Conferencia Magistral presentada con motivo del Aniversario 65 del Movimiento Cubano por la Paz y la Soberanía de los Pueblos y del Día Mundial de la Paz
Dr. Silvio Baró Herrera
Miembro del Secretariado del MovPaz
He titulado este trabajo La Paz y los problemas globales de la Humanidad porque deseo llamar la atención acerca de una serie de problemas que aquejan actualmente a la Humanidad, que no son siempre bien identificados, pero que constituyen amenazas de importancia para la paz.
Quisiera comenzar con una primera idea: ¿Cómo caracterizar al mundo de hoy? Hace unos años, revisando documentos de organismos internacionales y de instituciones académicas con vistas a escribir un material de trabajo, me llamó la atención el hecho de que prácticamente todos coincidían en señalar que el mundo se caracterizaba por la inseguridad, la incertidumbre y la inestabilidad.
Hoy, años más tarde de aquel momento, si se vuelve a las consideraciones de los mismos organismos e instituciones, encontraremos que sus puntos de vista acerca de la situación actual del mundo no han variado sustancialmente. Ello se debe a que la inestabilidad se ha enraizado como una notable característica del mundo de hoy.
Ahora bien: ¿por qué el mundo es tan inestable? Esto se debe, en nuestra opinión, al hecho de que vivimos una época extremadamente compleja como consecuencia de la presencia de multifacéticos problemas o riesgos globales, como se les llama por diferentes organismos o instituciones. Actualmente, el mundo muestra numerosos problemas o riesgos globales en sus dimensiones económica, social, política y militar, por solo señalar estas.
Los referidos problemas globales son el resultado del proceso de acumulación de contradicciones, irracionalidades e injusticias que se vienen observando a nivel mundial a lo largo del siglo XX desde el surgimiento y desarrollo del imperialismo, cuando diversos procesos nacionales negativos se internacionalizan e impactan a la totalidad o casi totalidad de las naciones del planeta.
Asimismo, los problemas globales nos llaman a la necesidad de percatarnos de la gran complejidad del mundo en que vivimos, pues ésta no se debe solo a la existencia de problemas o riesgos más o menos graves en cada una de las dimensiones antes mencionadas, sino que, también, se observan las interrelaciones entre los de una dimensión y otra.
Esto es una de las consecuencias del actual proceso de globalización que vive el planeta que ha venido provocando una profundización de los vínculos entre las personas, las naciones y las esferas de actuación de los seres humanos.
Esta complejidad de nuestro mundo es perceptible en el hecho de que la solución de los problemas o riesgos que aquejan a la Humanidad demanda la acción coordinada de muy diversos actores, como quizás no resultaba en etapas anteriores.
A partir de todo lo planteado hasta aquí, deseo llegar a una conclusión preliminar: los referidos problemas o riesgos globales, que constituyen claras manifestaciones del nivel de inestabilidad del mundo, constituyen notables amenazas para la paz mundial.
Toda una teorización en materia de política y relaciones internacionales –que aún se observa en los círculos políticos y académicos occidentales más conservadores— reduce las amenazas a la paz a un número limitado de problemas, muchos de ellos relacionados con el tema de la seguridad, pero con una aproximación estrecha de ésta.
Correspondió al Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD), mediante suInforme sobre Desarrollo Humano, 1994, la introducción de la noción de seguridad humana mediante la que se realizó un importante esfuerzo teórico para sacar la seguridad de la estrecha relación con lo político y lo militar en que la Ciencia Política convencional la había enclaustrado.
En este informe puede leerse lo siguiente: “El concepto de seguridad se ha interpretado de forma estrecha durante demasiado tiempo en cuanto seguridad del territorio contra la agresión externa o como protección de los intereses nacionales en la política exterior o como seguridad mundial frente a la amenaza de un holocausto nuclear: La seguridad se ha relacionado más con el Estado—nación que con la gente”.
La noción de seguridad humana de PNUD constituyó un hito en las elaboraciones en materia de Ciencia Política debido, no solo al desplazamiento del centro de atención del Estado a los seres humanos, sino también a su naturaleza multidimensional. La seguridad de los seres humanos se hacía depender de las dimensiones económica, alimentaria, de salud, ambiental, personal, de la comunidad y política.
