Sobre el imperialismo y la guerra

Por Carlos Borrero

“La política es la expresión concentrada de la economía”

V.I. Lenin

“La guerra es la continuación de la política por otros medios”

Carl von Clausewitz

El genio de V.I. Lenin radicó en su capacidad de derivar de las leyes del desarrollo capitalista descubiertas por Marx los rasgos fundamentales del imperialismo moderno y sacar las conclusiones tácticas necesarias para el triunfo revolucionario del proletariado.  En su famoso panfleto sobre el tema[i], resumió los rasgos del imperialismo moderno de forma concisa: el monopolio, el ascenso del capital financiero como el sector más poderoso de la clase dominante, la exportación de capital y el reparto del planeta entre las grandes potencias.  Un componente clave en el análisis leninista es su comprensión del vínculo entre el mercado interno y el exterior bajo el capitalismo.  Como el capital rompe constantemente con los límites de los estados-nación, las crisis económicas en el seno de las grandes potencias invariablemente aceleran el proceso de su expansión económica y por extensión lógica aumentan sus agresiones políticas y militares en el extranjero.  De esta manera, la competencia capitalista se desplaza al ámbito internacional donde asume formas cada vez más intensas y violentas.  Esta comprensión básica sigue guiando nuestro análisis de la política mundial contemporánea, especialmente la que llevan a cabo las grandes potencias capitalistas en el ámbito internacional.  Aunque el mayor desarrollo del imperialismo desde que Lenin expuso su análisis original ha provocado importantes modificaciones de forma, siendo las más obvias el mayor peso del capital dinerario en la exportación de capital y el surgimiento de las instituciones internacionales de crédito dominadas hasta ahora por la oligarquía financiera de EEUU y la UE, su carácter esencial sigue siendo igual.

Una ley fundamental del capitalismo es la del desarrollo desigual.  Como recalcó Lenin, “El desarrollo desigual, a saltos, de las empresas y ramas de la industria y de los distintos países es inevitable bajo el capitalismo.”  Esta ley se encuentra a la raíz de los conflictos que tienen lugar entre las grandes potencias capitalistas.  Expresa, como tal, los cambios en la relación de fuerzas económicas y políticas entre los grupos de monopolios capitalistas a nivel internacional.  Son estos cambios que periódicamente conducen a choques entre las grandes potencias y resultan en la inevitabilidad de nuevos repartos del mundo.  En la competencia feroz para controlar los mercados, fuentes de materias primas estratégicas, rutas comerciales vitales, etc. el mecanismo al que recurren los grupos de capitalistas internacionales más poderosos para llevar a cabo los reajustes que reflejan la cambiante relación de fuerzas económicas es la guerra.  Esto puede manifestarse como un ataque preventivo contra una potencia ascendente o un golpe para arrebatarle una esfera de influencia a un antiguo poder cuya influencia en el mundo ya no corresponde a su capacidad económica.

Se desprende de lo anterior que el imperialismo aumenta e intensifica el carácter militar del estado burgués moderno independientemente de la fachada democrática con que se le adorna en los centros del capitalismo mundial.  Al nivel interno, la militarización de las fuerzas policíacas – un fenómeno que se hizo evidente recientemente en aquel “baluarte de democracia burguesa” los Estados Unidos durante las protestas de Ferguson  – se combina con la expansión del aparato estatal de vigilancia empleada en contra de la sociedad civil.

Sin embargo, es al nivel internacional donde se ve con más claridad el estado de guerra perpetua en que ha hundido al mundo el capitalismo en su fase superior con todas las consecuencias negativas para la humanidad que esto conlleva.  En esta conexión, el imperialismo estadounidense se destaca como solamente un ejemplo, aunque en la actualidad es el más agresivo, del estado de guerra permanente que define a todas las potencias capitalistas.  Las agresiones estadounidenses en países como Afganistán y Libia además de la reciente reanudación de bombardeos en Iraq y Siria reflejan este impulso belicista.   Lo mismo puede verse en el apoyo que EEUU les dan a varios regímenes reaccionarios a través del mundo (ej. Israel, Ucrania, Egipto) en que existe una confluencia de intereses con sus clases dominantes.  Como tal, las tendencias militaristas no se limitan a las grandes potencias capitalistas.  Cada vez más, los países de segunda categoría también manifiestan las mismas tendencias militaristas ya que sus clases dominantes solamente pueden mantener su dominación de clase mediante alguna combinación de una represión brutal de sus propias clases obreras y la expansión regional.  En la actualidad Egipto bajo el dictador Abdel Fatah Al-sisi es un buen ejemplo del primero mientras que el genocidio perpetrado por Israel contra los palestinos bajo el fascista Netanyahu refleja el segundo.  En ambos casos el complejo militar-industrial en EEUU obtiene enormes beneficios de la brutalidad y la destrucción resultantes.

