Por Carlos Borrero
El desplome de los principales mercados bursátiles, empezando con los índices asiáticos y pasando por los europeos y estadounidenses, en lo que ha sido tildado de otro ‘lunes negro’ por la prensa financiera internacional desmiente el mito propagado de una recuperación económica capitalista. Para entender las raíces del fenómeno, hay que ir más allá de los informes superficiales de la prensa burguesa para descubrir tanto las contradicciones fundamentales de la economía capitalista como la incapacidad de la clase dominante de resolverlas.
Todo indica que la contracción del sector manufacturero chino, el cual ha servido de motor para la economía mundial durante más de una década, ha repercutido en los campos internacionales de la exportación e inversión. Es importante señalar en este contexto que la reciente decisión del régimen chino de devaluar su moneda, una movida que se emplea comúnmente para obtener ventajas competitivas en el área de las exportaciones internacionales, marca una nueva etapa en la creciente competencia económica entre los grandes potencias capitalistas para capturar mercados bajo condiciones de rentabilidad cada vez más difíciles. El efecto inmediato más obvio de la contracción manufacturera china ha sido el exceso de oferta en el mercado mundial de materias primas para bienes como el petróleo, hierro, carbón y otros metales importantes.
A consecuencia de la aguda baja en los precios de las materias primas, los países exportadores de los llamados ‘mercados emergentes’ como Brasil, Argentina y Venezuela, para enfocarse únicamente en las principales economías latinoamericanas, además de varios productores energéticos de tamaño pequeño y mediano que surgieron a raíz del reciente boom del gas natural dentro de países como EEUU también se han visto afectados. Esta situación se agrava por los altos niveles de deuda entre empresas estatales dentro de muchos países de los mercados emergentes así como productores ‘privados’ menos competitivos dentro de las industrias pesadas en los centros del capitalismo mundial. Demás está decir que las economías desarrolladas de EEUU, Europa y el Japón, cuyo sector de exportaciones de bienes de consumo, particularmente los artículos de lujo, además de bienes capitales como la maquinaria y el equipo pesados, ambos que dependen cada vez más del mercado chino, también se han visto afectadas. En su fondo la situación contemporánea exhibe todos los signos de una crisis de sobreproducción, es decir, el exceso del desarrollo de la capacidad productiva en relación con la demanda efectiva, con el agravante de una crisis paralela en las áreas de crédito e inversión.
El mito de la llamada ‘recuperación’ económica durante los últimos años se destaca ahora como el gran fraude que es. La extraordinaria subida de los índices bursátiles del mundo se deben, no a la ‘salud’ de la economía real, sino la expansión de la especulación financiera. Las más grandes corporaciones capitalistas mundiales que cotizan en las principales bolsas de valores, impulsadas por las políticas monetarias de los principales bancos centrales que les han suministrado ‘dinero barato’ a través de políticas como la flexibilidad cuantitativa (Quantitative Easing), han llevado a cabo una masiva recompra de acciones para apuntalar el ‘valor’ de sus activos financieros. Este fenómeno coincide con la creación de grandes burbujas especulativas en áreas tales como el sector de bienes raíces y otros proyectos infraestructurales dentro de las regiones interiores de la China que hasta hace poco habían absorbido gran parte de la capacidad productiva excesiva sin elevar significativamente el nivel de vida de las masas obreras chinas. Este suministro de enormes cantidades de dinero barato a los bancos y las más grandes corporaciones capitalistas, que no se ha limitado al banco de la Reserva Federal en EEUU, tampoco ha resultado en una mejora para las masas obreras dentro de los centros del capitalismo mundial donde las reducciones de salarios y beneficios junto con el desempleo y subempleo crónicos forman la base para el desarrollo de nuevas plataformas de mano de obra barata en estos países.
El aumento de la especulación financiera reflejado en la histórica subida de los principales mercados bursátiles que se ha visto en los últimos años, pone de relieve el carácter parasitario del capitalismo contemporáneo. El fenómeno no es el resultado de desviaciones morales o éticas de parte de miembros individuales de la clase dominante como tienden a plantear los defensores liberales del sistema. Más bien, obedece la lógica misma del desarrollo capitalista. Es el desenlace necesario de un sistema basado en el afán de ganancia bajo condiciones de mayor competencia internacional cuando la inversión productiva ya no rinde márgenes de ganancia suficientes. La decisión de ‘invertir’ en instrumentos financieros no puede entenderse como fortuita sino es la respuesta a una baja coyuntural prolongada en la tasa de ganancia dentro de los principales sectores productivos de la economía capitalista mundial. Como tal, el más reciente desplome de las principales bolsas de valores sólo sirve como un recordatorio de cuán lejos se ha separado de la economía subyacente real basada en la actividad productiva el sector financiero caracterizado por todo tipo de estafa. Esta más reciente convulsión bursátil prueba que a pesar de toda la propaganda al contrario, la economía capitalista mundial sigue estancada en una depresión.
Pero esto no es todo.
En términos objetivos, el desplome de la bolsa junto con los altos niveles de endeudamiento corporativo entre todas menos las más grandes corporaciones servirán para acelerar el proceso de concentración de capitales que caracteriza toda crisis económica capitalista como bien demuestran las industrias pesadas como la energética y siderúrgica en EEUU. Además de su papel objetivo de ‘sanear’ el sistema de productores ineficientes, las tendencias hacia la concentración que provocan las crisis económicas siempre tienen efectos desastrosos en la estabilidad del empleo aún más allá de los sectores económicos que se encuentran directamente en el ojo de la crisis. Ya se están viendo un aumento en las tensiones laborales más allá del sector manufacturero dentro de las principales economías capitalistas del mundo además de las crisis políticas cada vez más frecuentes a través de todo el mundo.
Las únicas soluciones propuestas por los portavoces capitalistas son las mismas recetas de siempre que incluyen la brutal realidad de la austeridad para las masas obreras, por un lado, y el flujo constante de dinero barato suministrado por los bancos centrales a los bancos internacionales y las corporaciones más grandes, por el otro. Estos defensores del capitalismo no pueden ver más allá de la liberalización de los mercados laborales y financieros o los incentivos para la actividad especulativa.
Puede que el impacto de los procesos económicos a nivel mundial en un país como Puerto Rico no sea inmediatamente evidente. El desplome de la bolsa, lejos de representar el apocalipsis final del sistema, refleja la podredumbre interna que emana del funcionamiento de sus contradicciones inherentes y se estalla periódicamente en este tipo convulsión económica. Sin embargo, la agudización de la competencia económica y las tensiones políticas a nivel mundial significan que las ‘soluciones’ de ayer, las cuales se contenían completamente dentro de los parámetros del desarrollo económico capitalista, ya no sirven para abordar los grandes problemas de hoy.
No habrá ‘redentores’ de afuera interesados en otorgarle a Puerto Rico un lugar ‘privilegiado’ a cambio de usar su territorio como una avanzada militar. Como demuestran estos incidentes, las crisis económicas del capitalismo contemporáneo afectan profundamente a todas las potencias mundiales, incluso a EEUU cuya capacidad de imponerse económica y militarmente, aunque no completamente agotada, se debilita cada vez más. Para su colonia, las soluciones a sus problemas de hoy tendrán que encontrarse entre una nueva fuerza social, sus masas obreras, y plantearse como un proyecto revolucionario que rompa completamente con el capitalismo: el socialismo.