El informe advertía acerca de la necesidad de no entender la idea de la seguridad humana en el sentido estrecho de las personas o de las naciones, Y, en tal sentido, indicaba: “Algunos problemas de la seguridad humana a escala mundial surgen porque las amenazas dentro de los países rebasan rápidamente sus fronteras nacionales”.
Si repasamos las amenazas a la seguridad humana mundial pronosticadas para este siglo, nos percataremos del alto grado de rigurosidad del vaticinio realizado pues los principales problemas que se identificaron como los más importantes han resultado serlo hoy: crecimiento descontrolado de la población, disparidad de oportunidades económicas, migración internacional excesiva, deterioro del medio ambiente, producción y tráfico de estupefacientes y terrorismo internacional.
Por ello, es fácilmente comprensible que la no solución o simplemente la pervivencia de problemas en dimensiones de la seguridad humana constituyen amenazas para la paz mundial.
Pero la idea más importante de la teorización del PNUD es aquella en la que se advierte acerca del carácter indivisible de la seguridad humana mundial, “ya que nadie está seguro mientras haya alguien inseguro en otro lugar”.
Si se nos pidiera tratar de resumir en una situación el problema más importante de la actualidad, lo resumiría en los avatares que se observan en torno a la reconfiguración de los poderes a nivel mundial. Este proceso de reconfiguración trae aparejado modificaciones en el posicionamiento relativo de países y grupos de países.
Asistimos a una pérdida relativa de las posiciones de las principales potencias capitalistas en lo productivo y lo comercial, y el cuestionamiento de la hegemonía del dólar como la moneda de reserva y un aumento también relativo de las posiciones de China y otras potencias emergentes.
Ante esta situación, tanto Estados Unidos como la Unión Europea buscan compensar el terreno perdido, mediante el aumento de una muy fuerte ofensiva político-militar en el mundo, para lo cual se han dado a la tarea de un fortalecimiento de la OTAN y un replanteo de su área de actuación.
Este proceso de reposicionamiento global ha incidido directa o indirectamente en la presentación y desarrollo de distintos problemas en cada una de las dimensiones de las relaciones internacionales.
A continuación trataremos de discutir brevemente algunos de los problemas globales que aquejan hoy al planeta y ver cómo ellos son amenazas a la paz mundial.
Comencemos por los problemas económicos. Hoy el mundo se encuentra sacudido por una grave crisis económica global. Tomando, el estallido de la crisis hipotecaria en Estados Unidos en el año 2007 como su punto de partida, esta crisis se ha traducido en la contracción de la actividad económica y del comercio de la mayor parte de los países del mundo, y en una significativa reducción de los ingresos y del empleo para muchos millones de personas en todo el mundo, así como en la presentación de acciones que constituyen prácticamente guerras por los mercados y entre las divisas.
A pesar de la caótica situación económica internacional, numerosos estudios han puesto de manifiesto que las principales corporaciones transnacionales fueron las beneficiarias fundamentales de la actual crisis global porque pudieron aumentar sus ganancias, su poder económico y su influencia a nivel mundial.
De forma silenciosa aunque sostenida, asistimos a un procesos similar al que conoció la economía mundial en los años 30s cuando el mundo se vió dividido en bloques económico—monetarios. Estamos ante el proceso de conformación de muy grandes agrupamientos económicos que liberalizarán entre sus miembros las relaciones comerciales, financieras y otras. Así, tenemos las negociaciones para la concertación del Tratado Trasatlántico entre Estados Unidos y la Unión Europea, para la creación del Tratado Trans-Pacífico entre, al menos inicialmente, países de la región de Asia y el Pacífico, y las que se llevan adelante o ya se han realizado para algunos arreglos similares en otras regiones del mundo.
No es un secreto que estos agrupamientos se forman precisamente en la actual e incierta coyuntura económica en que, sobre todo, las grandes corporaciones transnacionales no desean perder posiciones en los mercados internacionales. ¿Y alrededor de esta situación no se generarán fricciones, y tensiones que introduzcan elementos de enrarecimiento de la atmósfera internacional?