En el mundo actual, el conflicto imperialista más álgido que se está desarrollando se da entre EEUU y China.  Este conflicto refleja de manera muy clara la ley del desarrollo desigual a la que aludimos anteriormente.  El ascenso chino, cuya economía ya ocupa el segundo lugar en el mundo, le plantea un desafío directo a EEUU en claro descenso económico lo cual ha modificado la correlación de fuerzas entre potencias capitalistas.  El grado de este ascenso se refleja hoy en el enorme aumento de la exportación de todo tipo de capital por la clase dominante china durante la última década.  La prensa financiera internacional ha destacado durante este período la creciente inversión china en proyectos de infraestructura y producción energética a través de África, el Medio Oriente y Australia aunque también son importantes en este sentido Sudamérica y Centroamérica.  En los últimos años una mayor proporción de esta inversión china ha tomado la forma de finanza, un fenómeno que evidencia la creciente importancia de la banca china en el ámbito internacional.[ii]

Como reflejo del creciente poder financiero chino, los países BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) acordaron el mes pasado crear un Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) con un capital inicial de $50 mil millones además de una reserva de contingencia (Acuerdo de Reserva de Contingencia) de $100 mil millones.  La movida cuenta con el impulso principal de China, el mayor país donador y a pesar de importantes contradicciones entre sus miembros representa un desafío directo al Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional dominados por EEUU y la UE.  Otro componente de la emergente arquitectura financiera que se está creando es la nueva agencia sino-rusa de calificación crediticia que se anunció hace dos meses como contrapeso a la S&P, Moody’s y Fitch.

Sin embargo, la amenaza más seria en el plano económico para la oligarquía financiera estadounidense de parte de sus nuevos rivales imperialistas es la que plantean los esfuerzos de China y Rusia de retirarse del dólar como moneda de comercio internacional, particularmente respecto al petróleo y el gas natural.  La expansión masiva del crédito, de hecho, la «impresión de dinero» sin precedentes durante los últimos cinco años bajo la política conocida como flexibilidad cuantitativa con que la Reserva Federal de EEUU impulsó la ola especulativa de los bancos estadounidenses más grandes es una casa de cartas construida sobre el dólar como moneda de reserva internacional.  Las clases dominantes en China y Rusia, así como una serie de países conocidos como mercados emergentes con recursos estratégicos buscan blindarse cada vez más de la dominación de la oligarquía financiera estadounidense y el impacto de las manipulaciones monetarias llevadas a cabo por la Reserva Federal como consecuencia del papel del dólar como moneda de reserva internacional.  Todo esto apunta no sólo a la creciente importancia de China en la finanza mundial sino su inevitable confrontación directa con EEUU.

La escalada de preparativos militares surge como el desenlace lógico de la intensificación de conflictos económicos entre potencias imperialistas.  En otra ocasión señalamos cómo el área alrededor del Mar de China Oriental, una vía marítima de enorme importancia económica para el capitalismo mundial, se ha convertido en un barril de pólvora debido a las tensiones provocadas por EEUU entre China y sus países vecinos como Vietnam, las Filipinas y el Japón.[iii] El política belicista de Washington en esta parte del mundo se refleja en una serie de acuerdos militares que ha firmado recientemente con los gobiernos de Hanoi, Manila y Tokio que garantizan una ampliación de cualquier conflicto local.

