clase dominante que no se puede borrar.  La complicidad papal en el secuestro y tortura de dos clérigos o el silencio que aún se guarda respecto al robo de huérfanos no deben ser vistos como hechos aislados, sino como parte de la lógica de una institución que defiende los privilegios de clase y las formas más retrógradas de la ideología.  No hay homilías elocuentes o sonrisas carismáticas que puedan encubrir o encalar esta defensa de la brutalidad capitalista, no importan cuantas denuncias huecas de la desigualdad social excesiva o alegatos en contra de la destrucción ambiental que se hagan.

La guerra sucia representa el período más oscuro de la larga historia de lucha heroica de la clase obrera en Argentina.  Los comunistas tenemos la obligación no sólo de servir como repositorio histórico de estas luchas históricas de la clase obrera, sino también señalar a todos aquellos, tanto de derecha como de izquierda, que traten de sanear estas historias sangrientas o encubrir los actos de quienes ahora son objeto de adulación con todo tipo de pompa y circunstancia.  Las actuales celebraciones en torno a la gira papal son una afrenta a la memoria de los obreros militantes y otras fuerzas progresistas que perdieron sus vidas en las sangrientas luchas en contra de los secuaces más salvajes de la clase dominante en Argentina.

Desde esta tribuna, hacemos un llamado a los obreros conscientes de todo el mundo de rechazar las celebraciones oficiales alrededor de la gira del Papa y, en cambio, conmemorar la heroica lucha de la clase obrera argentina en su continua lucha por el socialismo.

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