En otras aristas de las cuestiones económicas, el período más reciente ha sido testigo de la lucha entre los principales países desarrollados por acceder a los recursos naturales estratégicos que le garanticen la reproducción sostenida de sus procesos productivos, su presencia en condiciones de competitividad en los mercados internacionales y le aseguren su seguridad nacional. Esta lucha no siempre se ha llevado adelante mediante acciones diplomáticas, sino que, en muchas ocasiones, las corporaciones han estado detrás de numerosos conflictos político—militares que, casualmente, estallan en regiones ricas en recursos naturales que se ubican en el mundo subdesarrollado. Sirva de ejemplo, la situación existente en la región este de la República Democrática del Congo.
Algo similar ocurre con la lucha que se aprecia por el control y exploración de las zonas identificadas como poseedoras de yacimientos de petróleo y gas convencionales en las distintas regiones del mundo por parte de las principales potencias mundiales
Si estos ejemplos no fueran suficientes, prestemos atención a la puja entre un grupo de naciones por asegurarse porciones de soberanía sobre el Polo Norte donde se estima que se hallan importantes reservas de recursos naturales.
Cuando se va a los problemas sociales, tenemos que la severa crisis económica ha acentuado viejos problemas. Nos encontramos hoy en un mundo en que se han acentuado las desigualdades en la distribución de la riqueza tanto entre las naciones desarrolladas y subdesarrolladas como en el interior de cada uno de estos agrupamientos. Y, por consiguiente, se asiste a una extensión de la pobreza.
Esta situación ha venido acompañada de un imparable proceso de urbanización –sobre todo en las naciones subdesarrolladas–, estimándose que en aquellas cerca del 50% de la población ya vive en ciudades, ciudades de países cuyos gobiernos no disponen de los recursos suficientes para brindar adecuadas condiciones de alojamiento e infraestructurales para los enormes contingentes procedentes de las zonas rurales.
En el marco de la actual crisis se ha hecho todavía más crítica la situación alimentaria existente en muchas regiones del mundo subdesarrollado y que se pone de manifiesto en el periódico surgimiento de hambrunas como resultado de un conjunto de factores entre los cuales deben ser señalados el enorme control de un reducido número de corporaciones transnacionales sobre la producción, el comercio mundial de los alimentos y los insumos para producirlos, la presentación de desequilibrios entre la oferta y la demanda debido a problemas con los rendimientos de las cosechas, las secuelas del cambio climático, el creciente desvío de alimentos para la producción de agro combustibles o la alimentación del ganado, y la especulación. A todo lo anterior debe agregarse, la desfavorable evolución que seguirán teniendo la capacidad adquisitiva de los ingresos de importantes cantidades de personas en el mundo subdesarrollado.
Pero quizás el problema social global más importante en los últimos años es el empeoramiento de las condiciones sociales, en general, y laborales, en particular. Este resultado es consecuencia, por una parte, del ya referido crecimiento demográfico y, de otra, de los efectos de los mecanismos de la acumulación y reproducción del capital y la aplicación de las políticas económicas neoliberales, factores que convergen en el logro de un aumento de la explotación de los trabajadores.
Esto se ha traducido en numerosas y diversas manifestaciones que van desde el ascenso al poder de gobiernos progresistas mediante procesos eleccionarios como ha sucedido en algunos países latinoamericanos, pasando por revueltas de las poblaciones contra los altos costos de la vida por aumento en los precios de los alimentos, los transportes y otros servicios; o las de un carácter más político como las denominadas Primaveras Árabes de Túnez, Egipto, etc.; o simplemente las manifestaciones de descontento de los ciudadanos de países capitalistas desarrollados –los movimientos Occupy Wall Street e Indignados– que han visto reducidas sus conquistas históricas como consecuencia de la aplicación de severas políticas de austeridad.
De una u otra forma, todos estos movimientos sociales de los últimos años han sido percibidos por parte de las cúpulas dirigentes en los países capitalistas desarrollados como amenazas a su seguridad nacional –porque los intereses de las potencias imperialistas no son nacionales, sino globales– y han desplegado las correspondientes acciones para contrarrestar las consecuencias de cada uno de ellos.
En el caso de los gobiernos progresistas, que desarrollan actividades dirigidas encaminar a sus países hacia la senda del desarrollo socioeconómico y la construcción de sociedades más justas, se llevan adelante acciones dirigidas a su derrocamiento.