Por su parte, el gobierno de Beijing ha emprendido en su propia escalada militar.  La prensa internacional ha informado ampliamente sobre el aumento de los gastos militares destinadas a modernizar las fuerzas armadas chinas (ELP) durante los últimos años.  Su arsenal incluye cada vez más los buques de guerra y portaaviones, así como nuevos sistemas de misiles de largo alcance.  Además, los ejercicios militares conjuntos entre China y Rusia se han hecho más frecuentes, particularmente los ensayos navales en el Mar de China Oriental, como reconocimiento de la inevitabilidad de guerra entre las grandes potencias.  La creación de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) como contrapeso a la OTAN pone de relieve el emergente sistema de alianzas militares a nivel internacional a la vez que aumenta los riesgos de otra guerra mundial.  Es importante recalcar que la política china no ofrece una alternativa progresista para la humanidad, especialmente las masas de trabajadores de países dominados por EEUU, ya que se enmarca completamente dentro de la lógica imperialista.

El llamado «giro» (Pivote) hacia Asia por el gobierno estadounidense ha estado acompañado por una política temeraria de romper los lazos entre Rusia y Europa Occidental cuyo punto focal actual es Ucrania.  En términos económicos está claro que los oligarcas rusos no representan el mismo tipo de amenaza para la clase dominante estadounidense que los chinos.  Sin embargo, Rusia sí es una importante potencia militar regional con inmensos recursos energéticos que le dotan de enorme influencia en la masa territorial eurasiática, sobre todo en el suministro de energía a Europa occidental.  La oligarquía rusa que se desarrolló a raíz de la caída de la Unión Soviética ha cultivado importantes relaciones con la burguesía europea.  Además de ser el mayor inversionista en la Federación Rusa, Europa occidental importa de 30 a 40 por ciento de su petróleo y gas natural de Rusia, la mayoría de los cuales atraviesan Ucrania.

La actual estrategia de Washington hacia Rusia, la cual combina sanciones económicas con un cerco militar alrededor de su frontera este y la desestabilización del área al sur especialmente alrededor del Mar Caspio, tiene como objetivo desplazar a los intereses petroleros y de gas natural en el mercado europeo además de debilitar la capacidad conjunta de una alianza ruso-china.  La crisis humanitaria como consecuencia del asedio y el bombardeo indiscriminado de Donetsk y Lugansk, dos regiones «separatistas» en el este de Ucrania, llevados a cabo por el gobierno fascista de Kiev instalado por EEUU, es otro recuerdo de la indiferencia para la vida humana de los imperialistas.  Junto con la carnicería desatada recientemente en Gaza, estos ejemplos ponen de manifiesto la completa bancarrota moral de la burguesía internacional.

El año 2014 es uno de aniversarios significativos.  Se cumplen cien años desde que se estalló la primera Guerra Mundial y 75 años desde la segunda.  Ambos ponen de relieve la barbarie desatada por los conflictos imperialistas.  Como luchadores anticoloniales tampoco podremos olvidar los 60 años desde la victoria vietnamita contra las fuerzas imperialistas de Francia en la épica batalla de Dien Bien Phu.  Sin embargo, son los 150 años desde la formación de la Primera Internacional, una organización proletaria de carácter internacional en que se destacaron Marx y Engels, que más nos llama la atención.  La organización de la Primera Internacional no solamente representa el primer intento de darle un carácter internacional a la lucha del proletariado, sino de sentar esta lucha sobre una base teórica firme.

Hoy día las mismas contradicciones entre las potencias imperialistas que arrastran al mundo hacia otra conflagración mundial nos imponen a los trabajadores con conciencia de clase, y sobre todo los marxistas, la responsabilidad de organizar revolucionariamente a la clase obrera.  La lucha contra las desviaciones pequeñoburguesas como aquellas ilusiones reformistas y pacifistas que siempre promueven además del oportunismo en todas sus manifestaciones es una parte indispensable de este trabajo organizativo.

La importancia geográfica de Puerto Rico dentro de aparato militar mundial de EEUU además del gran número de puertorriqueños víctimas de la conscripción económica que forma parte de sus fuerzas armadas nos coloca en el ojo de la tormenta imperialista.  Como tal, la organización de la clase obrera puertorriqueña en una fuerza de lucha además de su mayor orientación hacia el socialismo cobran aún más importancia.  Esta tarea, que cae sobre los que afirmamos la bandera del marxismo, representa una contribución esencial a la emancipación del proletariado mundial.


[i] El imperialismo, fase superior del capitalismo

[ii] Es de notarse que en la lista de los diez bancos más grandes del mundo en términos de activos los chinos ocupan 4 puestos incluyendo el primer lugar.

[iii] Véase http://abayarderojo.org/index.php/un-nuevo-barril-de-polvora-en-asia/

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