Por: E. Moreno
Minerva es el nombre ficticio que le hemos dado a una joven enfermera de 24 años, residente en un pueblo del área noreste de Puerto Rico. Ella es una de tantas trabajadoras de la salud que laboran en el sector privado de la isla. Como enfermera práctica, Minerva todos los días viaja en su vehículo más de una hora para poder llegar hasta su centro de trabajo. Dedica a sus labores cerca de ocho horas diarias y presta sus servicios en cualquiera de los tres turnos disponibles. Lo mismo puede trabajar de día, de noche o de madrugada. Como trabajadora comprometida con su institución, Minerva trata de cumplir con todas y cada una de sus responsabilidades. Vive orgullosa de su carrera y día a día lucha con las exigencias que requiere su profesión.
Con mucho esfuerzo culminó sus estudios y es ahora, unos años después de haberse graduado, que Minerva se ha dado cuenta de que su salario quincenal no le alcanza para poder cubrir sus gastos. Con apenas $1,500 dólares mensuales, Minerva no consigue ni tan siquiera poder aspirar a poseer una vivienda en alquiler. Reside con sus padres y su sueldo lo invierte en el cuido de sus dos hijos, el préstamo de su vehículo y su deuda estudiantil.
Todos los días trabajadores, en su mayoría jóvenes, intentan ingresar al campo de la salud en Puerto Rico. Muchos pretendiendo adquirir alguna experiencia, ofrecen sus servicios a cambio de una paga mínima. Otros con tal de poder generar cualquier remuneración que les permita sobrevivir en éste mal trecho campo laboral, aceptan cualquier oferta de trabajo. Pocas posiciones se presentan, pero muchos solicitan. Con las mejores expectativas solo algunos logran poder ser contratados por algunas horas durante el día, la noche o la madrugada.
¿Pero qué sucede cuando ingresas al campo laboral de la salud en Puerto Rico? ¿Un campo en donde el mismo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos en la isla? ¿Y que a su vez, son sólo unos pocos los que reciben los grandes beneficios de éste negocio? Esta es la realidad, con la que chocan a diario miles de jóvenes trabajadores que intentan ingresar al campo de la salud en Puerto Rico. Creyendo que habrán encontrado la profesión idónea, al cabo de un tiempo, se dan cuenta de que la carrera a la que aspiraron es una en donde no existen garantías a largo plazo, los salarios son insuficientes y las condiciones de trabajo para muchos son sumamente onerosas.
Hay muchos jóvenes en la isla que en busca de una carrera que les permita poder satisfacer sus necesidades, se lanzan a la aventura de estudiar alguna profesión relacionada con la salud. Sin embargo, cuando culminan sus estudios y comienzan a buscar empleo, descubren que las oportunidades existentes son muy limitadas. El campo actualmente está saturado y esto ha favorecido a los patronos, quienes se han aprovechado de la abundante demanda de mano de obra y han minimizado sustancialmente los salarios y a su vez han acordado entre si encarecer aún más las condiciones de empleo.
En estos últimos años hemos visto como han proliferado a través de toda la isla diversas universidades e institutos privados que ofrecen carreras y cursos en el campo de la salud. Muchas entidades sin poseer las acreditaciones necesarias se han aprovechado de la necesidad de los jóvenes por conseguir una carrera que les permita posicionarse en el ámbito laboral y han comenzado a ofrecer distintos cursos relacionados a la disciplina. Dichas entidades gradúan a los alumnos sin la correcta preparación, pues el único fin que persiguen es generar ganancias y no capacitar correctamente a los alumnos. Les completan los cursos sin haber adquirido los requerimientos de la carrera y al cabo de un tiempo les envían a la calle haciéndoles creer que las ofertas de empleo inmediatamente le caerán del cielo. Es entonces, cuando los jóvenes luego de haber recibido el diploma, se encuentran con una realidad muy distinta a la esperada.
¿Pero qué más puede ofrecerle a la clase trabajadora un sistema capitalista como el que impera en nuestra sociedad hoy día? Un sistema fundamentado en generar la mayor cantidad de ganancias posible para un sector minúsculo de nuestra sociedad. Porque aunque éste, sea el panorama para los jóvenes trabajadores, sabemos que existe un sector del campo de la salud; como los propietarios de las aseguradoras, los dueños de las compañías de servicio, los administradores de los hospitales, las entidades educativas y los médicos aprovechados, que día a día se proyectan generar más y más ganancias a cuesta de la necesidad de los trabajadores puertorriqueños.
Nos siguen engañando con la supuesta crisis y nos ocultan las razones reales del problema, el cual es no más que un resultado del sistema económico que nos mantiene sometidos. Al capitalismo no le importa engañar a nuestros jóvenes o explotar a madres solteras dispuestas a ganarse el pan a cambio de un salario mínimo. Esa es su naturaleza, conspirar y buscar las formas de cómo seguir encareciendo las condiciones de empleo de nuestra clase trabajadora.
Este será el panorama que día a día seguirá aconteciendo en nuestra isla, a menos que la clase trabajadora por sí misma se interponga ante la desmesurada ambición del sistema capitalista y reclame lo que le pertenece. Porque el problema del empobrecimiento de las actuales condiciones de empleo, no es uno de partidismo político, éste es un problema de redistribución de las ganancias que se están generando el campo de la salud. Basta ya, de que sean sólo unos pocos los que se sigan llevando la “gran tajada del pastel”. Todos los trabajadores deben aspirar a recibir un salario justo y unas condiciones de empleo en ascenso. Si son los propios trabajadores los que están llevando la mayor parte de la carga, lo más lógico sería que ellos mismos reclamen su lugar en el campo de la salud. Esta es la única forma que existe para poder acceder hacia unas condiciones realmente dignas en nuestros centros de trabajo.
“…Por tanto, en la sociedad
capitalista tenemos una democracia
amputada, mezquina, falsa, una democracia solamente para los ricos, para la minoría…”
V. Ílich Ulianóv