En el caso de los movimientos del segundo tipo, por el momento han logrado torcer los objetivos iniciales de estos movimientos populares y mediatizar su alcance.
Frente a los movimientos que se han presentado en sus propias sociedades, han ido a su enfrentamiento de forma más fuerte y radical que en cualquier otro momento de la historia, mediante el cercenamiento de los derechos civiles y una represión sin precedentes en contra de los ciudadanos.
Y decimos represión no de una manera figurada sino real. Basta observar el equipamiento de las fuerzas policiales para reprimir a simples manifestantes desarmados. En fecha reciente, en un espacio de la Mesa Redonda de la TVC, el Dr. Néstor García Iturbe, profesor e investigador del ISRI, llamaba la atención sobre cómo en el caso de Estados Unidos estaba desapareciendo la línea divisoria entre el equipamiento del ejército y el de la fuerzas policiales porque aquel suministra muchos materiales que ha utilizado en áreas de combate en el exterior del país a la fuerzas policiales.
Ello está relacionado en nuestra opinión, con la necesidad que tienen determinados círculos políticos en las potencias imperialistas de crear junto a los “enemigos externos”, “enemigos internos” que justifiquen y legitimen el actual estado de militarización de las relaciones nacionales que se suma al ya existente en las internacionales.
La grave situación social apuntada más arriba repercute en el mantenimiento de los flujos migratorios internacionales. Los movimientos migratorios a los que asistimos hoy y seguiremos asistiendo en los próximos años, no se deben solo a la grave situación socioeconómica asociada con las incertidumbres acerca de la evolución económica. Ellos también se deben al desarrollo de conflictos políticos, militares, étnicos y religiosos. Sin embargo, la literatura especializada y la prensa en general vienen reflejando la presentación de un nuevo tipo de movimiento migratorio: internacional asociado con las consecuencias medioambientales desfavorables: los denominados refugiados ambientales.
En la medida en que los actuales flujos migratorios ocurren en momentos críticos para las naciones tradicionalmente receptoras, los migrantes son considerados indeseables, una amenaza para aquellas sociedades y vienen adoptándose políticas migratorias cada vez más severas.
Como consecuencia de estas medidas restrictivas, continuará observándose un aumento de los movimientos migratorios ilegales que serán llevados adelante por contrabandistas dedicados al tráfico de personas, situación que contrasta con el impulso a acciones selectivas por parte de estas mismas naciones para captar a personal calificado y suplir otras necesidades ocasionadas por el envejecimiento poblacional. Este último tipo de acción ya comienza a generar una especie de guerra entre las potencias imperialistas por la captación de personal calificado procedente del mundo subdesarrollado, en la medida que el progreso científico—técnico se destaca como un importante factor para el posicionamiento de los países en el sistema de las relaciones internacionales.
El conjunto de rasgos que caracterizan la situación social más reciente permite apreciar el alto grado de tensiones que se han generado a nivel mundial que potencialmente se convierten aquí o allá en el detonante de situaciones conflictuales que amenazan a la paz.
El más reciente contexto internacional también se ve enrarecido por la evolución seguida por los problemas del medio, cuya principal manifestación es el cambio climático, el que tiene numerosas y muy peligrosas secuelas para los seres humanos.
Entre estas secuelas es posible señalar el aumento de las temperaturas –con sus consecuencias en materia de proliferación de plagas, su incidencia en la aparición de brotes de enfermedades, etc.–, la presentación de eventos climatológicos extremos –sequías, inundaciones y elevación del nivel del mar–, así como la pérdida de biodiversidad.
Todos estos fenómenos son el resultado de que los seres humanos durante mucho tiempo tuvieron una posición en que consideraban que la Naturaleza era un dato, un conjunto de recursos gratuitos a la libre disposición de los empresarios para su explotación. Gradualmente, se va tomando consciencia de que el mundo es finito, que se ha realizado una explotación desmedida de sus potencialidades y que se ha superado la capacidad de carga o regeneración del planeta.
Adicionalmente asistimos al eventual agotamiento de algunos recursos naturales. A modo de un ejemplo de esto, tenemos lo que está sucediendo con el agua, recurso para el que se estima que en el 2030 el 60% de la población mundial tendrá problemas con su abastecimiento.
