Por Carlos Borrero

En un informe que salió recientemente en la prensa financiera se destaca el parasitismo que caracteriza al capitalismo moderno. Según el Financial Times, las más grandes corporaciones estadounidenses prácticamente han abandonado la inversión productiva en favor de una estrategia basada en la recompra de acciones con el objetivo de inflar sus valores en la bolsa. Citando datos de la S&P, el periódico resalta que esta tendencia, que se viene desarrollando hace varios años, ascenderá a los $1 trillones de dólares este año. En lo que equivale a una admisión de las crecientes dificultades de la inversión productiva rentable, que es en esencia un signo del estancamiento de las fuerzas productivas bajo el capitalismo, el FT afirma que “(l)a combinación de la desaceleración de las economías de los mercados emergentes, las preocupaciones sobre el ritmo de la recuperación en algunos mercados desarrollados y la caída de los precios del petróleo están impulsando hacia abajo las expectativas de crecimiento de la inversión de capital. Esto ha llevado a los blue chips estadounidenses [las corporaciones más grandes] a cambiar su enfoque, convirtiéndose en los mayores compradores de acciones en el S&P 500 desde la crisis financiera”.

Como el parasitismo financiero es siempre acompañado por todo tipo de estafas, en el mismo informe resalta que muchos ejecutivos, quienes reciben opciones sobre acciones como parte de sus paquetes retributivos, están vendiendo sus propias acciones a precios inflados al mismo tiempo en que sus empresas participan en estas masivas recompras. Ya en el tercer tomo de El Capital, Marx notaba cómo la bolsa de valores se había convertido en un escenario en que “el pez pequeño es tragado por los tiburones y los corderos por los lobos bursátiles.” Esto es tan verdad hoy como en su época.
Mientras que los parásitos financieros se siguen enriqueciendo mediante una orgía especulativa grotesca, la inmensa mayoría de la humanidad sufre bajo condiciones de penuria y creciente precariedad. Esto es otro recordatorio crudo de por qué el capitalismo ya no ofrece a la humanidad un curso progresivo de desarrollo. Nada menos que la revolución socialista puede remediar este mal.