En este sentido, las más recientes tendencias ambientales que se observan en el planeta apuntan al surgimiento de situaciones de conflicto y a amenazas a la paz como puede percibirse a partir de las pretensiones de algunas potencias imperialistas de erigirse como celosos guardianes de diversas áreas del planeta que aún disponen de una elevada riqueza en materia de biodiversidad.
Cuando nos movemos a la dimensión de las relaciones políticas internacionales tenemos que el mundo se ve sacudido –y lo seguirá estando en los próximos años— por numerosas situaciones conflictivas asociadas con el ya mencionado proceso de reconfiguración de los poderes mundiales.
Junto a la fricciones en el campo económico, se aprecia un clima político—militar muy peligroso relacionado con las pretensiones de las potencias imperialistas de extender su área de dominación a todo el planeta, sus acciones encaminadas a cercar a Rusia y China, el establecimiento de nuevas alianzas militares, la penetración militar en muy diferentes zonas, el desarrollo de maniobras encaminadas a desestabilizar a los gobiernos progresistas y, si es necesario como en Libia y Siria, llevar adelante operaciones militares.
En las potencias imperialistas existen importantes grupos de presión que se encargan de influir para que los gobiernos dediquen sustanciales fracciones de los presupuestos a los gastos militares bajo el pretexto de la preservación de la seguridad nacional.
Todas estas situaciones se han erigido, en mayor o menor medida, como amenazas a la paz internacional y han contribuido al creciente proceso de militarización de las relaciones internacionales. Podríamos afirmar que nos encontramos ante una sui generis carrera armamentista que se pone de manifiesto en el aumento del intervencionismo de las potencias imperialistas en distintas partes del mundo.
Ante algunas situaciones políticas internacionales, se han comenzado a apreciar divergencias entre grupos de países que estarían apuntando hacia la creación de lo que se ha dado en llamar una “nueva Guerra Fría”, a partir del enfrentamiento de Rusia y China a las más agresivas acciones de las potencias imperialistas.
Ello se debe a la naturaleza de las actuaciones del Consejo de Seguridad de la ONU que, en lugar de cumplir las funciones para las que fue creado, se ha convertido en un instrumento de las potencias imperialistas para emitir resoluciones y promover sanciones a numerosos países. O sea, que en lugar de facilitar un clima de paz internacional este órgano muchas veces ha venido atizando los conflictos con decisiones claramente sesgadas.
El clima político internacional se hace más complejo cuando a los hechos comentados antes agregamos la expansión que han adquirido en las últimas décadas una serie de flagelos como el terrorismo, el narcotráfico, el contrabando de armas y personas y otros que también constituyen significativas amenazas para la Humanidad.
Por otra parte, el desarrollo científico—técnico ha aportado una nueva (supuesta) amenaza a la seguridad de las naciones y a la paz –la relacionada con la denominada guerra cibernética— que ya ha servido de pretexto para acusaciones sobre supuestos ciberataques.
Anteriormente hablábamos de un proceso de militarización de las relaciones internacionales. Esto está ligado al hecho de que, a pesar de esfuerzos como los desarrollados por el PNUD, sectores académicos y de medios de comunicación masiva estrechamente ligados a los círculos de poder en las potencias imperialistas han venido trabajando en retrotraer la noción de seguridad a la visión estrecha, aquella que ve la solución de los problema –de cualquier tipo— a través del prisma de lo militar.
Estos círculos encontrarían en los acontecimientos de septiembre de 2001 en Estados Unidos el pretexto buscado para impulsar sus concepciones y ulteriores acciones bélicas por todo el mundo.
Desde entonces el mundo ha vivido una larga secuencia de muy graves situaciones como las agresiones contra Afganistán e Irak, los diferendos nucleares con la República Democrática Popular de Corea e Irán, la intervención contra Libia y, por solo señalar un ejemplo más, la actual situación en Ucrania.
Una de las graves consecuencias de todo este desfavorable clima es un retroceso del multilateralismo y la democracia a nivel internacional, fenómeno que se pone de manifiesto en lo que en alguna ocasión he denominado “diplomacia secreta”, cuando grupos reducidos de naciones llegan a acuerdos que le imponen o tratan de imponerle a las restantes naciones en el marco de algunas negociaciones internacionales.
Estamos en presencia de lo que ha sido denominado un “nuevo autoritarismo” que se debe a las más recientes transformaciones estructurales que se han operado en el capitalismo internacional. Estas transformaciones han conducido a una reestructuración profunda de las doctrinas de seguridad nacional de Estados Unidos y sus aliados, reestructuración que tiene su manifestación más evidente en que el enemigo es todo aquel que se oponga a las reglas de funcionamiento del capitalismo.
En línea con esto puede ser indicado que las actuaciones autoritarias de las potencias imperialistas, también están presentes en la dimensión jurídica internacional.
Desde hace tiempo, el mundo viene sufriendo las flagrantes violaciones del Derecho Internacional realizadas por las potencias imperialistas, violaciones que constituyen amenazas a la paz. Estas violaciones al Derecho Internacional suponen la introducción de nuevos principios y normas en las relaciones internacionales que tienen como objetivo modelar un sistema institucional y jurídico acorde con sus intereses expansionistas.
En este sentido, las potencias imperialistas han sabido aprovechar en función de sus intereses determinadas coyunturas internacionales que les han permitido proponer y darle ciertos visos de legitimidad a nuevas y muy peligrosas concepciones jurídicas.
Así, asistimos al impulso a las concepciones en torno a la soberanía limitada, la intervención (o injerencia) humanitaria y a toda la gama de acciones que pretenden limitar la autodeterminación de los pueblos.
En particular, deseo llamar la atención acerca de los avances logrados por parte de las potencias imperialistas, algunos organismos internacionales y ONGs en el diseño de indicadores para monitorear las situaciones económica, social y política de países, emitir calificaciones y crear apelativos peyorativos que, a veces, han servido de base para agresiones o intentos de desestabilización de gobiernos que no son del interés de aquellas.
A pesar de la contundencia de los hechos que venimos tratando, instituciones y tanques pensantes de las potencias occidentales realizan periódicamente presentaciones de sus consideraciones acerca de los problemas globales que se alejan de una objetiva evaluación de la situación del planeta. Una de estas instituciones es el Foro Económico Mundial, más conocido como Foro de Davos, que reúne a comienzos de cada año en esta lujosa localidad suiza a políticos, hombres de negocios y académicos para discutir los problemas más acuciantes del planeta.
El Foro presenta sus consideraciones acerca de los problemas globales mediante un informe anual titulado Global risks (Riesgos globales) que hace público días antes de la reunión.
Cuando se revisa el informe Global risks, 2014 y localizamos las cuestiones consideradas los riesgos (problemas) globales más importantes por los cientos de expertos consultados, nos encontramos con que fueron identificados los siguientes:
Las desigualdades de ingresos,
Los eventos climatológicos extremos,
El desempleo y el subempleo,
El cambio climático,
Los ciberataques.
Sin lugar a dudas, los riesgos señalados por los expertos consultados se encuentran entre los problemas más agudos que actualmente se observan en el planeta- Pero, resulta sorprendente que los problemas de la paz (y de la guerra) no estén siquiera contemplados entre los más importantes. Es como si todas estas personalidades practicaran una política de avestruz o como si subestimaran la necesidad de la paz.
Otra cuestión que debe ser destacada acerca de este enfoque de los riesgos globales reside en que los políticos, los académicos y los medios de comunicación masiva occidentales tienen una visión compartimentada de los problemas globales.
Si bien es cierto que los riesgos globales se presentan en las más diferentes esferas de actuación de los seres humanos –para el informe de Foro de Davos éstas son la económica, la ambiental, la geopolítica, la social y la tecnológica–, aquellos son analizados solo de forma vertical o, sea, en cada una de las dimensiones mencionadas y no se identifican las interrelaciones existentes entre las diferentes dimensiones.
Si anteriormente se estuvo de acuerdo con nuestra idea de que los problemas o riesgos globales constituyen importantes amenazas para la paz mundial, el logro de ésta va de la mano de los esfuerzos encaminados a la solución de aquellos.
Los diferentes grupos de problemas globales que hemos comentado antes son expresión de que nos encontramos ante una grave situación planetaria en que los problemas de una dimensión interactúan con los de otras y crean un todo sistémico. Este todo sistémico nos recuerda que estamos en un mundo globalizado y que los problemas en una parte del mundo impactan en las restantes y que los problemas en unas dimensiones tienen repercusiones en las otras.
De ahí que los problemas o riesgos globales a los que se enfrenta hoy la Humanidad –que como hemos visto son serias amenazas a la paz mundial–, demandan soluciones globales, concertadas. Y ésta no es la posición de algunas de las principales potencias mundiales.
El inicio de un proceso de reversión de las actuales tendencias en las relaciones internacionales y su orientación hacia un clima de paz duradera se lograría si los líderes mundiales –especialmente los de las potencias imperialistas— cobraran consciencia acerca de la necesidad de salvar al mundo.
Una recuperación de la economía mundial estaría relacionada con el desvío de los recursos de la esfera monetario–financiera y de las actividades especulativas y su destino a la economía real. En este sentido, algunos de los
destinos de los recursos monetario—financieros desviados podrían ser la financiación de proyectos que generaran empleos e ingreso, el restablecimiento de adecuados niveles de Ayuda Oficial al Desarrollo y la atención a las secuelas del cambio climático, entre otros.
También se podrían dedicar recursos al desarrollo de fuentes nuevas y renovables de energía y al desarrollo de la producción agroalimentaria a nivel mundial, acciones que posibilitarían encarar importantes problemas actuales del planeta.
En correspondencia con todo lo antes planteado, el progreso científico—técnico debe ser reorientado. En lugar de que este se dirija con cierto énfasis a la atención de las necesidades de grupos reducidos de personas, a la creación de necesidades artificiales o superfluas o a crear nuevas armas para el aniquilamiento de los seres humanos, encontraría usos más adecuados en la solución de enfermedades, plagas y otros flagelos que actualmente a aquejan a la Humanidad.
Por supuesto, estamos hablando de un mundo caracterizado por el cese de los conflictos regionales y de una tendencia a la estabilidad política, conducente a una reducción significativa de los gastos militares.
Esto solo podría ser posible si se logra un cambio positivo en la correlación de fuerzas internacionales a partir de un continuado declive de la importancia económica, comercial, financiera y científico–técnica de las potencias imperialistas a favor de las naciones emergentes y subdesarrolladas, en general, al surgimiento y consolidación de procesos políticos progresistas en distintas regiones del mundo y al desarrollo de claras acciones de contención a las acciones intervencionistas de aquellas potencias, todo lo cual va de la mano de un aumento de los espacios de estas fuerzas en el sistema de las relaciones internacionales.
Ahora bien, dado su carácter multidimensional, las estrategias y políticas adoptadas para enfrentarlos suponen la necesidad de elaborar e impulsar una noción amplia de la paz como fenómeno mundial y nacional.
Esta lucha por la paz y contra los problemas globales se debe caracterizar por:
la denuncia y la lucha contra los mecanismos de explotación y saqueo, y las injusticias e irracionalidades imperantes a nivel mundial,
la conjuración de los intentos de las potencias imperialistas de imponer su “paz”, mediante todo tipo de agresión, desestabilización, bloqueos etc,
el impulso de nuevas normas en las relaciones internacionales en que predominen la cooperación y la solidaridad.
El grave contexto internacional actual demanda que la lucha por la paz realice una amplia movilización de fuerzas tanto en los niveles nacional como internacional. Esta movilización debe abarcar a todas las personas que creen la posibilidad de la construcción de un mundo mejor, libre de explotación, saqueo, injusticias e irracionalidades.
Por ello, para enfrentar a las retrógradas fuerzas que amenazan al mundo bien por un holocausto nuclear o por la extinción de la especie humana, es necesario revertir las actuales tendencias de la globalización capitalista neoliberal y en su lugar –como planteara el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz–, impulsar una globalización de la solidaridad a escala mundial.
Hoy más que nunca tiene vigencia un pensamiento del destacado líder negro norteamericano Martin Luther King, jr.; “Con las armas de la guerra no se puede alcanzar una paz duradera”.
Ojalá que los dirigentes políticos, empresariales y militares de Estados Unidos y sus aliados interiorizaran esta frase!!
Octubre de 2014